viernes, 18 de enero de 2019

Sin Mí no podéis hacer nada... ¡La Gracia!

      Actitud clave: la comunión con Jesucristo. La vida cristiana es vida de comunión, de unión íntima y amorosa con el Señor. Es relación de corazón a corazón, con un Tú personal. Jesucristo es Rostro, Palabra y Presencia cercanas, más que la de cualquier persona, más que nosotros mismos. Jesucristo es la Presencia más cercana, la Compañía más cierta, la más saludable y la más deseable. Por su Encarnación, está con nosotros; por su Resurrección, vive junto a nosotros.



      La vida cristiana es algo dinámico y “personal”; el cristianismo no es un modo dado a priori de vivir, impuesto desde fuera, un nuevo reglamento o yugo. El cristianismo, marcado por la Persona misma del Salvador, es "Camino" como Él es Camino (cf. Jn 14,6); es dinámico en un sentido concreto: se realiza en el seguimiento del Señor, yendo tras sus huellas.
 
El cristianismo tiene “entrañas”, porque es la misma vida -que es fuego- de Jesucristo. El cristianismo, dirán algunos teólogos, es la Persona misma de Cristo. Por tanto:

-no es una filosofía “elevada”
-no son doctrinas que hacen progresar a la humanidad (Ilustración)
-no es una búsqueda mística que aliena de la sociedad y la cultura (la New Age del post-modernismo)
-no es un seguimiento “ético” de actitudes y valores, un pragmatismo, “compromisos”
-no es un culto ritual, vacío, casi supersticiosas, unas prácticas cultuales para "contentar" y acallar a Dios mientras la vida va por otro lado. Ese es el esquema de muchas religiones paganas y precristianas.
 
      El cristianismo es vida:

* es referencia a una Persona
* vida que da unidad a la persona: cree, celebra, vive y ora
* es vida que ilumina y determina todas las dimensiones personales (psíquicas, sociales, laborales, opciones de vida, familiares...)
* al ser vida es relacional y en movimiento, nunca terminado, de profundización,   crecimiento.

Sine me, nihil potestis facere.

      En el cristianismo, el centro lo forma una Persona, y todo se determina por su proximidad o distanciamiento de este núcleo personal. Su medida es la COMUNIÓN con el Señor al tratarse de una relación personal: todo confluye en Cristo, y el criterio de discernimiento de todas las realidades, acontecimientos, decisiones, personas, actitudes es su convergencia hacia Cristo, lo que sirve o dificulta, enriquece o arruina la COMUNIÓN CON CRISTO.

Esta comunión se vive y se expresa:

a) en la configuración con el Señor: sus mismos sentimientos, la riqueza de su vida interior, en relación al Padre y a los hombres. Ser signo de Cristo: Él vive en mí. ¿Cómo actuaría Jesucristo en mi lugar?


b) En la unión con su voluntad: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado”, “aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad”. El descubrimiento y seguimiento de su voluntad, el aquí y el ahora, en unas circunstancias e historia concretas, donde Dios nos pone. Búsqueda constante de la voluntad de Dios, discernimiento sosegado de sus signos y llamadas.


c) En la unión de amor, corazón con Corazón: el del cristiano con el Corazón de Jesucristo; Él es el descanso del cristiano, el que alivia sus cargas. Es el amor pleno y total que unifica a la persona; ningún amor puede anteponerse al amor de Cristo (Regla de S. Benito); “el que ama a su padre o a su madre... más que a mí, no es digno de mí”. El cristiano no se mueve por mandamientos, de forma exterior a él; el movimiento es interior: el Espíritu Santo, dado gratuitamente, es el Amor mismo de Dios en el corazón del cristiano (inhabitación). Él realiza en el cristiano su obra: une a Dios-Amor; se es amado con el Amor de Dios.


d) En la vida moral (mandamientos): El amor de Dios precede, suscita y acompaña la respuesta del hombre. El cristiano que se sabe amado, poco a poco, cambia su vida: responde al Amor con su vida. La moral cristiana es respuesta de amor. “El que ama guardará mis mandamientos”. El amor supera la ley, sobrepasa el “mininum” de los mandamientos.


Ama y haz lo que quieras; si callas, calla por amor; si clamas, clamas por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; si está dentro la raíz del amor, no podrá salir de esa raíz sino el bien (S. AGUSTÍN, in ep. Ioh 7,8).

e) En el seguimiento: viviendo en unión con Jesucristo de forma nueva, progresando en la vida evangélica, adaptándose (encarnándose) a las circunstancias concretas que el Señor pone. Seguimiento que es más intenso cuanto mejor se conoce al Señor. Se pierde la vida, día a día, cada vez un poco más por el Señor. Se vive como discípulo, aprendiendo en la escuela del Evangelio, guiado por otros discípulos profundamente creyentes. Nunca la “apropiación” del cristianismo es completa, perfecta y acabada: nadie refleja en todos sus aspectos la totalidad del Misterio de Cristo, sino que cada uno refleja un aspecto, una perspectiva..., y siempre va creciendo "hasta la medida de Cristo en su plenitud" (Ef 4,13). ¿Qué rasgo quiere Jesucristo acentuar más a cada uno? ¿Qué página del Evangelio está escribiendo a fuego el Señor en tu alma?

 

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