La historia de la Iglesia es una historia de santidad mucho más que
de los supuestos errores y pecados que los progresistas y cierta prensa se
encargan de difundir y reprochan magnificándolos.
“La historia de la Iglesia es una historia de santidad. El Nuevo Testamento afirma con fuerza esta característica de los bautizados: son “santos” en la medida en que, separados del mundo que está sujeto al Maligno, se consagran al culto del único y verdadero Dios. Esta santidad se manifiesta tanto en la vida de los muchos Santos y Beatos reconocidos por la Iglesia, como en la de una inmensa multitud de hombres y mujeres no conocidos, cuyo número es imposible calcular. Su vida atestigua la verdad del Evangelio y ofrece al mundo el signo visible de la posibilidad de la perfección”[1].
En cada etapa de la historia, muchos santos han sido
signos luminosos que han disipado las tinieblas mostrando la verdad. Muchas
veces cuando el Estado se ha endiosado, identificando lo legal siempre como
moral, rechazando a Cristo, innumerables mártires entregaron su vida; siempre
se han sucedido persecuciones religiosas, por odio a la fe, y siempre se dio
una respuesta cabal de muchos católicos: las persecuciones de los emperadores
romanos, el exterminio de la invasión musulmana, los mártires durante la Revolución francesa,
los mártires de las persecuciones en Japón, Corea o Vietnam, y en pleno siglo
XX, los cristeros de Méjico, la persecución religiosa en España o los mártires
en los campos de concentración nazis o soviéticos.
Como
también los muchos santos de la caridad que han atendido y respondido durante
siglos a las múltiples necesidades de pobreza, enfermedad, ancianidad o
marginación cuando ninguna organización ni sistema estatal se encargaba de
resolverlos, ¡ni existían siquiera!, instituciones como los hospitales, asilos,
orfanatos, leproserías, etc., fueron creación de la Iglesia. En estos y en
otros muchos campos más, la
Iglesia ha estado a la altura de las circunstancias e incluso
adelantada siempre a su tiempo con verdadera visión de futuro.
Tantos santos, tantas obras buenas, demuestran la
fecundidad de la Iglesia,
el fulgor de su vida, y hasta qué punto la historia de la Iglesia es una historia de
santidad y aun cuando sus hijos sean pecadores y puedan oscurecer la santidad
de la Iglesia,
su pasado es, objetivamente, glorioso. Una historia cuyo motor ha sido y
seguirá siempre siendo responder al amor inmenso de Cristo.
Dejemos los complejos de inferioridad y la actitud
vergonzante ante la historia de la
Iglesia, creyéndonos las mentiras de las leyendas negras en
torno a la Iglesia,
y conozcamos bien nuestro pasado. El camino de la Iglesia hoy pasa por ver
la vitalidad y el bien de su historia, actualizándolo en nuestro presente para
abrir caminos de futuro, con vigor, fuerza y entusiasmo. Así, hoy como ayer, la
historia de la Iglesia
será siempre una historia de santidad.
Sí don Javier, la Iglesia es Santa y maldito todo aquel que diga que es pecadora o que hay pecado en Ella. ¡Cuánta maldad en querer ensuciar a Jesucristo, la Virgen y la Iglesia! Gracias por defender a nuestra Madre. Abrazos fraternos.
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