domingo, 10 de marzo de 2019

La avaricia es pecado capital (IV)

La enseñanza de Cristo muestra que no se puede servir a dos señores y hay que escoger: no podéis servir a Dios y la dinero.

También señala cómo aquellos que están apegados a sus riquezas, que ponen su confianza en sus riquezas, no entrarán en el Reino de los cielos, porque antes sería más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja.


Al joven rico, bueno, voluntarioso, le responde a su pregunta, sugiriendo: "vende lo que tienes, dáselo a los pobres y luego sígueme".

No caemos en ningún pauperismo, un amor a la pobreza por sí misma, queriendo que todos sean igualmente pobres y miserables, sino que se busca la justicia, el desprendimiento, la libertad de espíritu y no las cadenas de la avaricia.

La enseñanza de san Basilio, fustigando la avaricia de aquella sociedad rica que le rodeaba, dedicada a las diversiones, al lujo, al gasto, a los vestidos, etc., siguen siendo un referente para nosotros:






            n. 1. ¿Lo llamas Maestro y no actúas como discípulo? ¿Reconoces que es bueno y desdeña sus dones? Más aún, aquel que es bueno es evidentemente procurador de bienes. Preguntas sobre la vida eterna, pero demuestras estar totalmente unido a los placeres de la vida presente. ¿Qué cosa difícil, grave o excesiva te propone el Maestro? Vende lo que posees y dalo a los pobres
            Si te hubiera propuesto las labores del campo o los riesgos del comercio u otras fatigas que van unidas a los que quieren ganar dinero, era lógico que te molestaras por el consejo; pero si te promete considerarte heredero de la vida eterna por un camino tan fácil, que no te causa fatiga ni sudor ¿no te alegras de la facilidad de la salvación, sino que te alejas afligido y triste en el alma, haciendo vano todo aquello por cuanto has trabajado?
            Si, como tú dices, no has matado, ni has cometido adulterio, ni has robado, ni has prestado falso testimonio, anulas la diligencia que has mostrado en estas cosas, si no añades lo que falta; únicamente así podrás entrar en el reino de Dios…
            Si cada uno recibe un poco según lo necesario para su ocupación y todos distribuyen igualmente lo que hay, incluso entre ellos mismos se consume; así que el que ama al prójimo como a sí mismo no posee más que el prójimo; sin embargo, es evidente que tú tienes muchos bienes, ¿de dónde te vienen? Está claro que has preferido tu sola ventaja al alivio de muchos. Cuanto más rico eres, tanto más faltas a la caridad, pues si hubieras amado a tu prójimo, hace mucho que habrías practicado la enajenación de tus bienes.
            Pero ahora tus riquezas están adheridas a ti más que los miembros de tu cuerpo y te entristece su separación como si fuera amputación de tus extremidades. Si hubieras vestido al desnudo, si hubieras dado tu pan al hambriento, si tu puerta se hubiera abierto a cualquier extranjero, si hubieras sido padre de los huérfanos, si te hubieras compadecido de cualquier imposibilitado, ¿qué riquezas te apenarían? ¿Te molestarías en pensar dónde poner lo que te queda, si antes te hubieras ocupado en distribuirlo a los necesitados?




(S. Basilio, Hom. contra la riqueza, BPa 73).


No hay comentarios:

Publicar un comentario