¡Gran escena inaugural! Jesús comienza su vida pública y lo hace, ¡qué casualidad!, en un contexto litúrgico, en el de la oración sinagogal de los sábados donde se leen las Escrituras y se cantan salmos, explicando las palabras proféticas.
La homilía siempre es educadora, un medio pedagógico de la santa Iglesia, como lo fue en su momento esta primera homilía del Señor en la sinagoga: les abrió el sentido de las Escrituras, les condujo al entendimiento real de las profecías y los llevó a conocerle a Él.
Con esta homilía del Señor mismo, modelo para toda homilía hoy también, Él se muestra como un buen maestro, un gran catequista.
¿Hoy? ¿Cuál es ese Hoy?
"Como buen observante, el Señor no se sustrae al ritmo litúrgico semanal y se une a la asamblea de sus paisanos en la oración y en la escucha de las Escrituras. El rito prevé la lectura de un texto de la Torah o de los Profetas, seguida de un comentario. Aquel día Jesús se puso en pie para hacer la lectura y encontró un pasaje del profeta Isaías que empieza así: «El Espíritu del Señor está sobre mí, / porque el Señor me ha ungido. / Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres» (61, 1-2). Comenta Orígenes: «No es casualidad que Él abriera el rollo y encontrara el capítulo de la lectura que profetiza sobre Él, sino que también esto fue obra de la providencia de Dios» (Homilías sobre el Evangelio de Lucas, 32, 3). De hecho, Jesús, terminada la lectura, en un silencio lleno de atención, dijo: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4, 21). San Cirilo de Alejandría afirma que el «hoy», situado entre la primera y la última venida de Cristo, está ligado a la capacidad del creyente de escuchar y enmendarse (cf. pg 69, 1241). Pero en un sentido aún más radical, es Jesús mismo «el hoy» de la salvación en la historia, porque lleva a cumplimiento la plenitud de la redención. El término «hoy», muy querido para san Lucas (cf. 19, 9; 23, 43), nos remite al título cristológico preferido por el mismo evangelista, esto es, «salvador» (sōtēr). Ya en los relatos de la infancia, éste es presentado en las palabras del ángel a los pastores: «Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11)" (Benedicto XVI, Ángelus, 27-enero-2013).
Pues bien, ese "Hoy" es constante para Dios, eternamente presente. No deja de ofrecernos ese "Hoy" para nuestra vida, salvación y santificación.
La liturgia muy bien se convierte en un "Hoy" donde Dios actúa y nos habla, siempre que sepamos vivirla con fe, devoción, escucha, participación interna y también externa:
"En nuestro tiempo dispersivo y distraído, este Evangelio nos invita a interrogarnos sobre nuestra capacidad de escucha. Antes de poder hablar de Dios y con Dios, es necesario escucharle, y la liturgia de la Iglesia es la «escuela» de esta escucha del Señor que nos habla. Finalmente, nos dice que cada momento puede convertirse en un «hoy» propicio para nuestra conversión. Cada día (kathēmeran) puede convertirse en el hoy salvífico, porque la salvación es historia que continúa para la Iglesia y para cada discípulo de Cristo. Este es el sentido cristiano del «carpe diem»: aprovecha el hoy en el que Dios te llama para darte la salvación" (ibíd.).
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