San Agustín trató muchas veces en sus escritos, junto al tema del "deseo", el de la felicidad". Todo hombre busca ser feliz, como algo inscrito en su naturaleza creada. ¿Dónde radicará esa felicidad? ¿Dónde podrá encontrarla? ¿Y de qué modos?
"Como
el hombre no pudo hacerse a si mismo, tampoco puede hacerse feliz a sí
mismo. Una realidad, que no es el mismo hombre, lo hizo hombre; otra
realidad, que no es el mismo hombre, lo ha de hacer feliz" (San Agustín, De Doctr. Chr. 6,6)
Que Dios nos ama, es indudable. Pero su amor no es indiferente a cómo somos y cómo estamos. Busca transformarnos y santificarnos y es erróneo querer presentar un amor incondicional de Dios como si le diese igual que fuésemos pecadores o no, etc. Quiere elevarnos a Él y apartar de nosotros lo que es incompatible con su amor.
"Pero
a quienes los encontró siendo malos, los hizo buenos. De cautivos hizo
redimidos, de los redimidos hizo siervos; de los siervos, hermanos, y de
los hermanos, miembros" (San Agustín, Serm. 313,1).
Para conocer y hasta para comprender la realidad, desde el punto de vista más humano y completo -no sólo mística o espiritualmente- es necesaria la unidad personal, el orden interior en la persona, capaz de unificarse para ver, aprehender, retener. Quienes están dispersos en mil cosas, asuntos y objetos, no lograrán nunca comprender a fondo la raíz última de las cosas. ¡Qué necesario es el orden!
"El
espíritu, replegado en sí mismo, comprende la hermosura del universo,
el cual tomó su nombre de la unidad. Por tanto, no es dable ver aquella
hermosura a las almas desparramadas en lo externo, cuya avidez engendra
la indigencia, que sólo se logra evitar con el despego de la multitud"
(San Agustín, Tratado sobre el Orden 1,2,3).
¿Somos buenos? Y antes de responder apresuradamente un "sí" gigantesco, pensemos, ponderemos, el peso de la concupiscencia en nosotros que nos arrastra y nos hunde hacia objetos y deseos no santos. La Gracia nos va corrigiendo y orientando al bien. Pero no, no somos buenos. Bueno es Dios y fuente de todo bien, y es Él quien nos dirige hacia el Bien y es Él quien nos va haciendo "buenos".
"Hay,
pues, un bien que hace al hombre bueno y hay un bien con el que haces
el bien. El bien que hace bueno al hombre es Dios. Nadie hace al hombre
bueno sino aquel que es siempre bueno. Invoca, por tanto, a Dios para
ser bueno" (San Agustín, Serm. 61,3).
La vida divina, sobrenatural, es un Don, y como Don, se recibe gratuitamente. Dios suministra un Pan que es vida, es Don, y comunica la misma vida divina. ¡Es la Eucaristía!
"Creer
en El es lo mismo que comer el pan vivo. El que cree, come. Se nutre
invisiblemente el mismo que invisiblemente renace. Es niño en la
interioridad, y en la interioridad es algo renovado. Donde se renueva,
allí mismo se nutre" (San Agustín, Trat. in Ioh. ev.
26,1).
Sin desdecir ninguna ¡qué bella es la última de las citas! ¡¡¡Es niño en la interioridad...allí mismo se nutre!!!
ResponderEliminarCuando encontraba palabras tuyas las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, ¡Señor, Dios de los ejércitos! Lectura breve de Laudes)
Con razón Agustín es Maestro y Padre de tantas almas...
EliminarCuanto más acudamos a san Agustín, mejor agua beberemos: ¡manantial de sabiduría!