Si los malvados, y nosotros mismos cuando dejamos a la voluntad que se guíe por sus apetitos, aguantamos lo que sea con tal de obtener tercamente lo que queríamos, cuánto más el alma, guiada por la gracia, ha de perseverar, aguantar, resistir, para alcanzar el bien.
Incluso, cuando por la paciencia aguardamos bienes temporales, legítimos, deberíamos recordar cuánta mayor paciencia necesitamos para alcanzar los bienes eternos y perseverar.
Pero sabremos si tenemos paciencia, cristiana, si conocemos su raíz y sus motivaciones.
Estas son las pautas que muestra san Agustín en el tratado sobre la paciencia:
"CAPÍTULO VI. LA CAUSA DISTINGUE LA VERDADERA PACIENCIA DE LA FALSA
5. Así pues, cuando veas que alguien tolera algo pacientemente, no te apresures a alabar su paciencia mientras no aparezca el motivo de su padecer. Cuando éste es bueno, aquélla es verdadera; cuando éste no se mancha con la codicia, entonces aquélla se aparta de la falsedad; cuando aquél se hunde en el crimen, entonces se yerra en darle a ésta el nombre de paciencia. Pues, así como todos los que saben participan de la ciencia, no todos los que padecen participan de la paciencia, sino que los que viven rectamente su pasión, ésos son alabados como verdaderos pacientes, y son coronados con el galardón de la paciencia.
CAPÍTULO VII. SI TANTO SE AGUANTA POR LO TEMPORAL, CUÁNTO MÁS POR LO ETERNO
6. Los humanos, por esta vida temporal y su salud, toleran males horrendos, de modo admirable, incluso por sus pasiones y sus crímenes, así nos amonestan cuánto hemos de sufrir por una vida buena, para que luego pueda ser eterna, y sin ningún límite de tiempo ni detrimento de nuestro interés, con una felicidad verdadera y segura. El Señor ha dicho: “en vuestra paciencia poseeréis vuestras almas” (Lc 21,19); no dijo: Poseeréis vuestras fincas, vuestras honras y vuestras lujurias, sino “vuestras almas”. Si tanto sufre el alma para alcanzar la causa de su perdición, ¿cuánto debe sufrir el alma para no perderse? Y para mencionar algo que no es pecaminoso, si tanto sufre por la salud de su cuerpo en las manos de los médicos que cortan o cauterizan, ¿cuánto debe sufrir por su salvación entre los arrebatos de sus enemigos? Los médicos tratan el cuerpo con tormentos para que no muera, pero los enemigos nos amenazan con castigos y la muerte corporal, para empujarnos al infierno donde mueran cuerpo y alma.
7. Verdad es que miramos más prudentemente por el propio cuerpo cuando despreciamos su salud temporal, por la justicia, y por la justicia toleramos con paciencia los castigos y la muerte. Porque de la redención última y definitiva del cuerpo habla el Apóstol cuando dice: “dentro de nosotros, gemimos, esperando la adopción de hijos, la redención de nuestro cuerpo”. Después prosigue: “en esperanza hemos sido salvados, perola esperanza que se ve no es esperanza, ya que lo que uno ve, ¿cómo lo espera?, y esperamos lo que no vemos, por la paciencia lo esperamos” (Rm 8,23-25)".
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