sábado, 18 de mayo de 2013

El seglar bautizado es un testigo

La fe -¡Año de la fe!- convierte al bautizado en un apóstol y en un testigo. En apóstol por cuanto es enviado al mundo, a los hombres, por parte del Señor; en testigo, porque de lo que ha visto y oído, de lo que sus manos tocaron, la Palabra de la Vida, da un testimonio real y elocuente en el mundo.

La fe se encarna en los testigos, no en los ideólogos. La fe suscita testigos, y el mundo contemporáneo pide maestros que sean siempre a la vez testigos con su vida de Jesucristo.

El testimonio cristiano se da cuando se vive la fe bautismal sin reducciones, sino alcanzado su virtualidad completa, desarrollándola, y se fortalece la fe misma con el testimonio dado. Apóstol y testigo es todo bautizado, por tanto, también todo seglar en su ambiente, en el orden temporal y mundano.

Esta es otra preciosa catequesis de Pablo VI en el Año de la fe para formarnos y remover la conciencia.

"Un pensamiento actual se nos ofrece a la breve exhortación con la que queremos dar a la audiencia general un contenido doctrinal, familiar y modesto, digno de recuerdo y de reflexión; el pensamiento es sobre la exaltación que el Concilio ha hecho de cada uno de los miembros de la santa Iglesia, de cada fiel, de donde ha resultado la dignidad y la misión que competen al cristiano en cuanto tal y por ello también al simple laico. Esta magnífica doctrina merece ser comprendida y meditada;  nos lleva a las fuentes del misterio de la Iglesia, nos hace reflexionar sobre la naturaleza y la vocación del pueblo de Dios, y debe nutrir en profundidad la conciencia de cada fiel, y puede dar también al laico, al simple cristiano, no revestido de poder eclesiástico, ni perteneciente al estado religioso, un sentido vivo de su plenitud espiritual y de su compromiso apostólico con respecto a la comunidad eclesial (Cf. "Prima Romana Synodus", núms. 208 ss; Lumen Gentium, cap. IV).

Quisiéramos que estas enseñanzas fueran familiares para cada uno de vosotros. Cada fiel y, digámoslo ahora, cada seglar debería darse cuenta de su definición y de su función en el cuadro del designio divino de la salvación (Cf. Rahner, XX siècle, págs. 125 ss). Bástenos ahora en esta charla elemental presentar a vuestra consideración una palabra, que tiene mucha fortuna en el lenguaje espiritual moderno, la palabra "testimonio". Es una bella palabra, muy densa en significado, emparentada con otra, más grave y específica, "apostolado", del que el testimonio parece ser una forma subalterna, pero bastante extensa, que va desde la sencilla profesión cristiana, silenciosa y pasiva, hasta la cima suprema, que se llama martirio y que significa precisamente testimonio. Esto indica ya que el término, hoy tan usado, de testimonio, encierra, más aún, manifiesta muchos aspectos de la mentalidad cristiana; de estos aspectos sólo vamos a referirnos a algunos, para ofrecer en este diálogo nuestro tema para vuestras sucesivas indagaciones mentales.

Significado del testimonio


Primer aspecto, ¿qué significa la palabra testimonio? Lo dicen los juristas: es la declaración con que se atestigua que una cosa es verdadera. Tomada en este sentido se puede decir que todo nuestro saber (salvo el que nosotros mismos hemos verificado y descubierto directamente) descansa en el testimonio ajeno, tanto la ciencia como la historia. En el sentido que ahora nos interesa, testimonio es la transmisión del mensaje cristiano; una transmisión por el ejemplo, por la palabra, por las obras, por la vida vivida, por el sacrificio en homenaje a la realidad poseída como valor; valor superior al propio bienestar y a veces a la misma integridad propia. Es una verdad profesada, con intención de comunicarla a los demás. Esto supone tres cosas fundamentales: la propia convicción, personal ante todo; lo que exige, a su vez, una conciencia formada y convencida. ¿Qué testimonio cristiano puede dar quien no posee un conocimiento suficiente de Cristo, quien no vive de su palabra y de su gracia?

El testimonio no es una simple profesión externa, convencional; no es un oficio habitual, es una voz de la propia conciencia, un fruto de vida interior; es, en su mejor caso (asegurado al discípulo fiel), el don de una inspiración que brota limpia e imperiosa del fondo del alma (cf. Mt 10,19). Es un acto de madurez y de coraje, para el que el cristiano debería estar siempre preparado; nos lo enseña San Pedro: deberéis estar "siempre preparados, para dar satisfacción a quien quiera que os pida razón de la esperanza que hay en vosotros" (1Pe 3,15).

La segunda cosa fundamental, referente al testimonio cristiano, es la función que ejerce en la economía religiosa y cristiana; la economía, es decir, el designio, el plan que rige todo el sistema de nuestras relaciones con Dios y con Cristo, se funda en el testimonio. Un testimonio en cadena, como dijimos en otra ocasión (Cf. Mensaje para la Jornada Misionera"): Cristo es el primero, el gran testimonio de Dios, Verbo Él mismo de Dios, maestro, que pide fe en su persona, en su palabra y en su misión. Luego vienen los apóstoles, testigos oculares y oyentes; recordad las incisivas palabras del evangelista Juan: "lo vimos y damos testimonio" (1Jn 1,2). Y San Agustín que comenta: "Dios ha querido tener a los hombres por testigos" (In Ep. ad Parthos, PL 35, 1979). Lo dijo Jesús al despedirse de sus Apóstoles: "seréis mis testigos" (Hch 1,8).

