La observación sobre los santos nos llevará a descubrimientos fascinantes, sorprendentes. Desde luego se caerán pronto los esquemas, que podríamos llamar pre-juicios, que consideran a los santos unos super-héroes, de una constitución psicológica, moral y hasta física, superior, distinta, de otra pasta, de otra madera. Caerán los prejuicios que insisten en verlos a todos uniformados, con un mismo modo de ser, actuar y corresponder a todo, alejados de la realidad, de la humanidad concreta del propio yo.
Cuando se observa de cerca el fenómeno de la santidad lo que se constata no es la excepcionalidad humana, su genialidad, no un virtuosismo. Lo que se observa, lo que se descubre, es que son todos, absolutamente todos los santos, una obra maestra de la gracia realizada en sus limitaciones personales, en su temperamento y carácter, en su deficiencia y debilidades.
El fenómeno de la santidad, extraordinario, se debe a la gracia. La santidad es obra de la gracia y los santos, siempre, frutos de la variada, multiforme, ingeniosa, gracia de Dios.
[Los santos] “en quienes la acción de la gracia fue más profunda y manifiesta... y el esfuerzo por las virtudes más vigoroso y aleccionador” (PABLO VI, Homilía en la beatificación de Leonardo Murialdo, 3-noviembre-1963).
Y si proseguimos la observación detenida del fenómeno de la santidad, llegaremos a otro punto: no es que fueran temerarios, arrojados, imprudentes o insensatos, es que su propia vida interior, la gracia en ellos, los situó por encima del mundo, como luz, pero también como testimonio, como denuncia, como señal de realidades superiores para que los demás, los hombres, mirarán más alto, más claramente.
No se enfangaron en el barro del mundo; la gracia los tensaba hacia arriba como flechas. No se acomodaron ni a la mediocridad ni a la mentalidad del mundo, de su época, ni a lo opuesto a Dios.
Es más, la gracia los hizo vivir y caminar contracorriente siempre:
"Los santos no sólo personifican y levantan a nivel superior cuanto de bueno posee el medio ambiente, sino que, además, reaccionan frente a cuanto de malo o de miserable ofrece e impone el ambiente a los usos corrientes" (PABLO VI, Homilía en la beatificación de Vicenzo Romano, párroco, 17-noviembre-1963).
La gracia siempre es movimiento e impulso: por eso la santidad reacciona contra lo que se opone a Dios y, por tanto, destruye al hombre. Son luchadores los santos.
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