domingo, 20 de marzo de 2022

La virtud de la templanza (I)



5. La moderación y el equilibrio en todo lo que resulta placentero, es la virtud de la templanza. Esta virtud, muy poco valorada, modera la inclinación de la carnalidad, de lo instintivo que hay en el hombre, a los placeres sensibles, especialmente del tacto y del gusto, conteniendo esta inclinación dentro de los límites de la razón iluminada por la fe, haciendo de nuestro comportamiento algo humano, razonable y moral, y no desenfrenado, cegado por los instintos como si fuésemos animales embrutecidos.




La moderación en todo, la sobriedad, el equilibrio, en definitiva, la templanza, modelan al creyente como un hombre nuevo, libre de sus pasiones, gobernando sus instintos; mucho más libre, más señor de sí mismo, que tantos hombres, influidos del nuevo paganismo que viven hoy, donde, para ahogar un vacío profundo, se entregan al desenfreno, a disfrutar, a todo tipo de placeres y excesos, y están destruyéndose.

La Palabra de Dios tiene múltiples exhortaciones para vivir con rectitud en medio del mundo. 

 
Los bautizados formamos un pueblo nuevo, nuestro anhelo y nuestro modo de vida es otro; en la carta a los Filipenses se establece esta contraposición: “muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y su gloria, sus vergüenzas, que no piensan más que en las cosas de la tierra. Pero nosotros somos ciudadanos del cielo” (Flp 3,18-20a). 

Como ciudadanos del cielo, hay un estilo cristiano: “Procedamos con dignidad: nada de comilonas y borracheras, nada de lujuria y desenfreno; nada de rivalidades y envidias, sino revestíos del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (Rm 13,13-14a).

 Es la carnalidad, los instintos ciegos del alma, lo que nos arrastran al pecado y al exceso de todo tipo: “Por tanto, mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y codicia” (Col 3,5). 

¿Cómo estar y situarse? Avisa la Escritura: “Sed sobrios, estad alerta, que vuestro enemigo, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar” (1P 5,8).

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