El fin del testimonio

Se podrían multiplicar las citas; todas coinciden en evidenciar que nuestra relación con el hecho cristiano, con la verdad revelada, procede de la adhesión a un testimonio, a un magisterio, que llega a nuestras almas en concomitante paralelismo con otro testimonio, invisible e irreducible a un lenguaje adecuado, pero no sin relación normalmente a formas preconstituidas, los sacramentos, el del Espíritu Santo, "que da testimonio a nuestro espíritu" (Rm 8,16), como nos enseña San Pablo.

Esto nos enseña, finalmente, una tercera cosa: el fin del testimonio. A qué tiende; en nuestra práctica, a qué debe tender: a crear fe. El testimonio es operador de fe. El Concilio habla de ello continuamente (cf. LG 10-12; AG 21, etc.). El testimonio cristiano es el servicio a la verdad que Cristo ha dejado al mundo, es la transmisión de esa herencia de salvación.

La conclusión, hijos carísimos, es ésta: "El seglar -el fiel cristiano- es por esencia un testigo. Su estado es el testimonio" (Guitton). No es maestro calificado, no es ministro sacerdotal. Es testigo de lo que enseña la Iglesia y de lo que el Espíritu Santo le hace aceptar y en cierto modo experimentar y vivir.

¡Qué gran misión la de ser testigo de Cristo!
¡Cada uno de vosotros lo puede y lo debe ser!"

(Pablo VI, Audiencia general, 10-enero-1968).



5 comentarios:

  1. Perfecta la catequesis del Papa: "palabra, obras, vida vivida, sacrificio en homenaje a la realidad poseída como valor ".

    Al atardecer de la vida te examinarán en el amor nos dice san Juan de la Cruz. Nos pregunta Cristo; pregunta por nuestro amor hacia Él. Este amor produce un descentramiento, sus intereses son mis intereses; el Espíritu que movió la vida pública de Cristo se hace mío y me convierte en testigo, amor efectivo, no afectivo, que compromete mi vida tal y como comprometió la del Señor. Una gran cadena de la única fe en la que, sostenidos unos por otros, compartimos el compromiso de transmitir lo que hemos recibido.

    (¡Mira que llamar “miembra” a una “feminista” que no cree en la igualdad-identidad sino en la dignidad-diferencia! Risas).

    En oración ¡Qué Dios les bendiga!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Julia María:

      Menos mal que su lenguaje es certero, porque me horroriza la identificación del "cristianismo = amor" y lo demás es relativo. Es charitas, un amor sobrenatural que proviene de Él y que suscita la respuesta.

      Además el testimonio desencadena la gran cadena de testigos y creyentes, de santos, que transmiten lo que han recibido y han intentado encarnar.

      Y lo de "miembra" se lo ganó vd. a pulso ... jejejeje

      Eliminar
  2. Si, una perfecta catequesis del Papa. Amemonos los unos a los otros como CRISTO lo hizo, y amemos a nuestros enemigos. Me da por pensar que eso puede evangelizar mucho y bien, y también creo que es a eso a lo que se llama "ser testigo". No es un logro carnal, no es un logro humano, y es una evidencia clarísima de la Gracia, porque AMAR así, no sale de la carne. En realidad, pudiera ser que en principio pareciera algo utópico o inalcanzable, pero no creo que sea así. Bueno, lo sería si lo tuviéramos que hacer nosotros, pero nosotros no hacemos nada. La Gracia lo hace todo, el Espíritu Santo Lo hace todo. Tengo para mi que DIOS hace el trabajo y nosotros nos cansamos.
    Si, formemonos, y también que DIOS nos dé forma y a ponerse a ello.
    Yo acabo de empezar y no estoy formado, pero me parece un buen planteamiento inicial, tanto para evangelizar, como para ser testigo, así que procuraré no estorbar, para que DIOS haga su trabajo. Alabado sea DIOS.
    Muchas gracias, Padre. Feliz Pentecostés. Sigo rezando. DIOS les bendiga.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Antonio Sebastián:

      Pero evangelizar y dar testimonio es proclamar públicamente que Jesucristo es el Señor; lo que oímos en privado, gritarlo desde las terrazas. Esa tarea de difusión y anuncio claro fue la que hicieron los apóstoles, esa es la evangelización, y hay que remarcarlo.

      Saludos!!!

      Eliminar
  3. Padre Javier:

    Muchas gracias por sus saludos. Amarnos los unos a los otros como CRISTO lo hizo y amar a los enemigos, me da por pensar que da un cante de los "que no se pué aguantá". Es que no hace falta "ni gritá". Lo que no es incompatible con que además se grite por todas partes. Porque tengo para mi, que quien AMA de esa manera es muy improbable que se pueda callar.
    Por otra parte, me da por pensar que si los apóstoles difundieron el Evangelio, es precisamente por sentir ese AMOR, el AMOR del Espíritu Santo, el AMOR de la Gracia. Ese AMOR, que es imposible callar. Intuyo que ambas cosas son lo mismo. Y por favor, Padre, corríjame si me equivoco, que yo estoy aquí para aprender.
    Sigo rezando. Abrazos en CRISTO. DIOS les bendiga.

    ResponderEliminar