"Dime ahora, por favor, hijo mío. ¿qué provecho saca el alma de amar la belleza carnal? ¿No es como el heno que, cuando lo azota el calor del verano, se va secando y poco a poco pierde su original hermosura? Comparable es también su aspecto a la naturaleza humana: cuando se le va acercando la vejez, toda su original hermosura desaparece y de los que antes atraía enamorados después es su odio lo que siente. Pues al sobrevenir la muerte, entonces toda belleza se borrará por completo y entonces comprenderás que era vanidad lo que antes querías para nada. Cuando veas todo el cuerpo convertido en una masa hinchada y maloliente, ¿no te estremeces de espanto al mirarlo? ¿No te tapas la nariz para no soportar ese horrible mal olor? ¿Dónde está después todo aquel deleite?
Rebusca por si queda algún rastro de su original hermosura. ¿Dónde están la placentera suntuosidad y los festines opulentos? ¿Dónde las palabras halagadoras que ablandaban los corazones ingenuos? ¿Dónde las dulces pláticas que infundían desazón en los enamorados? ¿Dónde la risa desmedida y ociosa? ¿Dónde toda esa alegría desenfrenada e inútil? Como corriente de agua que pasa, por ningún sitio ya aparecieron. Este es el fin de la belleza carnal que amabas: este el término del deleite corporal.
Así pues, repliega tu espíritu lejos de estos amores obscenos y dirige todo tu amor a la deslumbrante belleza de Cristo, para que los rayos de su resplandor iluminen tu corazón, y toda oscuridad tenebrosa se disipará de ti. Esta belleza es la que hay que amar, hijo, la que acostumbra a infundir alegría espiritual en los amantes. Esta es la hermosura que hay que abrazar de cualquier modo, la que puede granjearnos una apacible serenidad.
Evitemos las bellezas perniciosas para que no se nos condene a todo género de males. Pues muchos, arrobados ante los semblantes de las mujeres, naufragaron en la ruta de la verdad; y muchísimos otros, de tanto deleitarse en sus adornos, sufrieron la perdición de sus almas y, desde la cima de la perfección en la que estaban, se hundieron en lo profundo del infierno. Así que, ¡cuidado, hijo mío, con esos semblantes por culpa de los cuales ya ves que muchísimos han perecido!
No bebas, por favor, esas copas por las que observas que muchos han sucumbido; no tomes esos bocados que has visto que otros comen para su perdición. No te dirijas de nuevo allí donde muchísimos sufrieron el naufragio. Evita las trampas en las que ya advertiste que otros habían caído. Pídele al Señor un corazón prudente y un sentido despierto para que no se te oculten los engaños y astucias del enemigo y no caiga tu pie en sus redes.
El sabio no anhela la hermosura del cuerpo sino la del alma, el que no es sabio abraza sólo la apariencia de los adornos carnales. El sabio rechaza a la mujer acicalada, pero el necio la desea y tropezará miserablemente con esa zancadilla...
Cristo no se deleita en la hermosura del cuerpo sino en la del alma. Ama, pues, hijo mío, aquello en lo que se deleita Cristo"
(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 8).
Inmenso San Basilio!!! Me recuerda una de las últimas homilías del Papa Francisco, en donde habla de las riquezas que nos esclavizan.
ResponderEliminarUna de estas riquezas es "la fascinación de lo provisional”. La adicción al lo inmediato que ata a las apariencias contingentes y nos aleja de lo eterno y verdaderamente bello.
Que Dios le bendiga D. Javier y demás lectores :D
Néstor:
Eliminar¡¡Si es que los Padres son inmensos, inacabarcables!!
¡Qué riqueza en sus obras!
Para ellos lo único válido era Dios, y a Dios encaminaban como realidad absoluta.
Un abrazo.
Me parece un consejo fantástico para evitar la tentación de la lujuria, aunque echo de menos un elogio al amor humano, al amor fiel y permanente de los esposos que se entregan en cuerpo y alma para fundar una familia para Dios. Es una vocación maravillosa y es imagen excelente del amor intratrinitario.
ResponderEliminarFelicitas:
EliminarPretende el autor elevarnos a Dios, orientarnos a Él y a la suma Belleza.
En la mentalidad de los Padres (que ya no es la nuestra), el matrimonio se ceñía a este tiempo y con fines concretos, y apenas predicaban de su santidad o de su vocación, sino en sentido moral (fidelidad, castidad, etc.) y sentido escatológico (es sólo para este tiempo, vivamos ya la vida angélica del cielo).
Un abrazo.
Pues a mí me ha recordado la frase que se atribuye a san Francisco de Borja: “Nunca más servir a señor que se me pueda morir" y otras como “concertar el reloj del alma, controlar los sentidos, limpiar el espejo del ánima”.
ResponderEliminarEn oración ¡Qué Dios les bendiga!
Julia María:
EliminarEso es. "Sólo Dios", y a Él orientarlo todo despreciando lo que parece un goce terreno, que es muy vacío y muy efímero.
Un abrazo
Muchas gracias, Padre Javier. Exhortación encomiable, tan a propósito en estos tiempos, que son el triunfo de lo banal, lo superficial y lo momentáneo. Y no han debido de ser los únicos.
ResponderEliminarSigo rezando. DIOS les bendiga.
Antonio Sebastián:
EliminarExhortaciones así -si las tomamos en serio- nos reorientan para no perdernos y tener clara la meta y cómo llegar.
Un abrazo.
Padre Javier:
EliminarMuchas gracias por su abrazo y por su exhortación. Como Usted bien sabe, estoy en pleno proceso de reorientación, y en estos momentos en un punto de demasiada fragilidad y desorientación. Es lo que parece que me toca ahora, y creo que esta debe ser mi ofrenda de alabanza a DIOS en estos instantes. Sigo rezando. Hay ciertas cosas, que aunque Usted no se percate, me están haciendo mucho, mucho bien. DIOS le bendiga.
¿Qué pasaría si la gente pasara el mismo tiempo acicalando su alma que el que dedica a su pelo-no lo digo por usted ni por su cuidada barba, don Javier…-, por ejemplo?
ResponderEliminarDios no ve como el hombre, el hombre ve las apariencias, Dios ve el corazón” (1 Sam 16,7). ¿No deberíamos intentar lucir un alma bella, brillante y espléndida a los ojos de Dios?
la colmena:
EliminarCon vosotros me permito el tono de humor.
¿¿A qué viene ese ataque a mi barba, que empieza a encanecer a pasos rápidos, aunque no agigantados?? ¿¿Me merezco que me ataquéis?? Uf... entre economistas y literatos y abogados he ido a caer...
Acicalarse no es malo: el orden exterior, y la belleza exterior, deben ser siempre un buen signo de orden y belleza interiores, muy distinto al culto al cuerpo -más operaciones 'estéticas', más capas de maquillaje de chapa y pintura-, pero el alma debe igualmente estar acicalada, bien dispuesta, ungida y perfumada para su Señor.
Un fortísimo abrazo, y no dejéis ni de escribir ni de emplear el humor y las bromas sanas.