martes, 16 de mayo de 2017

Su Cuerpo resucitado

La catequesis pascual, centro del anuncio evangélico, el kerygma, incluye la resurrección del Señor y su carne glorificada, pero también es a la vez una catequesis escatológica, sobre las realidades últimas, la eternidad y el Reino, la vida eterna y la gloria, que han comenzado ya.


Desde el principio del cristianismo, la resurrección de Cristo ha sido la piedra de toque. Ya le pasó a san Pablo en el areópago, porque en el mundo griego el cuerpo era la cárcel del alma, la materia no tenía dignidad alguna y por tanto la resurrección era imposible aceptarla porque consideraban que sólo el alma inmortal podía tener un destino feliz.

Prolongando este principio de la filosofía griega, las sectas gnósticas hablaran de un dualismo irreconciliable: un prinicipio bueno, el espiritual, el alma, y un principio malo, el cuerpo, la materia. Este gnosticismo en ámbitos cristianos llegará a reinterpretar que el cuerpo de Jesús era aparente, que su cuerpo era sólo una especie de disfraz para su alma divina (= es el docetismo) y por tanto su resurrección, igualmente, era aparente porque jamás tuvo un cuerpo. Eso sería desdecir la dignidad de Dios. Le negaron su humanidad real.

Y lo que explicado así parece lejano, sin embargo, sigue en el lenguaje común hoy, donde al hablar de resurrección pensamos en categorías gnósticas y hablamos de una "resurrección de su espíritu", "resurrección de su mensaje" o que "Jesús resucitó en el corazón de los que le siguen". En ningún momento estos conceptos se ajustan al contenido de la palabra "resurrección" y al acontecimiento histórico de Cristo.

"Resucitó según la carne", en la carne que tomó del seno de María Virgen, carne bendita, la misma que murió en la cruz. Este cuerpo real -si no, no sería hombre- es el que resucitó, lleno del Espíritu Santo, a la vida eterna y plena.

"Teniendo presente a Cristo, Pablo habla de un 'cuerpo pneumático', que sustituye al cuerpo 'psíquico' (1Co 15,44). El cuerpo terrenal es un cuerpo 'animado'; el cuerpo resucitado, uno 'transido por el espíritu', colmado por el Espíritu Santo. Esta 'pneumatización' no hay que confundirla con la 'espiritualización' en el sentido que le da la gnosis. Pablo saca de aquí el argumento de que también nuestro cuerpo será vivificado realmente por el Espíritu Santo, y 'henchido' totalmente por él" (SCHÖNBORN, Ch., Dios ha enviado a su Hijo. Cristología, Valencia 2002, p. 289).

La resurrección de Cristo abre ya la perspectiva del proceso final de todo: la materia, toda materia, será transida igualmente por el Espíritu Santo, transformada. 

En Pascua ha comenzado la nueva creación. Si se nos permite la metáfora, es una "primavera cósmica", pero ésta definitiva y eterna.

"La importancia para la historia de la salvación de la resurrección de Jesucristo consiste, según esto, en que él no ha resucitado solo; su resurección es el comienzo y la causa y, en cierta manera, la realización de la resurrección universal de los muertos...

El último día ya ha comenzado. La muerte de Jesucristo es 'el día y la hora' de la venida de la gloria del Reino de Dios. El Reino de Dios está presente y, con él, el último día. En la mañana de Pascua ha empezado la nueva creación" (Ibid., p. 294).

Así la nueva creación prometida y anunciada por el Señor, tiene que ver con Cristo resucitado. No es un proceso independiente. Todo fue creado por Él y para Él, en Él halla todo su consistencia y en Él serán recapituladas todas las cosas del cielo y de la tierra.

"La Escritura nos atestigua que no sólo la humanidad espera la manifestación de los hijos de Dios, sino también toda la creación (Rm 8,19-22). La vuelta de Cristo traerá 'un nuevo cielo y una nueva tierra' (2P 3,13; Ap 21,1). Esta dimensión cósmica del misterio de Cristo ha sido frecuentmenete despreciada. Pero, toda la creación, los cielos y la tierra, lo visible y lo invisible ha sido creado 'por él y en él' (Col 1,16). Dios, por Cristo, llama a todos al ser y les da subsistencia. Sólo él puede decir: 'Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin' (Ap 22,13)" (ibíd., p. 325).

Por eso la Pascua del Señor inicia un cambio en todo lo creado; de su resurrección participaremos también nosotros -en la escatología, el último día- y participará toda la creación.

"El mayor ejercicio del poder transformador de Cristo se realizará en su parusía: Esperamos ardientemente como salvador al Señor Jesucristo, que transfigurará nuestro cuerpo de miserias para conformarlo a su cuerpo de gloria con esa fuerza que Él tiene de poder incluso someterse el universo entero (Flp 3,20-21). Cristo no se limitará, por tanto, a resucitar los cuerpos, sino que transformará también el mundo material en una tierra nueva (2P 3,13), precisamente para adaptarla a su nueva condición de habitación de los cuerpos glorificados de los santos" (DE MARGERIE, B., Cristo, vida del mundo, BAC, Madrid 1974, p. 324).

1 comentario:

  1. Y resucitaremos con Él. Cristo es la primicia de la resurrección de la muerte y su resurrección es la precursora de la resurrección de todos los creyentes con un cuerpo glorificado al igual que Jesús.

    Por tu victoria, sálvanos, Señor (de las preces de Laudes).

    ResponderEliminar