domingo, 26 de agosto de 2018

Decisiones en torno a Jesús

La crisis final que provoca el discurso del Pan de Vida (Jn 6), conduce a tomar decisiones claras, una toma de postura radical frente a la Persona del Señor: o con Él o contra Él, pero no las medias tintas, ni la mediocridad, ni el disfraz que oculta otras aspiraciones.


Cristo provoca, su Palabra no deja indiferente. Además, ante su Palabra y su Persona, hay que decidirse. El seguimiento del Señor requiere hombres fuertes, arrojados y decididos, porque el camino es estrecho y la cruz hay que tomarla sobre sí. 

Por una parte encontramos aquellos discípulos escandalizados, incapaces de querer comprender lo que Jesús ha anunciado, que lo reinterpretan a su modo y, encima, lo contarán a los demás peor, desfigurado, como una caricatura. Critican a Jesús: ya nada les parece bien de lo que dicen, acaban cobrando odio a su Persona. Jesús es bueno y manso, pero también es claro y decidido y no elude poner a cada cual ante la Verdad. Tiene paciencia, infinita incluso, pero sabe lo que hay en el corazón de cada hombre y sabe que muchos están con Él pero no creen. Éstos lo abandonarán. Mejor, así no incordiarán ni vivirán en una mentira entorpeciendo cuanto haga el Señor.

Por otra parte, encontramos al grupo de sus apóstoles, confusos, y que no acaban de entenderle, pero que han descubierto en Cristo algo que corresponde a su corazón, al deseo más sincero y hermoso de su corazón. Nadie jamás les habló así, nadie captó mejor su propia persona y la respuesta a sus búsquedas. Pedro se convierte en portavoz: "¿A quién vamos a acudir...?" Le seguirán, no se apartarán de Él. Han optado por el seguimiento de Cristo sin que Cristo les haya forzado a nada, sino poniéndolos ante su propia libertad para que decidan: "¿También vosotros queréis marcharos...?"

Y finalmente, Judas, el que lo iba a entregar. Camuflado, callado, incapaz de desmarcarse del grupo apostólico pero cada vez más lejos de Cristo en su corazón.

¡Hay que tomar decisiones, posturas claras!

Veamos entonces el retrato de estas situaciones que hizo el papa Benedicto XVI:


"Los domingos pasados hemos meditado el discurso sobre el «pan de la vida», que Jesús pronunció en la sinagoga de Cafarnaúm después de haber saciado miles de personas con cinco panes y dos peces. Hoy, el Evangelio presenta la reacción de los discípulos a aquel discurso, una reacción que el mismo Cristo provoca conscientemente.

Ante todo, el evangelista Juan – que estaba presente junto a los otros Apóstoles – refiere que «desde aquel momento muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo» (Jn 6,66). ¿Por qué? Porque no creyeron en las palabras de Jesús que decía: Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente (cfr Jn 6,51.54). Para ellos esta revelación permanecía incomprensible, porque la entendían sólo en sentido material, mientras en aquellas palabras estaba preanunciado el misterio pascual de Jesús, en el que Él se ha donado a sí mismo para la salvación del mundo.

Viendo que muchos de sus discípulos se marchaban, Jesús se dirigió a los Apóstoles diciendo: «¿También vosotros queréis marcharos?» (Jn 6,67). Como en otros casos, es Pedro quien responde en nombre de los Doce: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que eres el Santo de Dios» (Jn 6,68-69). Sobre este pasaje bíblico un bellísimo comentario de San Agustín dice: «¿Veis cómo Pedro, por gracia de Dios, por inspiración del Espíritu Santo, ha entendido? ¿Por qué ha entendido? Porque ha creído. Tú tienes palabras de vida eterna. Tú nos das la vida eterna ofreciéndonos tu cuerpo y tu sangre. Y nosotros hemos creído y conocido. No dice: hemos conocido y creído, sino hemos creído y conocido. Hemos creído para poder conocer; si de hecho, hubiésemos querido conocer antes de creer, no hubiéramos logrado ni conocer ni creer. ¿Qué hemos creído y qué hemos conocido? Que tú eres Cristo Hijo de Dios, o sea que tú eres la vida eterna misma, y en la carne y en la sangre nos das aquello que tú mismo eres» (Comentario al Evangelio de Juan, 27, 9).

Finalmente, Jesús sabía que también entre los doce Apóstoles había uno que no creía: Judas. También Judas habría podido irse, como hicieron muchos discípulos; es más, habría debido irse, si hubiese sido honesto. En cambio permanece con Jesús. Permanece no por fe, no por amor, sino con el propósito secreto de vengarse del Maestro. ¿Por qué? Porque Judas se sentía traicionado por Jesús, y decide a su vez traicionarlo. Judas era un zelota, y quería un Mesías vencedor, que guiase una revuelta contra los Romanos. Pero Jesús había desilusionado estas expectativas. El problema es que Judas no se fue, y su culpa más grave fue la falsedad, que es la marca del diablo. Por esto Jesús dice a los Doce: «¡Uno de vosotros es un diablo!» (Jn 6,70).

Pidamos a la Virgen María que nos ayude a creer en Jesús, como san Pedro, y a ser siempre sinceros con Él y con todos" (Benedicto XVI, Ángelus, 26-agosto-2012).
 

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