martes, 17 de septiembre de 2019

Aprender a amar (6)



Al final no era tan difícil: se aprende a amar mirando el Corazón de Cristo, su amor entregado, maduro, fiel, perseverante: amor que cree sin límites, aguanta sin límites, disculpa sin límites... 

Sólo un gran amor puede vencer todas nuestras impurezas y resistencias; sólo la vivencia real del Amor de Cristo nos puede redimir y enseñarnos a amar, y lo que es el amor, y darnos madurez.


Con Él, pongamos siempre manos a la obra, para que nuestro amor esté libre de egoísmo, de cualquier egocentrismo.



9. Para amar, saber hacerse presente

            Ilumina mucho una estrofa del Cántico espiritual de S. Juan de la Cruz:

            “mira que la dolencia
            de amor no se cura
            sino con la presencia y la figura”.

            El que ama “está presente”, se “hace presente” en la vida del otro. Los pequeños detalles lo permiten. ¿Cómo podríamos expresar ese “estar presente”?

-        Es dar espacio y tiempo al otro para que se exprese. Darle todo el tiempo del mundo sin mostrar prisas inoportunas. Hacerle sentir que ese momento es lo más precioso del mundo; estar pacientemente como si nada ni nadie más existiera.

-          Es escuchar y acoger con amor la interioridad del otro, sus sentimientos o sus problemas.

-     Es no tener prisa nunca con la persona a la que se ama, casi “detener el tiempo”. Las prisas demuestran poco interés, coartan la comunicación, enfrían el amor, y es muy propio del egoísta que a veces busca ocupaciones superfluas, evitando cualquier tema o pregunta que al final lo cuestione.


-      Estar presente es ir pasando por el propio corazón la vivencia, la existencia del otro. Amar es hacerlo mío.

-       Estar presente es compartir la intimidad del corazón, de forma que el otro pueda ir abriendo más su alma. (El egoísta, por lo general, un gran conversador, nunca se quitará su coraza).

-        Estar presente es un movimiento del amor, de mutua y recíproca entrega personal, hasta poderse decir: “estoy contigo”, y el otro lo pueda realmente sentir: “estás conmigo”; incluso en la distancia, “se están presentes”, “estoy contigo”.

-   Por la experiencia de estar presente, se da una plena, absoluta confianza. Uno confía plenamente en el otro, no duda, ni desconfía... porque ese estar presente es transparencia del uno con el otro; no hay zonas reservadas, parcelas que no se comunican: plena libertad, transparencia y, por tanto, cuando se “está presente”, la confianza se vuelve dulce. (El egoísta desconfía, es receloso de todos... por eso apenas es capaz de comunicarse. Todo lo calla... porque no acaba de fiarse; miente o disimula).


10. Para aprender a amar, hay que saber comunicarse

            Lo bueno de la persona que ama es que el amor de su alma es incondicional, y no va a juzgar ni a condenar al otro, por lo que éste puede manifestar su corazón tal y como es. ¡Pocas veces se encuentra este amor así! Pero el amor verdadero escucha y se da sin juzgar ni condenar ni poner condiciones. Con un amor así... ¡qué fácil abrirse!

            Comunicación no son simples conversaciones, preguntas y respuestas. Es poner el corazón y descubrirlo sin temor; es en cierto modo, revelar lo interior en COMUNIÓN.

            Comunicar es, por tanto, algo entrañable y personal, porque es entregar algo sustancialmente mío, que forma parte esencial de mi ser y que no voy mostrando por ahí; pero esas zonas reservadas no tienen puertas ni trampas con aquellos a los que se le ama. El egoísta, sintiéndose indefenso jamás lo hará. Sólo quien ama y se sabe amado puede comunicarse, con la seguridad de la discreción y la absoluta reserva.

            -Cuesta escuchar y hablar cuando se tiene algún tipo de miedo a la persona a la que se ama; pero sólo superando esa “vergüenza” inicial, se sentirá libre. El amor, por naturaleza, es comunicativo: hay que saber empezar a hablar en la verdad.

            -Comunicarse implica compartir sentimientos y sueños, descubrir sin miedos zonas profundas de uno mismo, dialogar de corazón a corazón, abrir las puertas sin temor y con libertad.

            -Ocultar algo es traicionar el amor. ¿Por qué ocultar con quien uno se sabe amado y acogido? A veces estamos necesitados de consolación, pero antes de recibirla necesitamos manifestar nuestros temores. Si nos hemos equivocado, hay que verbalizar nuestros errores, para poder recibir una palabra de comprensión. Si alguien nos ha hecho daño, necesitamos exteriorizar nuestro dolor y sabernos acogidos, para que no se tape y llegue a convertirse en rencor u odio. Cuando las penas no se exteriorizan, se convierten en veneno en las zonas profundas del alma. La comunicación con quien se ama es sanante y curativa.

            -Hablar claramente y sin temor de cómo va esta relación humana que es el amor, donde entonces se disiparán muchos malentendidos, se aclararán cosas que tal vez no eran así y hacían sufrir, sin tomar un tono de reproche o de echar en cara, sino aclarar situaciones. Esto con frecuencia, para no producir fisuras ni albergar sentimientos hostiles que minen la relación. La fluidez en la comunicación evita problemas y robustece el amor verdadero.

         -En los roces y dificultades inevitables, hablarlo cuanto antes sin apasionamiento, con calma; aclarando situaciones o pidiendo perdón si hay que hacerlo. Si se guarda, el rencor hará que no se olvide... y se sume a un archivo de problemas, desprecios, que tarde o temprano, estallará. Mejor aclarar siempre cuanto antes las cosas, en la verdad, con suavidad y delicadeza, con respeto y en amor.


 

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