Finalmente,
podemos leer el sacrificio de Isaac como figura del sacrificio en la cruz de
Jesús.
Un sacrificio decisivo, un
holocausto -como lo presenta Hb- de un Padre que "tanto amó Dios al mundo
que entregó a su Hijo único" (Jn 3,16). Porque es en Jesús, del linaje de
Abraham, cuando se cumple el sacrificio y la bendición.
Sacrificio que se
ofrece como cordero inmolado, igual que el carnero que ve Abraham en la cima
del monte, bendición que se da como salvación a todos los hombres por la
misericordia del Padre; uno se hace maldición para que nosotros alcancemos
la bendición:
Él pendió de la cruz para que,
colgado del madero, borrara el pecado que habíamos cometido en el árbol de la
ciencia del bien y del mal... Al final él fue hecho maldición -hecho, digo, no
nacido- para que las bendiciones prometidas a Abraham, siendo el autor y el
precursor, fueran transmitidas a los gentiles, y la repromisión por la fe de él
se cumpliera en nosotros (S. JERÓNIMO, Comentario sobre la Carta de los Gálatas).
Su
paciencia y obediencia prefigura, según los Padres, la paciencia
y obediencia de Jesucristo, que, hecho maldición por nosotros,
nos alcanza la bendición prometida:
Por último hallamos que
patriarcas y profetas, y todos los justos que prefiguraban a Cristo, ninguna
virtud guardaron como más digna de sus preferencias que la observancia de una
paciencia y ecuanimidad a toda prueba... Así, Abraham, que cree en Dios, y es
el primer padre y fundamento de los que creen, siendo puesto a prueba para
sacrificar a su hijo, no duda ni vacila, sino obedece el mandato de Dios con
entera resignación de su entrega. Isaac, que en figura representaba al Señor,
cuando se ofrece como víctima a su padre para ser inmolado se muestra paciente (S. CIPRIANO, De los bienes de la paciencia, 10).
Esta
lectura ya la hicieron los Padres: vieron una figura del único Sacrificio
que Dios aceptó como salvación y holocausto:
Abraham tomó la leña para el
sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo.
Los dos caminaban juntos. El hecho de que llevara Isaac la leña de su propio sacrificio era
figura de Cristo, que cargó también con la cruz; además, llevar la leña del
sacrificio es función propia del sacerdote. Así pues, Cristo es, a la vez,
víctima y sacerdote. Abraham tomó
el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el
cielo: '¡Abraham, Abraham!' Él contestó: 'Aquí me tienes'. El ángel le ordenó:
'No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a
Dios'. Comparemos estas palabras con aquellas otras del Apóstol, cuando
dice que Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros. Ved cómo Dios rivaliza con los hombres en magnanimidad y
generosidad. Abraham ofreció a Dios un hijo mortal, sin que de hecho llegara a
morir; Dios entregó a la muerte por todos al Hijo inmortal. Abraham levantó
los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Creo que
ya hemos dicho antes que Isaac era figura de Cristo, mas también parece serlo
este carnero. Vale la pena saber en qué se parecen a Cristo uno y otro: Isaac,
que no fue degollado, y el carnero, que sí fue degollado. Cristo padeció, pero
en el carne; sufrió la muerte, pero quien la sufrió fue su carne, de la que era
figura este carnero, de acuerdo con lo que decía Juan: Éste es el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo. La Palabra permaneció en la incorrupción, por lo que
Isaac es figura de Cristo según el espíritu. Por esto, Cristo es, a la vez,
víctima y pontífice según el espíritu. Pues el que ofrece el sacrificio al
Padre en el altar de la cruz es el mismo que se ofrece en su propio cuerpo como
víctima (ORÍGENES, Homilías sobre el libro del Génesis. Homilía 8,6.8.9).
O
también en textos patrísticos más venerables por su antigüedad, siempre es
presentado el sacrificio de Isaac como figura del sacrificio de nuestro
Redentor. Así, p.e., Melitón de Sardes:
Porque ha sido atado como un
carnero -dice acerca de Nuestro Señor Jesucristo- y ha sido esquilado como
oveja y ha sido conducido como un cordero, y ha sido crucificado como una
oveja, y llevó el madero sobre sus espaldas, conducido para ser inmolado como
Isaac por su padre. Pero Cristo padeció, Isaac, en cambio, no padeció porque
era figura de Cristo que padecería. [Mas habiendo venido a ser la figura de
Cristo, inspira a los hombres admiración y espanto. Se podía efectivamente
contemplar un misterio inaudito: un hijo conducido por su padre a la montaña
para ser inmolado, hijo al que colocó, con los pies atados, sobre el leño del
sacrificio, después de haber preparado cuidadosamente lo que era necesario para
su inmolación. E Isaac calló, atado como un carnero, sin abrir la boca y sin
pronunciar palabra. Sin temer al puñal, ni aterrarse ante el fuego, ni
entristecerse por el sufrimiento, animosamente, era la figura del Señor.
Estaba, pues, Isaac colocado en medio, atado como un carnero, y a su ver
Abraham, el puñal desenvainado, sin avergonzarse de asesinar a su hijo"].
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