7. La santidad se convierte en sencillez incluso de los
deseos; ya no se desea ser el mejor ni el más perfecto en el servicio de Dios
(que es soberbia con máscara de celo) sino se desea tan sólo aquello que Dios
desea para mí. Se da la talla poniendo en juego todos y cada uno de los
talentos que Dios ha puesto en el alma, pero sin la obsesión de ser “el mejor”,
que lleva a quitar a Dios como un estorbo.
8. Busca continuamente el rostro del Dios vivo. Que
nunca seas un parásito en la Casa
de Dios, en feliz expresión de Pablo VI.
9. Toda
tu vida, sellada por el momento de la profesión solemne, es un largo camino para
abrazarte al Crucificado y ser semejante a Él, mediante los votos de pobreza,
obediencia y castidad, uniéndote por amor al Amor, y esto es lo que te va
haciendo semejante a Cristo Esposo.
10. Sólo
aceptando las propias limitaciones se puede uno trabajar internamente. Sé dócil
al Señor que te irá mostrando el camino de tu propio crecimiento y santidad.
11. Ser santos es dejarse amar por Dios y que su
Gracia nos trabaje por dentro.
12. El
paso de Dios, el encuentro con Cristo, deja sus huellas por mucho tiempo, lo
cambia todo, mira las cosas con una luz renovada.
13. Hay
una certeza que asegura y da consistencia a nuestra pequeña y frágil
existencia: “Yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo”. Él, el Señor; Él, el Eterno Viviente,
segura Compañía.
14. Dios nos eleva a Él cuando nos ha trabajado
internamente, cuando nos ha ido purificando normalmente por el sufrimiento.
Pero Dios es quien nos sube, no somos nosotros quienes nos podemos subir. Cesa
la actividad, desaparece el activismo, se paran las ganas de hacer mucho, se
busca el ocio santo... pesa la carne, sube el espíritu; se eleva el alma...
15. Todo lo que contribuya a vivir la liturgia como
un hecho eminentemente espiritual y con tono contemplativo es una aportación
preciosa a la Iglesia.
16. Todo sufrimiento madura, es redentor y hace que
nuestra alma saque lo mejor de sí misma uniéndose a Cristo. Acéptalo todo como
venido de la mano del Señor. Eso te servirá de apoyo en tu crecimiento y vida
espiritual. Siempre la cruz es redentora. ¡Misterios de Dios!
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