martes, 15 de marzo de 2022

La experiencia de la fe (y III)



            Dios ha actuado. Por medio de lo concreto de nuestra vida y sus dificultades, nos va despojando de nosotros mismos y de nuestras falsas seguridades. Salen a la luz las preguntas más fundamentales: 

¿Quiénes somos? 
¿A quién pertenecemos? 
¿Qué es lo que permanece cuando muchos de nuestros proyectos no se pueden realizar o han fracasado?



            Lo que queda es lo que nos ha sucedido y que nadie nos lo podrá arrebatar: el Hecho de Cristo en nuestra vida, el Acontecimiento único y excepcional que se ha vuelto en centro de todas las cosas, del corazón, del deseo, de la memoria, de los proyectos.

            ¡Queda el Acontecimiento de Cristo!, que nos ha sucedido, que ha venido, que nos ha provocado pero que nosotros no lo hemos suscitado. Es gracia: ¡se nos ha dado!, ha sucedido.

            Ahora bien: ¿lo esperamos todo de Cristo? ¿Esperamos todo de este Acontecimiento único? ¿O hemos perdido ese “amor primero”, esa fascinación por Él, acostumbrándonos y no dándole importancia? ¿Le hemos dejado a Cristo ser la inspiración de nuestros proyectos y la medida de todas las cosas o es sólo una cosa más en nuestras vidas?


            ¿Creemos de verdad y con todas las consecuencias e implicaciones que Cristo es la respuesta adecuada para nosotros ahora, en las circunstancias que vivimos? ¿O hemos dejado a Cristo fuera de lo que yo vivo aquí y ahora? La fe en Cristo, ¿es una fe que tiene que ver con mi vida o la he dejado aprisionada en unas fórmulas dogmáticas que no me cuestionen o en unas iniciativas sociales que hay que realizar?

            ¿Dónde queda mi fe? ¿Qué fuerza tiene?

            ¡Volvamos al amor primero, a la fascinación original por Cristo! Entonces podremos realizar la experiencia de la fe y ser creyentes, verdaderos creyentes, hombres de Dios por completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario