Benedicto XVI continuaba su discurso... Había planteado la necesidad que tiene el hombre sobre la belleza verdadera, y cómo ésta suscita la esperanza.
Citó a filósofos y a literatos después del testimonio del arte mismo: la Capilla sixtina, el impresionante Juicio Final de Miguel Ángel.
Es la sed de belleza, la nostalgia por la belleza, connatural al hombre, y que se no puede conformar con algo menos, o con un sucedáneo.
Después de esa genial y razonable argumentación -¡qué necesaria es la razón y recto uso de la razón!-, el Papa avanzaba, daba un paso más, hacia la teología misma.
Cita a von Balthasar, genial teólogo, con el que Ratzinger siempre tuvo especial sintonía; ambos fueron grandes teólogos compenetrados por una visión muy honda de la teología, y a los que les unía, por ejemplo, la pasión por la belleza. Ésta fue formulada teológicamente con la "via pulchritudinis" o "camino de la belleza".
Son párrafos de Benedicto XVI, e ideas, grandiosas, elevadas, sublimes. Vale la pena leerlas varias veces y disfrutar con ellas, porque amplían tremendamente el horizonte teológico, espiritual y artístico.
"A este propósito se habla de una via pulchritudinis, un camino de la
belleza que constituye al mismo tiempo un recorrido artístico, estético, y un
itinerario de fe, de búsqueda teológica. El teólogo Hans Urs von Balthasar abre
su gran obra titulada "Gloria. Una estética teológica" con estas sugestivas
expresiones: "Nuestra palabra inicial se llama belleza. La belleza es la última
palabra a la que puede llegar el intelecto reflexivo, ya que es la aureola de
resplandor imborrable que rodea a la estrella de la verdad y del bien, y su
indisociable unión" (Gloria. Una estética teológica, Ediciones Encuentro,
Madrid 1985, p. 22) .
Simone Weil escribía al respecto: "En todo lo que suscita en nosotros el
sentimiento puro y auténtico de la belleza está realmente la presencia de Dios.
Existe casi una especie de encarnación de Dios en el mundo, cuyo signo es la
belleza. Lo bello es la prueba experimental de que la encarnación es posible.
Por esto todo arte de primer orden es, por su esencia, religioso".
La afirmación
de Hermann Hesse es todavía más icástica: "Arte significa: dentro de cada cosa
mostrar a Dios".
Haciéndose eco de las palabras del Papa Pablo VI, el siervo de
Dios Juan Pablo II reafirmó el deseo de la Iglesia de renovar el diálogo y la
colaboración con los artistas: "Para transmitir el mensaje que Cristo le ha
encomendado, la Iglesia necesita del arte" (Carta a los artistas,
12); pero preguntaba a continuación: "¿El arte tiene necesidad de la Iglesia?",
invitando de este modo a los artistas a volver a encontrar en la experiencia
religiosa, en la revelación cristiana y en el "gran código" que es la Biblia una
fuente renovada y motivada de inspiración.
Queridos artistas, ya para concluir, también yo quiero dirigiros, como mi
predecesor, un llamamiento cordial, amistoso y apasionado. Vosotros sois los
guardianes de la belleza; gracias a vuestro talento, tenéis la posibilidad de
hablar al corazón de la humanidad, de tocar la sensibilidad individual y
colectiva, de suscitar sueños y esperanzas, de ensanchar los horizontes del
conocimiento y del compromiso humano.
Por eso, sed agradecidos por los dones
recibidos y plenamente conscientes de la gran responsabilidad de comunicar la
belleza, de hacer comunicar en la belleza y mediante la belleza. Sed también
vosotros, mediante vuestro arte, anunciadores y testigos de esperanza para la
humanidad. Y no tengáis miedo de confrontaros con la fuente primera y última de
la belleza, de dialogar con los creyentes, con quienes como vosotros se sienten
peregrinos en el mundo y en la historia hacia la Belleza infinita. La fe no
quita nada a vuestro genio, a vuestro arte, más aún, los exalta y los alimenta,
los alienta a cruzar el umbral y a contemplar con mirada fascinada y conmovida
la meta última y definitiva, el sol sin ocaso que ilumina y embellece el
presente.
San Agustín, cantor enamorado de la belleza, reflexionando sobre el destino
último del hombre y casi comentando ante litteram la escena del Juicio
que hoy tenéis delante de vuestros ojos, escribía: "Gozaremos, por tanto,
hermanos, de una visión que los ojos nunca contemplaron, que los oídos nunca
oyeron, que la fantasía nunca imaginó: una visión que supera todas las bellezas
terrenas, la del oro, la de la plata, la de los bosques y los campos, la del mar
y el cielo, la del sol y la luna, la de las estrellas y los ángeles; la razón es
la siguiente: que esta es la fuente de todas las demás bellezas" (In Ep. Jo.
Tr. 4, 5: PL 35, 2008).
Queridos artistas, os deseo a todos que
llevéis en vuestros ojos, en vuestras manos, en vuestro corazón esta visión,
para que os dé alegría e inspire siempre vuestras obras bellas. A la vez que os
bendigo de corazón, os saludo, como ya hizo Pablo VI, con una sola palabra:
¡Hasta la vista!"
(Benedicto XVI, Disc. en el encuentro con los artistas, 21-noviembre-2009).
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