miércoles, 20 de abril de 2022

La nube en el NT: la Anunciación



         Dos ejemplos significativos de la nube en el N.T. son la Anunciación y la Transfiguración, en los cuales hay una alusión, en el primero implícita, en el segundo explícita, para poner de relieve cómo la gloria del Señor, por medio de la nube, se hace presente en la vida de Jesús.




        La Anunciación, relatada por Lucas (1,26-38), es una construcción literaria para expresar el sí libre de María a Dios y la encarnación del Verbo, no por medio humano, sino por la obra exclusiva de Dios por el Espíritu. La forma de realizarlo está expresada por Lucas con una alusión a la nube del Éxodo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (1,35a). La sombra a la que hace referencia el texto proviene del anan -cubrir-, el verbo hebreo que se relaciona con la nube -anan- que manifiesta el kabod, la gloria del Señor. 

Dice el texto griego: "pneuma 'ágiov epeleúsetai epì sè kaì dúnamis upsístou episkiásei soi", siendo "episkiásei" un verbo que significa cubrir con su sombra, proyectando una sombra, acción que realiza el Espíritu Santo ("epeleúsetai"), expresada por el verbo epérjomai, que también significa cubrir proyectando sombra, venir, etc... Por eso podemos identificar perfectamente uno y otro miembro de la acción, el Espíritu con el poder del Altísimo[1], la venida del Paráclito con la sombra proyectada y, por tanto, la nube con el poder del Altísimo que desciende sobre la nueva tienda que es María. Así la sombra proyectada por el Espíritu que cubre a María se pone en relación con la sombra que proyecta la nube sobre la tienda donde se depositaba el arca, como vimos al analizar el texto fundamental de este trabajo (Ex 40,34-38)[2] y como aparece reflejado en otros textos paralelos, ya citados anteriormente.


Oyes cómo nuestros padres estuvieron bajo la nube, y una nube ciertamente beneficiosa, ya que refrigeraba los ardores de las pasiones carnales; la nube que los cubría era el Espíritu Santo. Él vino después sobre la Virgen María, y la virtud del Altísimo la cubrió con su sombra, cuando engendró al Redentor del género humano (S. AMBROSIO, De myst., nº 12-16).



         El poder del Altísimo es una forma de nombrar al Señor, evitando decir su nombre, y, como vimos antes, se identifica con el Espíritu Santo al realizar la misma acción; el texto, por tanto, presenta a Dios mismo como el que va a venir sobre María, y la forma de hacerlo va a ser mediante la nube, identificada aquí con el Espíritu Santo que es el que fecunda a María, cubriéndola con su sombra para que lo que va a nacer de ella sea llamado "Hijo del Altísimo", ya que va a ser concebido según la fuerza y la potencia de Dios mediante su Espíritu.


         Por esta razón, María es equiparada a la tienda del arca, a un nuevo tabernáculo, al ser cubierta por la nube que es el Espíritu:

Cuando terminó la construcción del mismo, 'la nube cubrió la tienda del encuentro y la gloria del Señor llenó el santuario.' Si se cotejan estas palabras con las que recoge San Lucas como pronunciadas por Gabriel, se descubre con facilidad en el anuncio del ángel, bajo la sombra del Altísimo que cubre a María como una nube, la presencia en su seno de quien es también Señor y Dios, como el que ocupó el santuario israelita[3].


         Visto esto, creemos que se puede afirmar que María es el arca de la nueva alianza, porque contiene al que es la alianza entre Dios y los hombres, Jesús. Una alianza nueva y definitiva sellada entre Dios y su nuevo Pueblo que es la Iglesia. Ella contiene en su seno y en su corazón[4] la nueva Alianza que es Jesús, por eso es el arca de la nueva Alianza: así la llama la Iglesia en sus textos eucológicos: "por medio de la bienaventurada Virgen María, arca de la nueva alianza, llevaste la salvación y el gozo a la casa de Isabel"[5]. Y con alusiones eminentemente bíblicas, María es alabada como templo de la divinidad[6], morada de Dios, arca...:

La Virgen María, por el misterio de la Encarnación, y por su fe obediente, se convirtió en templo singular de tu gloria, casa de oro adornada por el Espíritu con toda clase de virtudes, palacio real resplandeciente por el fulgor de la Verdad, ciudad santa que alegran los ríos de su gracia, arca de la nueva Alianza que contiene al Autor de la nueva ley, Jesucristo, Señor nuestro[7].


