Todo esto condujo a la expresión
griega “Kyrie eleison”, que se introduce en la liturgia y que, en su lengua
original griega, se ha mantenido hasta hoy. ¡Señor, ten piedad!
En
las liturgias orientales se introdujo el “Kyrie eleison” como respuesta a las
letanías, gozando de aceptación popular.
Egeria,
en el relato de su peregrinación, encuentra una letanía que los niños y todos
responden: “Kyrie eleison”, y que ella matiza diciendo “entre nosotros se dice
‘miserere nobis’”. En el oficio vespertino, ante la Anástasis, se realiza
esta oración dirigida por el diácono, orando por todos, y los presentes
responden: “Kyrie eleison”:
“El obispo se
levanta y se coloca ante el cancel, o sea, delante de la cueva, y alguno de los
diáconos hace conmemoración de cada uno, como suele ser costumbre. Dichos por
el diácono los nombres de cada uno, siempre hay allí muchos niños,
respondiendo: “Κυριε, ελεισον”, como decimos nosotros “miserere nobis”.
Contestan muchísimas voces” (XXIV,5).
Las
Constituciones Apostólicas, ya en el ámbito sirio, también conoce letanías de
petición u oraciones, que pronunciadas por el diácono, se responden “Kyrie
eleison”. Tras la liturgia de la
Palabra, antes de despedir a los catecúmenos se ora por
ellos: “Restablecida la calma, dirá: -Orad, catecúmenos. Y todos los fieles
oran por ellos con fervor, diciendo: Kyrie, eleison” (VIII,6,3-4). Y se afirma
que “después de cada una de las intervenciones del diácono el pueblo
responderá: Kyrie eleison, como ya hemos indicado, y los niños lo harán los
primeros” (VIII,6,9). Cuando ya se han marchado catecúmenos y penitentes,
comienza una larga oración universal, con preces pronunciadas por el diácono y,
al igual que la anterior, se sobrentiende que el pueblo responde igualmente “Kyrie
eleison” (VIII,10,1-22).
En
Roma entró el “Kyrie eleison” como respuesta a las letanías de oración u
oración universal que pronunciaba el diácono aproximadamente por el siglo V y
por influencia oriental. Ha llegado hasta nosotros, en los libros litúrgicos,
la deprecatio Gelasii, unas preces que se atribuyen al papa Gelasio a la que
los fieles responderían “Kyrie eleison”: es una letanía romana al inicio de la
Misa. La veremos cuando tratemos de la Oración de los fieles.
Pero,
sin embargo, la letanía desapreció aunque supervivió el Kyrie eleison al inicio
de la Misa, como
canto autónomo, vestigio de la antigua letanía romana con intenciones y
súplicas adelantada a los ritos iniciales de la
Misa. Esto ocurrió ya en época de san
Gregorio Magno (s. VI-VII).
El
Sacramentario Gregoriano afirma que la
Misa comienza con el canto del Introito “y luego el Kyrie
eleison” (Gr-H 2), y el Ordo romanus I, del siglo VIII, al describir la Misa papal, señala:
“La schola,
una vez ha acabado de cantar la antífona del salmo, empieza el Kyrie eleison. Y
acto seguido los acólitos colocan los ciriales en el pavimento de la iglesia:
tres, en efecto, en la parte derecha, tres en la izquierda y uno en el medio,
en el espacio que queda entre los demás. El que ocupa el primer lugar de la
schola aguarda a que el pontífice le indique cuando quiere poner fin a las
invocaciones titánicas y se inclina hacia el pontífice” (n. 52).
En
la liturgia romana, existen unas letanías, además, que se cantan con el Kyrie
eleison durante algunos oficios, entre los que hay que destacar la Vigilia pascual. Cuando
van en procesión al baptisterio, cuando están bautizando, cuando luego retornan
se cantan las letanías que se llaman “septena”, “quina” y “terna”, por el
número de veces que se repetía la invocación con la respuesta “Kyrie eleison”:
“Para emplear santamente aquel tiempo se cantaban tres veces las letanías, pero
de forma que, en un principio, cada invocación era repetida siete veces,
después cinco y, finalmente, tres” (M. RIGHETTI, Historia de la liturgia, tomo I, Madrid 1955, 827).
Cuando
es cantado, se fue desarrollando la invocación con diversos tropos, frases
alusivas a Cristo que terminaban con invocación Kyrie eleison. Estas melodías,
a partir del siglo X, con el nuevo florecimiento del gregoriano, se hallan en
el Kyriale. Estos tropos dieron nombre a las Misas, por ejemplo, “Lux et
origo”, “Orbis factor”, “Pater cuncta”, etc.
Así
llega hasta nosotros el “Kyrie eleison – Señor, ten piedad” en el Ordinario de la
Misa. Se mantiene como un canto autónomo,
independiente, de aclamación a Cristo al inicio de la Misa una vez que ha terminado
el acto penitencial y antes del himno Gloria.
Es
un canto “con el que los fieles aclaman al Señor e imploran su misericordia”
(IGMR 52), ya que es confesión de fe, reconocimiento de Cristo como único Señor
y apelación a su entrañable misericordia. Pertenece a todos los fieles
cantarlo, y no se reserva únicamente al coro o schola: “deben hacerlo
ordinariamente todos, es decir, que tanto el pueblo como el coro o el cantor,
toman parte en él” (IGMR 52). Normalmente cada invocación se canta dos veces,
“pero no se excluyen más veces, teniendo en cuenta la índole de las diversas
lenguas y también el arte musical o las circunstancias” (IGMR 52). Este canto del
“Señor ten piedad” se realiza si no forma parte antes del acto penitencial.
Con
la reforma litúrgica por mandato del Concilio Vaticano II, el “Señor, ten
piedad” se ofrece como tercera fórmula del acto penitencial.
Tras
la monición sacerdotal invitando al recogimiento interior y humilde confesión
de las culpas, hay una pausa de silencio. Entonces el sacerdote, o un diácono,
pronuncia cada una de las invocaciones, o tropos, que terminan cantando “Señor,
ten piedad”, que luego repiten todos. Dice la Ordenación general:
“Cuando el Señor, ten piedad se canta como parte del acto penitencial,
se le antepone un “tropo” a cada una de las aclamaciones” (IGMR 52).
Esta
invocación se dirige a Cristo como una aclamación y reconocimiento de su
redención: “Tú, que has sido enviado a sanar los corazones afligidos: Señor,
ten piedad”, “Tú, que no quieres la muerte del pecado sino que se convierta y
viva: Cristo, ten piedad”… Se dirigen a Cristo directamente, añadiendo una
oración de relativo para explicitar algún aspecto de su persona y su misión
salvadora.
Desfigura este
sentido, y lo vuelve monótono, cuando se convierte en una petición de perdón
indicando algún pecado: “Porque hemos sido egoístas… Porque no hemos sabido
comprender y acoger: Señor, ten piedad”. Aparte de que es un lenguaje pobre,
muy poco adaptado a la tradición litúrgica romana, olvida que aquí lo
importante es mirar a Cristo: “Tú, que…”, y no enumerar una confesión de las
propias culpas. Tampoco, es evidente, se puede sustituir el Kyrie eleison por
un genérico “canto de perdón”, que en ningún lugar de la IGMR se cita o se da la
posibilidad.
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