sábado, 10 de febrero de 2018

Lo nuestro es la santidad

Simplemente, y para pensar:

"Así pues, leemos que está escrito: 'Sed santos, porque yo soy santo, dice el Señor Dios'.

No se ha de poner sin más la semejanza de la santidad en Dios y en los hombres: pues de Dios se dice que es 'santo', mientras que los hombres, como si no lo fueran siempre, se les manda que 'se hagan santos'.

En griego, donde nosotros tenemos 'sed santos', esta expresión más bien suena 'haceos santos'. Pero nuestros traductores pusieron indiferentemente 'sed' por 'haceos'. Cada uno de nosotros, pues, desde que llega al temor de Dios y recibe en sí la divina doctrina, desde que se consagra a Dios, si de corazón se ha consagrado, se vuelve por ello 'santo'. Este puede decirse 'santo santificado'; pero verdaderamente y siempre 'santo' sólo es Dios.

¿Quieres que, por medio de las divinas Escrituras, muestre la diferencia? Escucha de qué modo se expresa Pablo, escribiendo a los Hebreos: 'El que santifica y los que se santifican, proceden todos de uno solo'.

¿Quién, pues, santifica? Sin duda alguna, Cristo.

¿Y quiénes son santificados? Los creyentes en Cristo. 

Está claro, pues, que el que santifica es santo, pues siempre es santo; y los que son santificados no deben decirse simplemente santos, sino 'santos santificados'"

(Orígenes, Hom. in Num., XI, 8,1-2).

1 comentario:

  1. La delicada exactitud que procuran cultivar los santos cuando quieren expresar verdades sobrenaturales... y es que este idioma nuestro, tan natural, se queda corto cuando tiene que expresar conceptos y realidades del vivir con, en, por y para Cristo... y sin embargo, con la gracia de Dios, logramos entrever trazos de Vida Eterna
    ¡Qué alegría!

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