         Esta realidad la vemos cumplida en María. La nube era el signo de la presencia consoladora del Señor en medio de su pueblo, como anuncio y profecía del Dios-con-nosotros, reafirmando la fe del pueblo peregrinante por el desierto. Era el análisis que hacíamos, en una de las múltiples lecturas, de Ex 40,34-38; esto se realiza plenamente en María: la nube que cubre a María hace realidad la presencia consoladora del Señor en medio de su pueblo, para salvarlo; Jesús, el Dios-con-nosotros, viene por medio de la nube que es el Espíritu, al seno de María, para hacernos ver que Dios no se olvida de su pueblo sino que, como se dice en el libro de Isaías, "con misericordia eterna te quiero" (Is 54,7) y lo demostró el Señor haciéndose presente en medio de la historia por la encarnación de Jesús; la nube, el Espíritu, hace presente a Jesús en la nueva tienda del encuentro que es María.


  
       María es el nuevo templo. Al igual que veíamos en 1Re 8,10[8] cómo la nube consagra la morada de Dios entre los hombres, así en Lc 1,35 vemos cómo es la misma nube, i.e., el Espíritu Santo, el que consagra la nueva morada de Dios con los hombres: María se convierte en Templo que "contiene" la gloria del Señor: Jesucristo encarnado. Es un espacio santo, consagrado, por el mero hecho de haber sido cubierto con la sombra de la nube, dando lugar un templo vivo en el que Dios habita, signo de la presencia y del poder del Señor. Por esta razón, podemos denominar a María, templo de Dios.

         Para iluminar este texto de Lc 1,35, es imprescindible, remitirnos a otro pasaje íntimamente relacionado con éste: Jn 1,14. A partir de una exégesis del texto podemos ver la relación que mantiene con Lc 1,35 y hacer una lectura teológica, creemos que bastante rica. "La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" texto clave de Juan en su prólogo en que manifiesta cómo Jesús, verdadero Dios, se hace presente en medio de los hombres. Remitiéndonos al texto original, encontraremos una traducción, menos literaria, pero más fiel: "Kaí ó logos sárx egéneto kaí eskénosen en emin". 

El centro del versículo lo encontramos en el verbo eskénosen. El Logos se hace carne verdadera y entre nosotros planta su tienda, pone su morada. "Eskénosen" viene del verbo skenóo que significa acampar, y del cual se deduce la palabra skénoma que se traduce por tienda. Así el verbo skenóo puede -¿debe?- traducirse por poner la tienda. Nos quedaría así el versículo: "La Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros." En este sentido, la Palabra es indudablemente Jesucristo, que pone su tienda entre nosotros. Es una clara evocación de la tienda del encuentro (o del testimonio), así la Palabra -Dios mismo- planta su tienda en medio de nosotros al encarnarse, al hacerse carne. María será pues, la tienda del encuentro donde la Palabra se hace carne, y es fecundada por la gloria del Señor, su Espíritu, que, al igual que la nube, la cubre con su sombra.


         Podemos ver la relación entre la tienda del encuentro y la tienda a la que hace alusión Juan. Sabemos que la tienda en Ex es denominada la miskan, y la tienda a la que hace referencia Jn surge del verbo skénoo, relacionada con la palabra sekinah que, aunque de ámbito judío, no estrictamente bíblico, revela ciertamente, la tienda del encuentro. Juan juega con las consonantes: de miskan a sekinah[9]. Seguimos a Cándido Pozo en la exégesis de este texto, un tanto larga, pero clarificadora:

Es interesante afirmar que el tema de la segunda alusión de Lc 1,35 sea el tema de la sekinah, sobre todo si se tiene en cuenta que cuando San Juan escribo 'Y el Verbo se hizo carne y acampó [puso su tienda de campaña] entre nosotros' (Jn 1,14), para expresar la idea de habitar, utiliza el verbo griego skenóo, que tiene las mismas consonantes que la palabra hebrea sekinah; teniendo en cuenta la importancia de las consonantes en las lenguas semíticas, es imposible que el juego de palabras pasara inadvertido a Juan (al fin y al cabo un semita) y que no se más bien intencionado[10].

         La primera lectura que podemos hacer de Jn 1,14 iría en una línea de continuidad con el pasaje que antes hemos analizado (Lc 1,35). El poner la tienda en medio de su pueblo se puede ver desde una referencia implícita al misterio de María. Ella es la tienda en la que Dios hace morada como templo de la divinidad, donde el Verbo (: Logos) se encarna y se hace uno más entre nosotros, entrando en la historia y compartiendo nuestra existencia humana de forma plena, "semejante a nosotros en todo, excepto en el pecado" (Hb 4,15). Así, podemos ver en María la tienda donde está al arca de la nueva alianza, donde la Palabra toma carne y se hace hombre como nosotros. María, nueva tienda que, cubierta bajo la sombra de la nube-Espíritu Santo, lleva al Señor y no se consume, como la zarza de Moisés (Ex 3).

