31. Hoy comienzo a ilusionarme, a renovarme, a entregarte
de lleno.
Hoy comienzo a vivir, a renovar mi consagración.
Hoy comienzo a no desperdiciar nada de la Gracia, a no perder el
tiempo.
Hoy comienzo a ser contemplativo, pero viviendo la misión
que la Iglesia
me ha encomendado.
Hoy comienzo, a disfrutar del silencio, de la
contemplación, del canto y la liturgia, lo mejor que pueda.
Hoy comienzo, de nuevo, una vez más, a mirar a Cristo,
sin apartar la mirada de su rostro.
Hoy comienzo a no huir, a estar y ser, a gozarme en el
Amado.
Hoy comienzo a centrarme, a leer de verdad pasando por el
corazón lo leído para que me sirva para contemplar.
Hoy comienzo a estudiar, a leer, memorizar, asimilar y
conocer el Misterio.
Hoy comienzo a quedarme y olvidarme de mí, reclinar el
rostro sobre el Amado, cesar todo y abrazarme a Él.
Hoy comienzo, de nuevo, a mirar mi comunidad con mirada sobrenatural
de fe.
Hoy comienzo a descender y buscar lo último para que sea
el Señor el que me enaltezca y me dé lo primero.
Hoy comienzo a entregarme a la comunidad, buscar el bien
de todos y cada uno.
Hoy comienzo a entregar y rendir mi libertad, sometiéndome como Cristo se sometió
incluso hasta la muerte.
Hoy comienzo a palpitar con la Iglesia y ofrecer lo mío
por la Iglesia,
inmolarme por la Iglesia.
Hoy comienzo a amar, a hacer la voluntad de Dios, a estar
disponible y atento a sus mociones: ¡y su voluntad se manifestó mandándote
reformar Granada.
Hoy comienzo, ¿para qué tardar?, un camino de santidad.
Hoy comienzo mi santidad heroica hecha a base de pequeñas
santidades en lo cotidiano, en lo oculto y oscuro.
Hoy comienzo. Con tu Gracia, hoy comienzo.
32. Dios es eterno Amante, sí,
el mejor. ¡Cuán delicioso es el Señor!
33. Te está forjando con golpes duros como a hierro
incandescente. Aunque los golpes sean duros en tu fragua, si estás al rojo vivo
en el Amor del Crucificado, serás maleable, los golpes se sienten menos, y
serás una preciosa obra de Dios, artística, bella, para su Gloria y como
instrumento para los demás.
34. En
la oración lo encontramos todo.
En la oración estamos con Jesucristo.
En la oración, el Espíritu ora en nosotros.
En la oración recibimos su descanso, su luz y su Gracia.
En la oración buscamos a Dios, estar con Dios, no sus
gustos o consuelos.
En la oración no se trata de pensar mucho, sino de amar
mucho.
En la oración uno se vacía de todo para llenarse sólo de
Cristo.
En la oración, sea litúrgica o personal, hacemos silencio
y contemplamos amando.
En la oración sólo necesitamos a Él.
En la oración sólo le queremos a Él.
En la oración es más recibir lo que el Señor quiera
darnos que hacer, meditar o esforzarse por parte humana.
En la oración, el Señor nos ilumina por dentro para
conocernos tal como somos y para conocerle a Él.
En la oración el Señor nos va formando y dando sabiduría
de corazón.
D. Javier: Dios le bendiga.
ResponderEliminarasí, dispuestos a lo que Nuestro Señor nos solicite, que antes de hacerlo ya nos ha dado su Gracia omnipotente.
ResponderEliminarDios le guarde
Y para entrar en el puntico 34 su librico "Orad sin cersar", que es manual de iniciación bueno, muy bueno !!!
ResponderEliminarMe entusiasman sus fotos en las entradas. Gracias.
Abrazos fraternos.