Un discurso de Juan Pablo II, hace ya años, dirigido al "Movimiento parroquial", vinculado a los Focolares, puede servirnos de orientación y pauta.
Hemos de descubrir -y valorar después- la riqueza de la parroquia en cuanto comunidad cristiana grande y diversa, en un territorio, y sus posibilidades.
También algunos principios fundamentales para revitalizarla constantemente y que no se fosilice; la clave desde luego será siempre la santidad personal de cada miembro y la sed de santidad; la experiencia honda de Cristo, la vida cristiana que se testimonia transparente para todos, y la caridad real -con menos discursos ideologizados- con los enfermos y los pobres.
Las palabras del Papa darán pie para la reflexión común y ser catequizados sobre esta comunidad nuestra, tan querida, que es la parroquia.
Discurso de Juan Pablo II
a los participantes en el Congreso Internacional
del “Movimiento parroquial”[1]
Sábato, 3-mayo-1986
"Queridísimos hermanos y hermanas.
1. A todos vosotros, mi cordial
saludo. Os habéis reunidos de todas partes del mundo para dar vida al I
Congreso Internacional del “Movimiento parroquial”. ¡Sed bienvenidos! Me alegra encontrarme con
vosotros. En vosotros saludo a todo el Movimiento de los Focolares, del
cual es vuestro es una ramificación, expresando mi aprecio por el compromiso
que lo anima en el esfuerzo de ser cada vez más fermento evangélico en la
sociedad hoy. Un particular pensamiento deseo dirigir a la señorita Chiara Lubich,
fundadora y presidente de este multiforme Movimiento, llamado Obra de María,
como también a todos cuantos colaboran con él por la difusión en el mundo del
amor de Cristo.
2. Enorme se presenta la tarea de
la Iglesia en nuestro tiempo y no puede estar solamente la parroquia para
resolverlo. Si bien también hoy la parroquia puede vivir una nueva y gran
etapa. A menudo perdido o desorientado, el hombre contemporáneo busca la
comunión. Habiendo visto no pocas veces fragmentarse o deshumanizarse su
contexto social, anhela una experiencia de auténtico encuentro o de verdadera
comunión. Sin embargo, ¿no es ésta la vocación de la parroquia, la de ser “una
casa de familia, fraterna y acogedora” (Catechesi Tradendae, 67), una
fraternidad animada por el espíritu de unidad, la familia de Dios en un lugar
concreto (cf. Lumen Gentium, 28)?
La parroquia no es principalmente una estructura, un territorio, un
edificio. La parroquia es en primer lugar una comunidad de fieles. Así,
en efecto, la define el nuevo Código de derecho canónico (can. 515, # 1). Esta
es la tarea de la parroquia, hoy: ser una comunidad, redescubrirse comunidad.
Los cristianos no están solos. Ser cristianos significa creer y vivir la propia
fe junto a otros, ser Iglesia, comunidad."
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