jueves, 1 de febrero de 2018

La paciencia (Tertuliano - y XVI)

Terminamos el tratado enjundioso de Tertuliano sobre la paciencia. 

Siempre se ha considerado que la meditación sobre una virtud ilumina la inteligencia, enciende el deseo por adquirirla y ofrece pasos válidos para que se convierta en un hábito para nosotros. Es el procedimiento que hemos intentado desarrollar al leer esta pequeña obra.


La paciencia cristiana en su forma exterior es igual a la paciencia de los paganos, de los estoicos, de los filósofos, pero su contenido y su raíz difieren: lo nuestro es imitar la paciencia de Dios, vivir la paciencia de Dios en nosotros, conformando nuestro ser con la paciencia divina.

Tertuliano, sin embargo, con el rigor acostumbrado (terminó en la secta montanista), omite la paciencia pagana como virtud y la remite a la astucia de quien sabe obrar el mal agazapado.

Viviendo la paciencia cristiana reproduciremos en nosotros aquella paciencia que radica en el corazón de Dios. Entonces alcanzaremos los bienes prometidos.




"Capítulo 16: Diferencia entre la paciencia pagana y cristiana
La paciencia cristiana es una norma, una ciencia, algo verdadero y celestial; absolutamente distinta de la pagana, que es terrena, falsa y afrentosa. El diablo quiso copiar también en esto al Señor, enseñando a sus secuaces una paciencia del todo suya. Por la intensidad se parecen; pero difieren por su objeto: lo que tiene la una de fuerza para el mal, lo tiene la otra para el bien. 

Hablaré ahora de la paciencia diabólica. Ella hace que por una dote los maridos sean venales, o que por afán de dinero entreguen su esposa a la explotación. 

Ésta es también la paciencia que hace tolerar a los presuntos herederos tantos trabajos vergonzosos, condenándolos a ofrecer afectos falsos y obsequios obligados. Es la misma que encadena los parásitos hambrientos a sufrir protectores injuriosos, esclavizando su libertad a su glotonería. 

¡Tales son las cosas que aprendieron los paganos de su paciencia! ¡Lástima que un nombre tan excelso, lo rebajen con acciones tan torpes! Porque la codicia los hace pacientes con sus esposas, con los ricos y con los poderosos; y tan sólo son impacientes con Dios.

Pero, váyase la tal paciencia a compartir con su jefe el fuego que le espera. Por el contrario, nosotros honremos la paciencia de Dios y la de Cristo. Paguémosle con la nuestra, la que Él gastó por nosotros. Y ya que creemos en la resurrección del espíritu y de la carne, ofrezcámosle la paciencia de nuestra alma y la de nuestro cuerpo".

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