         Una segunda lectura o enfoque de Jn 1,14 lo tendríamos en cambiar el sujeto de la acción: la tienda no es María, sino el mismo Jesucristo. La tienda del encuentro es cubierta por el Espíritu y allí el hombre y Dios pueden hablar cara a cara y consultar al Señor. En esta nueva tienda, el hombre también puede hablar con Dios y consultarle, porque esta tienda es Cristo mismo: por él tenemos acceso a Dios, al Padre. Él es el único lugar de encuentro seguro entre el hombre y Dios. Esto es algo que ya expresa la Escritura: "Nadie va al Padre sino por mí" (Jn 14,6b) dice Jesús a sus discípulos indicándoles cómo Él es el punto de contacto entre el Padre y los hombres, de tal forma que "quien me ve a Mí, ve al Padre" (Jn 14,9b) ya que "el que me ve a mí, ve al que me ha enviado" (Jn 12,45), siendo Jesús el camino concreto (Jn 14,6) donde cualquier hombre puede acercarse al Padre. Jesús como nueva tienda hace posible que "cuanto pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá" (Jn 16,23), y es constituido como Mediador entre Dios y los hombres, como reiteradamente presenta la carta a los Hebreos (Hb 8,6; 9,15, etc...). Comprendiendo a Jesús como la tienda del encuentro entre Dios y los hombres, podemos entender esta lectura del evangelio de Juan y de la carta a los hebreos que hemos realizado.

         Siendo Jesús la tienda, ¿qué papel desempeña la nube? Si la nube es el Espíritu Santo, según la Tradición de los Padres, y el sentido que hemos ido descubriendo en el análisis que hemos ido haciendo, el Espíritu cubre la tienda; el Espíritu cubre, por tanto a Jesús, llenándolo de su fuerza y santidad. Es el episodio de la encarnación, en que por la virtud del Espíritu lo que va a nacer de María es llamado Hijo de Dios. También otros pasajes irían en esta línea, como, v.gr., el Bautismo de Jesús, en que el Espíritu desciende sobre Jesús en forma de paloma, cubriéndolo y derramando su espíritu de sabiduría y fortaleza (Is 11,1ss), porque el Espíritu del Señor reposa sobre el Mesías (Is 42,1). Plena manifestación de esta efusión del Espíritu sobre el Mesías Jesús será el Bautismo, narrado por los sinópticos. En este sentido es claro el discurso de Pedro: "ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo" (Hch 10,38), lleno del Espíritu.



    [1] Difiere de nuestra opinión, entre otros, POZO, Cándido, María en la obra de la salvación, Madrid, 1990 (2ª), pág. 333. Allí afirma que: "El Poder del Altísimo en Lc 1,35b no es tampoco un atributo concreto de Dios, su Omnipotencia (en tal caso, la idea de 35b sería mera reiteración de 35a), sino de designar a Dios mismo."
    [2] A este respecto dice Cándido Pozo: "La nube que cubre con su sombra el tabernáculo es un signo de que Dios mismo se hace presente. La gloria de Yahvé de Ex 40,34 es sinónimo de Yahvé mismo; de la misma manera que en Lc 1,35 'el poder del Altísimo' es una manera de nombrar a Dios". POZO, Cándido, María en la obra..., pág. 227. V. HARRINGTON, Wilfrid, J., El evangelio según S. Lucas, Madrid, 1972, págs 73 y 177.
    [3] CARDA PITARCH, José María, El Misterio de María, Madrid, 1986 (2ª), pág. 68. En este mismo sentido, Ex 40,35 y Lc 1,35 son comparados en BOFF, Leonardo, El rostro materno de Dios, Madrid, 1988 (6ª), pág. 137.
    [4] Cfr. O de la Misa de Sta. María, Madre de Dios, 1 de enero.
    [5] O de la Visitación de la Virgen María, 31 de mayo.
    [6] V. O 20 de diciembre; V., asimismo, O de La Virgen Mª, templo del Señor en MVM, O de la Inmaculada Concepción, 8 de Diciembre; también los Padres toman a María en este sentido: V. S. ATANASIO, De encarnatione, nº 8.
    [7] Pf de la Virgen Mª, templo del Señor en MVM.
    [8] V. CBSJ, 44:35.
    [9] Curiosamente, sekinah tiene las mismas consonantes que el verbo skenóo, a pesar de corresponder a dos idiomas distintos.
    [10] POZO, Cándido, María en la obra..., pág. 228. A este respecto, V. GALOT, Jean, ¡Cristo!, ¿Tú quién eres?, Madrid, 1982, nota 7, pág. 267; BOFF, Leonardo, El rostro materno..., nota 72, págs. 122 s. y DODD, C.H., Interpretación del cuarto evangelio, Madrid, 1978, págs 213 y 274.

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