Se repiten muchísimo en Adviento textos que nos recuerdan, invitan, empujan, a aguardar la Venida de Cristo, pero este aguardar es paciente. Recordemos la lectura del apóstol Santiago en Vísperas, los jueves, señalando: "Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda..." (St 5,17). O algunas preces de Laudes que rezan:
- Cólmanos de alegría y paz en nuestra fe, para que rebosemos de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo.
- Haz que nos mantengamos firmes, Dios de clemencia, hasta el día de la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
- Concédenos, por tu misericordia, llevar ya desde ahora una vida sobria y religiosa, mientras aguardamos la dichosa esperanza, la aparición gloriosa de Jesucristo.
- Tú que desde el trono del Padre todo lo gobiernas, haz que aguardemos con alegría la dicha que esperamos, tu aparición gloriosa.
Aguardando a Cristo, es necesario que germine en el corazón la virtud de saber esperar; para ello la constancia y la paciencia son necesarias, dan serenidad y firmeza, no se dejan abatir, ni se "desilusionan", sino que avanzan paso a paso, firmes, tranquilas, para que jamás la esperanza decaiga sino que crezca y se sostenga. Son virtudes que hacen al hombre grande.
"La Liturgia propone un pasaje de la Carta de Santiago, que comienza con esta exhortación: "Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor" (5, 7). Me parece particularmente importante, en nuestros días, subrayar el valor de la constancia y de la paciencia, virtudes que pertenecían al bagaje normal de nuestros padres, pero que hoy son menos populares, en un mundo que exalta, más bien, el cambio y la capacidad para adaptarse a situaciones siempre nuevas y diversas. Sin nada que quitar a estos aspectos, que también son cualidades del ser humano, el Adviento nos llama a potenciar esa tenacidad interior, esa resistencia de espíritu, que nos permiten no desesperar en la espera de un bien que tarda en llegar, sino más preparar su venida con confianza operante.
"Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías. Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca" (Santiago 5, 7-8). La comparación con el campesino es muy expresiva: quien ha sembrado en el campo tiene ante sí meses de espera paciente y constante, pero sabe que la semilla mientras tanto cumple con su ciclo, gracias a las lluvias de otoño y primavera. El agricultor no es fatalista, sino que es un modelo de esa mentalidad que une de manera equilibrada la fe y la razón, pues, por una parte, conoce las leyes de la naturaleza y cumple bien con su trabajo, y, por otra, confía en la Providencia, dado que algunas cosas fundamentales no dependen de él, sino que están en las manos de Dios. La paciencia y la constancia son precisamente síntesis entre el compromiso humano y la confianza en Dios.
"Fortaleced vuestros corazones", dice la Escritura. ¿Cómo lo podemos hacer? ¿Cómo pueden ser más fuertes nuestros corazones, si ya de por sí son más bien frágiles, y si la cultura en la que estamos sumergidos les hace más inestables? La ayuda no nos falta: es la Palabra de Dios. De hecho, mientras todo pasa y muda, la Palabra del Señor no pasa. Si las vicisitudes de la vida nos hacen sentirnos perdidos y parece que se derrumba toda certeza, tenemos una brújula para encontrar la orientación, tenemos un ancla para no ir a la deriva. Aquí se nos presenta el modelo de los profetas, es decir, de esas personas a las que Dios ha llamado para que hablen en su nombre. El profeta encuentra su alegría y su fuerza en la Palabra del Señor, y mientras los hombres buscan con frecuencia la felicidad por caminos que se revelan equivocados, él anuncia la verdadera esperanza, la que no nos decepciona, pues está fundamentada en la fidelidad de Dios. Todo cristiano, en virtud del Bautismo, ha recibido la dignidad profética: que cada uno pueda redescubrirla y alimentarla, con una asidua escucha de la Palabra divina. Que así no los alcance la Virgen María, a quien el Evangelio llama bienaventurada porque ha creído en el cumplimiento de las palabras del Señor (Cf. Lucas 1, 45). (Benedicto XVI, Ángelus, 12-diciembre-2010).
Por eso, oremos diciendo:
Señor, que tu pueblo permanezca en vela aguardando la venida de tu Hijo, para que, siguiendo las enseñanzas de nuestro Salvador, salgamos a su encuentro, cuando él llegue, con las lámparas encendidas (OC Viernes II Adv.).
Debemos pedirle al Señor paciencia y constancia, fundamentalmente, en estos tiempos que vivimos de falta de amor para con Él.
ResponderEliminarFeliz día de Adviento para todos.
Buen momento, el Adviento, todos los advientos, para prepararnos para el Martirio luminoso y cotidiano,
ResponderEliminarcruento o incruento, según la voluntad de Dios,
en bien de las almas, que el Señor está cerca.
El Señor vendrá, y hemos de ser testigos de su venida a las tinieblas de esta Ciudad Oscura.
Como ciudadanos de la Ciudad Celeste y luminosa, a imagen del Hombre Celestial que ha de venir, oremos con todo el corazón y dispongámonos día a día a que el Agua de la Lluvia de Vida penetre en nosotros y brote al fin la Luz del Testimonio.
Laus Deo
Preciosa oración don Javier. Qué difícil es que se consolide en nosotros la virtud de la paciencia, cuando crees que está más cerquita, zás te das el castañazo.
ResponderEliminar¡Qué Dios les bendiga!
Muy apropiado el título de esta entrada, ya entiendo por qué sentía que debía entrar y leer. Que llevo unas semanas terribles con la salud y mi paciencia se agotaba. Recojo el agua viva aquí que refresca mi alma. Feliz Domingo de "Gaudete "para todos
ResponderEliminarno escribo muy bien pero si te entiendo y me has llenado el alma , lenta camino a veces demasiado y mi paciencia se inquieta la he vuelto a coger de nuevo para seguir en la espera de la gozosa alegría del nacimiento de Jesus y abrir mi corazon sin temor cuanto te amo mi Dios ,estoy en la espera de recibirte y dar fruto como Tu quieras SEÑOR ) Gracias Javier afectuosos saludos ...Maria ( pongo anónimo ,no me deja ,ya lo arreglare )
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