Al final no era tan difícil: se aprende a amar mirando el Corazón de Cristo, su amor entregado, maduro, fiel, perseverante: amor que cree sin límites, aguanta sin límites, disculpa sin límites...
Sólo un gran amor puede vencer todas nuestras impurezas y resistencias; sólo la vivencia real del Amor de Cristo nos puede redimir y enseñarnos a amar, y lo que es el amor, y darnos madurez.
Con Él, pongamos siempre manos a la obra, para que nuestro amor esté libre de egoísmo, de cualquier egocentrismo.
9. Para amar,
saber hacerse presente
Ilumina
mucho una estrofa del Cántico espiritual de S. Juan de la Cruz:
“mira
que la dolencia
de
amor no se cura
sino
con la presencia y la figura”.
El
que ama “está presente”, se “hace presente” en la vida del otro. Los pequeños
detalles lo permiten. ¿Cómo podríamos expresar ese “estar presente”?
- Es dar espacio y tiempo al otro para que se exprese. Darle todo el
tiempo del mundo sin mostrar prisas inoportunas. Hacerle sentir que ese momento
es lo más precioso del mundo; estar pacientemente como si nada ni nadie más
existiera.
-
Es escuchar y acoger con amor la interioridad del otro, sus
sentimientos o sus problemas.
- Es no tener prisa nunca con la persona a la que se ama, casi “detener
el tiempo”. Las prisas demuestran poco interés, coartan la comunicación,
enfrían el amor, y es muy propio del egoísta que a veces busca ocupaciones
superfluas, evitando cualquier tema o pregunta que al final lo cuestione.
- Estar presente es ir pasando por el propio corazón la vivencia, la
existencia del otro. Amar es hacerlo mío.
-
Estar presente es compartir la intimidad del corazón, de forma que el
otro pueda ir abriendo más su alma. (El egoísta, por lo general, un gran conversador,
nunca se quitará su coraza).
-
Estar presente es un movimiento del amor, de mutua y recíproca entrega
personal, hasta poderse decir: “estoy contigo”, y el otro lo pueda realmente sentir:
“estás conmigo”; incluso en la distancia, “se están presentes”, “estoy contigo”.
- Por la experiencia de estar presente, se da una plena, absoluta confianza. Uno confía plenamente en el otro, no
duda, ni desconfía... porque ese estar presente es transparencia del uno con el otro; no hay zonas reservadas, parcelas
que no se comunican: plena libertad, transparencia y, por tanto, cuando se
“está presente”, la confianza se vuelve dulce. (El egoísta desconfía, es receloso
de todos... por eso apenas es capaz de comunicarse. Todo lo calla... porque no
acaba de fiarse; miente o disimula).
10. Para
aprender a amar, hay que saber comunicarse
Lo
bueno de la persona que ama es que el amor de su alma es incondicional, y no va
a juzgar ni a condenar al otro, por lo que éste puede manifestar su corazón tal
y como es. ¡Pocas veces se encuentra este amor así! Pero el amor verdadero
escucha y se da sin juzgar ni condenar ni poner condiciones. Con un amor así...
¡qué fácil abrirse!
Comunicación
no son simples conversaciones, preguntas y respuestas. Es poner el corazón y
descubrirlo sin temor; es en cierto modo, revelar lo interior en COMUNIÓN.
Comunicar
es, por tanto, algo entrañable y personal, porque es entregar algo
sustancialmente mío, que forma parte esencial de mi ser y que no voy mostrando
por ahí; pero esas zonas reservadas no tienen puertas ni trampas con aquellos a
los que se le ama. El egoísta, sintiéndose indefenso jamás lo hará. Sólo quien
ama y se sabe amado puede comunicarse, con la seguridad de la discreción y la
absoluta reserva.
-Cuesta
escuchar y hablar cuando se tiene algún tipo de miedo a la persona a la que se
ama; pero sólo superando esa “vergüenza” inicial, se sentirá libre. El amor,
por naturaleza, es comunicativo: hay que saber empezar a hablar en la verdad.
-Comunicarse
implica compartir sentimientos y sueños, descubrir sin miedos zonas profundas
de uno mismo, dialogar de corazón a corazón, abrir las puertas sin temor y con
libertad.
-Ocultar
algo es traicionar el amor. ¿Por qué ocultar con quien uno se sabe amado y
acogido? A veces estamos necesitados de consolación, pero antes de recibirla
necesitamos manifestar nuestros temores. Si nos hemos equivocado, hay que
verbalizar nuestros errores, para poder recibir una palabra de comprensión. Si
alguien nos ha hecho daño, necesitamos exteriorizar nuestro dolor y sabernos
acogidos, para que no se tape y llegue a convertirse en rencor u odio. Cuando
las penas no se exteriorizan, se convierten en veneno en las zonas profundas
del alma. La comunicación con quien se ama es sanante y curativa.
-Hablar
claramente y sin temor de cómo va esta relación humana que es el amor, donde
entonces se disiparán muchos malentendidos, se aclararán cosas que tal vez no
eran así y hacían sufrir, sin tomar un tono de reproche o de echar en cara,
sino aclarar situaciones. Esto con frecuencia, para no producir fisuras ni
albergar sentimientos hostiles que minen la relación. La fluidez en la
comunicación evita problemas y robustece el amor verdadero.
-En
los roces y dificultades inevitables, hablarlo cuanto antes sin apasionamiento,
con calma; aclarando situaciones o pidiendo perdón si hay que hacerlo. Si se
guarda, el rencor hará que no se olvide... y se sume a un archivo de problemas,
desprecios, que tarde o temprano, estallará. Mejor aclarar siempre cuanto antes
las cosas, en la verdad, con suavidad y delicadeza, con respeto y en amor.
Sublime! Muchas gracias.
ResponderEliminar