La hagiografía es la parte, la ciencia, dedicada a escribir y, lo que es más, a describir la vida de los santos. Siempre es bueno, más aún es recomendable, leer las vidas de los santos por lo mucho que se aprende de ellos a vivir el Evangelio, a obedecer a Dios, a buscar en todo su voluntad y realizarla, siempre llenos de amor por Cristo, por celo auténtico, por pasión que enciende las almas.
La hagiografía se puede detener en leyendas en torno al santo, con lo cual, resulta poco edificante, aunque toda leyenda posee un fondo de verdad. Se puede dejar guiar por el aspecto milagroso de la vida de algún santo, pero este aspecto tal vez pueda llegar a ocultar el conjunto de su vida. O incluso destacar lo peculiarísimo y extraordinario que se presenta de forma inalcanzable para el común de los mortales, también llamados a la santidad, y que se pueden ver lejanos de esa meta, o incluso desanimados ante una santidad que se muestra inaccesible.
Todos esos son aspectos que pueden darse en la hagiografía. Pero las vidas de los santos, que ojalá siempre fueran rigurosas históricamente y con una mirada teológica, no se limitan a esos aspectos, sino que van más allá, mostrando caminos transitables de santidad de modo que, al leerla, el cristiano encuentre un modelo, un referente, que le ayude y le espolee a caminar y avanzar; la hagiografía, con buena pedagogía, debe y puede ofrecer modelos de referencia para que uno se identifique y refuerce su vida cristiana, con sintonía, con amistad con el santo.
Los santos se nos revelan como héroes del espíritu, genios auténticos, pero entendiendo estas categorías en un orden nuevo y superior, distinto: su naturaleza humana, su alma, su carácter, su psicología, fueron traspasados por el Espíritu y por la gracia, y ellos se mantuvieron receptivos a esta obra del Espíritu en ellos. Eso los hizo diferentes a los demás, a los otros muchos que no se dejaron permear por la gracia y prefirieron rechazarla, cerrarse en sí, seguir en la masa informe.
"Es preciso aquí recordar una vez más cuáles son hoy nuestras condiciones de espíritu cuando presumimos (¡y Dios quiera que sea habitual en nosotros esta presunción nada reprobable!) conocer, calibrar, esos tipos humanos singulares, o mejor excepcionales, a quienes llamamos beatos o santos" (Pablo VI, Hom. en la beatificación de Nunzio Sulprizio, 1-diciembre-1963).
La santidad ha generado un tipo singular de hombre, excepcional, porque la gracia en ellos ha limado sus asperezas, purificado sus imperfecciones, perfeccionado sus cualidades, sembrado virtudes. La santidad nos muestra lo mejor de la humanidad, regenerada a imagen de Cristo, a un hombre nuevo, con un modo de ser, de estar, de pensar y de sentir, de percibir y de reaccionar, de relacionarse con la realidad, con los demás, consigo mismo y con Dios, nuevo por completo. Es una psicología saneada, es una humanidad plena.
Al ver a los santos y estudiarlos, nos vamos conociendo a nosotros mismos y nos vemos reflejados en ellos, aprendiendo la ardua tarea de ser hombres a imagen de Cristo:
"Si nos fijamos con detenimiento, cuando estudiamos con el interés de la psicología moderna su vida, inconscientemente estudiamos la nuestra. Los beatos, los santos, los héroes, los hombres perfectos, nos sirven hoy de espejo para conocernos a nosotros mismos. Su culto nos lleva a estudiar al hombre, su historia, la conciencia humana de esa eficacia y penetración, que es suficiente de por sí para recomendarlo como sabio y providencial" (Ibíd.).
La lectura de la hagiografía nos permite ver y analizar cómo actúa la gracia de Dios en el hombre y también ver cómo lo humano es recreado, hecho de nuevo, elevado. Nos revela así la hagiografía el proyecto de humanidad nueva en Cristo que Dios ha trazado, espoléandonos al ver el fin último hacia el que nos encaminamos.
"El estudio de la santidad vivida nos lleva al descubrimiento de las manifestaciones humanas más elevadas y características, y, por tanto, más dignas de atención y asimilación. Es un estudio maravilloso, porque descubre en los elegidos propuestos a nuestra veneración e imitación una identidad fundamental: la naturaleza humana. “¿Si éstos o éstas, por qué yo no?”, decimos con San Agustín. Este estudio también evidencia un único principio de perfección que puede ser asimismo común a todos, la gracia, que orienta nuestra vida hacia el único arquetipo, Cristo Jesús, como nos enseña San Pablo cuando dice que los santos, los llamados por Dios a la salvación, deben “estar conformados a la imagen de su Hijo” (Rm 8,29)" (ibíd.).
Finalmente, y no por ello es irrelevante, la belleza artística de la gracia de Dios va haciendo que el fenómenos de la santidad sea siempre original e irrepetible; la santidad se plasma en cada santo de modo distinto, con variedad de matices, de acentos, de colores. Cada santo es único e irrepetible, porque cada uno es singular, querido por Dios tal cual es y en su forma de ser, cualidades, temperamento, vocación, estado de vida, circunstancias, camino espiritual.
Los santos son diferentes entre sí, aun cuando todos ellos posean esa santidad regalada. No se fabrican en serie, no son uniformes, no son todos iguales. Así cada uno puede encontrar mayor afinidad con un santo que con otro, sentirse más identificado con éste que con aquél, y todos, sin embargo, conducirnos por los caminos de la santidad.
El estudio de la hagiografía es un estudio de la variedad de la gracia de Dios multiforme en tipos humanos distintos:
"Por otro lado, el estudio hagiográfico nos demuestra que todos los santos son diferentes entre sí. Cada uno es distinto, y todos tienen su inconfundible fisonomía; cada uno muestra su desarrollo propio, libre y original en cierto sentido de su propia personalidad; también san Pablo nos lo recuerda: “Una estrella difiere de otra por su esplendor” (1Co 15,41)" (ibíd.).
La santidad es nuestro camino para conformarnos con Jesús.
ResponderEliminarTú que, en Cristo, renovaste al hombre, creado a imagen tuya, haz que reproduzcamos la imagen de tu Hijo (de las Preces de Laudes).