Las oraciones sobre las ofrendas de la Misa romana, antes del prefacio, concluyendo todo el proceso ritual del ofertorio, pasan desapercibidas en muchas ocasiones.
Pero su doctrina, su concisión, encierra grandes tesoros: por ejemplo, nos va desgranando los efectos sacramentales del sacramento eucarístico. Es decir, ¿qué esperamos, qué buscamos, cuando asistimos y participamos en la celebración de la Santa Misa?
De paso, y una vez más, nos vamos acostumbrando así a trabajar y valorar, a rezar despacio y considerar, los textos litúrgicos mismos, como un método para impregnarnos del verdadero espíritu de la liturgia, sagrado, teológico, espiritual.
2. La redención-salvación
La Eucaristía es el
sacramento de nuestra redención, la actualización de su salvación en el aquí y
ahora de la vida de los hombres.
Cuando
celebramos y ofrecemos el sacrificio del altar, somos conscientes -¡de ahí la
sacralidad, la dignidad, la reverencia!- de que se actualiza el misterio de la
redención.
La
obra de Jesucristo es la redención; rescatarnos del pecado y de la muerte,
hacernos suyos, darnos el Espíritu y vivificarnos para formar parte de los
hijos de Dios, redimidos y glorificados. En definitiva, la redención,
librándonos del pecado, repara-restaura al hombre, restablece la amistad con
Dios y le otorga la vida divina.
Así
se reza en la liturgia, con esa perspectiva, cuando el sacerdote pronuncia la
oración sobre las ofrendas:
“Al celebrar tus misterios con culto reverente, te rogamos, Señor, que los dones ofrecidos para glorificarte nos obtengan de ti la salvación”[1].
Nadie
se salva por sí mismo, ni por su poder, ni por sus recursos, valores,
compromisos, plan de vida o incluso normas de piedad. La salvación es un don
que hay que pedir.
De
este modo, también, se va conociendo quién es Jesucristo: es el Señor, el
Salvador, el Redentor. Él no es un hombre más, meramente un hombre, un
ideólogo, un filósofo o un hombre muy religioso que esté, simplemente, para
enseñarnos unos valores (“políticamente correctos”) según la moda de cada
época: tolerancia, solidaridad, ecología… Jesucristo no es un ideólogo del
relativismo (todo vale, todo da igual), sino el Salvador, el Redentor, por su
encarnación, pasión y resurrección.
Es
por ello que podemos suplicar en la liturgia:
“Esta ofrenda, Señor, nos atraiga siempre tu bendición salvadora, para que se cumpla por tu poder lo que celebramos en estos misterios”[2].
En
el sacrificio eucarístico se actualiza la pasión del Señor, la obra de la
redención. ¡Qué lejos queda esa concepción secularizada, y esa liturgia tan
pobre, de considerar la
Eucaristía simplemente como una comida de amigos, una fiesta
humana con Jesús! Es más, mucho más: se actualiza la obra de nuestra redención.
La Eucaristía es el
sacrificio de reconciliación, sacrificio perfecto:
“Señor, que esta oblación, en la que alcanza su plenitud el culto que el hombre puede tributarte, restablezca nuestra amistad contigo”[5].
Como
hay identidad sacramental entre el sacrificio de Cristo en la cruz y el
sacrificio del altar, se pide que la Eucaristía sea causa de salvación:
“Señor, que nos limpie de toda culpa este sacrificio, el mismo que, ofrecido en el ara de la cruz, quitó el pecado del mundo”[6].
A
poco que estemos atentos a los textos de la liturgia y, en este caso, a la
oración sobre las ofrendas (bien y pausadamente recitada por el sacerdote
durante la liturgia) hallamos el tesoro de la fe, auténticas lecciones sobre
quién es Jesucristo y cuál es su obra de redención.
[1] OF VII Tiempo Ordinario.
[2] OF XXII Tiempo Ordinario.
[3] OF Miércoles Santo.
[4] OF IV Domingo Pascua.
[5] OF 23 diciembre.
[6] OF 14 septiembre,
Exaltación de la Santa Cruz.
¿Qué enorme diferencia entre como vivimos la Santa Misa al “rezar despacio y considerar los textos litúrgicos mismos” y como no la vivimos si no lo hacemos así. Es una buena respuesta para aquellos que dicen aburrirse en la Misa: “reza despacio, considera lo que dice el texto litúrgico” y no te aburrirás.
ResponderEliminarEnsalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus (de las antífonas de Laudes)
Errata: Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies (de las antífonas de Laudes).
Eliminar