domingo, 15 de abril de 2018

La alabanza a la Pascua (textos)

Tan amada era la Pascua de resurrección, tan deseada como centro del año, tan ansiada después de la larga, austera y rigurosa Cuaresma, que los Padres de la Iglesia se deshacían en elogios a la santa Pascua, elevando así el amor de los fieles al Señor.

Para ellos, los Padres de la Iglesia, como para los fieles y todo el pueblo cristiano, la noche santa de la Vigilia pascual y las siete semanas de Pascua no eran una fiesta más, incluso un tiempo más o menos anodino, sino la Fiesta de las Fiestas.


Un buen cristiano, un buen católico, vive con la mayor intensidad posible y el júbilo que embriaga el santísimo tiempo de Pascua. Un buen católico sabe que no hay nada comparado con el tiempo litúrgico de la Pascua, y que la misma Cuaresma (que tanto empeño se suele vivir) palidece ante la luz de la Pascua.

Llega la Pascua, la primera luna llena de primera. Resucita el Señor cuando la tierra pasa del invierno a la primera, al ciclo donde todo florece, la vida brota. Es un simbolismo adecuado. El mundo se renueva, en definitiva, porque es el Señor el que viene, resucita, se constituye como el Eterno Viviente y fuente de Vida. Para los judíos, una tradición señala la primavera (el mes de Nisán) como el inicio del año porque fue en primavera (mes de Nisán) cuando Dios lo creó todo.

Y Jesús, el Señor, resucita en el mes de la creación, abriéndolo todo a una nueva creación, a la plenitud del cosmos y lo creado.


"Una tradición secreta que circula entre los hebreos pretende hacer del mes de Nisán el momento en que Mos, artífice y demiurgo del universo, creó todas las cosas; el aniversario de la primera floración y de la belleza del cosmos, cuando el creador admiró complacido la vitalidad de su espléndida obra de arte. Según sus cálculos, los hebreos hacen notar la convergencia favorable de los astros, la suavidad del clima, la regularidad del sol, el nacimiento de la luna llena; observan el madurar de los frutos, el crecer de las plantas, el romper de las flores en los árboles y el nacimiento de los nuevos corderos en el rebaño. Es cuando toda la tierra se cubre de verdor, cuando los árboles florecen impacientes por volcarse hacia afuera y dar a luz sus frutos" (Pseudo-Hipólito, Hom. sobre la Pascua, 17, 2).

Nisán (mitad de marzo y mitad de abril) es el mes de la creación de todo; es también el mes de la Pascua de Israel, su éxodo liberador y es el mes de la Pascua del Señor.

Todo es nuevo. Todo vuelve a la vida con el retorno del ciclo primaveral, como un memorial de la primera creación. Y el Señor resucita iniciando la nueva creación que todo lo eleva.

"El tiempo en que se celebró la fiesta... era el tiempo de primavera, el mismo en que tuvo lugar la formación del cosmos, cuando la tierra comenzó a germinar, cuando aparecieron los astros, cuando fueron creados el cielo y la tierra junto con todos los seres que la habitan. En ese mismo tiempo, el Salvador del universo llevó a cabo el misterio de su propia fiesta; entonces el verdadero sol resplandeció sobre la tierra y la iluminó con los rayos de la religión verdadera. El tiempo, entonces, pareció anunciar el nacimiento del cosmos.

En este momento llegó a su cumplimiento la figura, esto es la Pascua antigua, llamada también la del tránsito, cuyo elemento simbólico consistía en el sacrificio del cordero y en la comida del pan ázimo..." (Eusebio de Cesarea, De sollemnitate paschali, 3).

La catequesis de la Iglesia explicaba detalladamente a catecúmenos y fieles el simbolismo cósmico de la primavera, la creación, la nueva creación y la Pascua del Señor:

"Este es aquel tiempo, esto es, el primer mes de los hebreos, en el que se celebra la fiesta de la pascua: en primer lugar, la que era figura; ahora, la verdadera.

Este es el tiempo de la creación del cosmos. Entonces dijo Dios: que la tierra produzca hierbas que den semillas de su especie y semejanza; y ahora tú ves que todas las plantas germinan. Luego Dios, después de haber creado el sol y la luna, repartió entre ellos, a partes iguales, el día y la noche; del mismo modo, hace algunos días, tuvo lugar el equinoccio...

Por tanto, la salvación se realizó en el tiempo en que había tenido lugar la caída: al aparecer las flores y llegar el tiempo de la poda" (S. Cirilo de Jerusalén, Cat. 14,10).

Ahora, con la primavera, llega el tiempo de Pascua (repitamos: creación, éxodo, Resurrección y nueva creación). El hombre creado (y caído) es restaurado, y no sólo el hombre, sino la creación entera que sufre las consecuencias del pecado original es re-creada, puesta al servicio de la Redención, aguardando los cielos nuevos y la tierra nueva.

Una oración, bellísima, de la Vigilia pascual relaciona estos temas:

"Oh Dios, que con acción maravillosa creaste al hombre y con mayor maravilla lo redimiste; concédenos..." (Oración a la 1ª lectura)

El hombre creado es restaurado, todo vuelve a su origen:

"lleva a término la obra de la salvación humana; que todo el mundo experimente y vea cómo lo abatido se levanta, lo viejo se renueva y vuelve a su integridad primera, por medio de nuestro Señor Jesucristo, de quien todo procede" (Oración a la 7ª lectura).

Es Pascua y todo es renovado, recobrando lo que perdió por el pecado original y aguardando su plenitud, la de los cielos nuevos y la tierra nueva, la de la resurrección de la carne en el último día y la Gloria del Señor que volverá.

"El hijo de Dios, por quien fueron hechas todas las cosas, con su propia resurrección restauró al mundo abatido el mismo día y en la misma estación en la cual él mismo, al principio de los tiempos, creó el mundo de la nada. Así todo ha sido restaurado en Cristo, las cosas del cielo y las de la tierra, porque, como dice el apóstol, todo proviene de él, por medio de él y en él, a él la gloria por los siglos...

En efecto, él murió por el hombre el sexto día de la semana, el mismo día en que lo había creado...

De esa forma, aquel que "el primer día", creó el cielo y la tierra, de la que después formó al hombre, así también en otro "primer día" restauró al hombre entero para quien había sido creado el universo" (S. Gaudencio de Brescia, Sobre el Éxodo 1, 3.10).

Ésta es la teología, pero una sana teología se refleja incluso en pequeños detalles de la liturgia. Ese aspecto 'primaveral', 'cósmica', debe cuidarse, por ejemplo, en que las flores frescas rebosen de alegría en el presbiterio, no sólo la Vigilia pascual, sino el cuidado amoroso de que durante los cincuenta días de Pascua el presbiterio esté rebosante de flores (haya o no haya Primeras Comuniones... como a veces vemos presbiterios muy cuaresmales en Pascua para no gastar dinero en flores hasta que haya Comuniones), y que el cirio pascual durante los cincuenta días esté adornado con flores.

También el agua, elemento creado, debe ser destacada con una aspersión abundante y expresiva en la vigilia pascual (y en los siete domingos pascuales) y el exorno de la fuente bautismal.


1 comentario:

  1. Son muy importantes los símbolos pues no debemos olvidar que los cinco sentidos nos los dio el Creador, y que si los utilizamos bien nos ayudaran en nuestra vida espiritual.

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