Sean las palabras del
Papa pronunciadas al inaugurar el Año de la Eucaristía, las que
igualmente nos sitúen para vivir la Eucaristía
celebrada y adorada. Así, con sentido de Iglesia, abriremos el corazón al
horizonte eucarístico.
“Sabed
que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt
28,20).
Reunidos ante la Eucaristía,
experimentamos con particular intensidad en este momento la verdad de la
promesa de Cristo: ¡Él está con nosotros!
El punto de encuentro es Jesús
mismo, realmente presente en la Santísima Eucaristía con su misterio de muerte y
resurrección, en el cual se unen el cielo y la tierra, y se encuentran los
pueblos y culturas diversas. Cristo es “nuestra
paz, haciendo de los dos un solo pueblo” (Ef 2,14).
¡Misterio de luz! De luz tiene
necesidad el corazón del hombre, oprimido por el pecado, a veces desorientado y
cansado, probado por sufrimientos de todo tipo. El mundo tiene necesidad de
luz, en la búsqueda difícil de una paz que parece lejana al comienzo de un
milenio perturbado y humillado por la violencia, el terrorismo y la guerra.
¡La Eucaristía es luz! En la Palabra de Dios constantemente
proclamada, en el pan y en el vino convertidos en Cuerpo y Sangre de Cristo, es
precisamente Él, el Señor Resucitado, quien abre la mente y el corazón y se
deja reconocer, como sucedió a los dos discípulos de Emaús “al partir el pan” (Lc 24,25). En este gesto convivial revivimos el
sacrificio de la Cruz,
experimentamos el amor infinito de Dios y sentimos la llamada a difundir la luz
de Cristo entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
¡Misterio de vida! ¿Qué aspiración
puede ser más grande que la vida? Y sin embargo sobre este anhelo humano
universal se ciernen sombras amenazadoras: la sombra de una cultura que niega
el respeto de la vida en cada una de sus fases; la sombra de una indiferencia
que condena a tantas personas a un destino de hambre y subdesarrollo; la sombra
de una búsqueda científica que a veces está al servicio del egoísmo del más
fuerte.
Debemos sentirnos interpelados por las necesidades de tantos hermanos. No
podemos cerrar el corazón a sus peticiones de ayuda. Y tampoco podemos olvidar
que “no sólo de pan vive el hombre”
(cf. Mt 4,4). Necesitamos el “pan vivo
bajado del cielo” (Jn 6,51). Este pan es Jesús. Alimentarnos de él
significa recibir la vida misma de Dios (cf. Jn 10,10), abriéndonos a la lógica
del amor y del compartir.
Todos los días, y especialmente el
domingo, día de la resurrección de Cristo, la Iglesia vive de este
misterio eucarística. Por ello se invita a la comunidad cristiana a tomar
conciencia más viva del mismo con una celebración más sentida, con una
adoración prolongada y fervorosa, con un mayor compromiso de fraternidad y de
servicio a los más necesitados. La Eucaristía es fuente y epifanía de comunión. Es
principio y proyecto de misión (cf. “Mane nobiscum Domine, cp. III y IV).
Siguiendo el ejemplo de María,
“mujer eucarística” (Ecclesia de Eucahristia, cap. VI), la comunidad cristiana
ha de vivir de este misterio. Consolidada por el “pan de vida eterna”, ha de
ser presencia de luz y de vida, fermento de evangelización y de solidaridad.
“Mane nobiscum, Domine!” Como los
dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús, ¡quédate con
nosotros!
Tú, divino Caminante, experto de
nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de
las sombras de la noche.
Ampáranos en el cansancio, perdona
nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.
Bendice a los niños, a los jóvenes,
a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los
sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad.
En la Eucaristía te has hecho
“remedio de inmortalidad”: danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a
caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre
hacia la meta de la vida sin fin.
¡Quédate con nosotros, Señor!
¡Quédate con nosotros! Amén.
(cf. JUAN PABLO II, Homilía en la
inauguración del Año de la
Eucaristía, 17-octubre-2004).
¡Qué hambre!¡Más, quiero más entradas sobre la Vida Eucarística!
ResponderEliminarUn abrazo D. Javier.
Amén, amén, amén. Precioso. Gracias
ResponderEliminarRezo con vd: !Quédate con nosotros, Señor!
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