Sin necesidad de muchas glosas ni explicaciones, vamos a ir leyendo en varias catequesis dos discursos magistrales, sublimes, que con el tiempo se han convertido en lugar obligado y referente para entender la relación entre la Iglesia y la belleza, entre la Iglesia y los artistas.
Estos dos discursos son los pronunciados por Pablo VI en 1964 y el de Benedicto XVI en 2009. Ofrecen una relación teológica y pastoral entre la Iglesia y la belleza misma, que es una cualidad de Dios mismo (¡Dios es Hermosura siempre antigua y siempre nueva!) y por tanto la relación delicada de la Iglesia con el arte en todas sus expresiones, desechando el feísmo, el mal gusto, la copia, la baja calidad.
Entre todos, en los comentarios, iremos viendo los discursos y sacando las consecuencias.
Disfrutemos leyéndolos.
"¡Queridos Señores e Hijos aún más queridos!
Nos apremia, antes de este breve coloquio,
alejar de vuestro ánimo la posible aprensión o turbación fácilmente
comprensible en quien se encuentra, en una ocasión como ésta, en la Capilla Sixtina.
Quizá no exista un lugar que haga pensar y temblar más que éste, que infunda
más embarazo y al mismo tiempo que excite más los sentimientos del alma. Pues
bien, precisamente vosotros, artistas, debéis ser los primeros en apartar del alma
el instintivo titubeo que nace al penetrar en este cenáculo de historia, arte,
religión, destinos humanos, recuerdos, presagios. ¿Por qué? Pues porque éste
es, precisamente y ante todo, un cenáculo para artistas, un cenáculo de
artistas. Y por tanto deberéis en este momento dejar que la magnitud de las
emociones, los recuerdos, la exultación -que un templo como éste puede provocar
en el alma- invada libremente vuestros espíritus.
Y no lo es sólo porque una tradición de
suntuosidad, de mecenazgo, de grandeza, de fastuosidad circunda su ministerio,
su autoridad, su relación con los hombres, y porque tiene necesidad de este
cuadro decorativo y expresivo para decir a quien no lo supiese quién es él, y
que Cristo lo ha querido en medio de los hombres. Sino que lo es por razones más
intrínsecas, que son las que hoy nos ocupan y que interesan nuestro espíritu,
es decir, son razones de nuestro ministerio las que nos hacen venir a vuestro
encuentro. ¿Hemos de decir la gran palabra que por otra parte ya conocéis?
Tenemos necesidad de vosotros".
(Pablo VI, Hom. en la Misa con los artistas, 7-mayo-1964)
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