Cuando
se participa en la liturgia de modo consciente, activo, interior, pleno, la
vida se va transformando en una liturgia de lo cotidiano, en un culto vivo y
real de las cosas cotidianas, lo ordinario de la vida.
Aquello que vivimos en
el mundo, en la sociedad, el ámbito familiar y de amistad, el oficio o
profesión, el apostolado, la vida social, etc., son la materia y el lugar donde
cada uno de los fieles darán culto a Dios, sirviendo a Cristo Señor y
santificándose en él.
La
liturgia de la Iglesia tiene una incidencia real en los creyentes,
santificándolos, y de ese modo recibe una prolongación en la liturgia
existencial de cada bautizado en el mundo.
Es decir, lo que hay que buscar e incrementar es esa participación
interior de todos los fieles, para que vivan la liturgia y asuman sus riquezas,
de manera que luego salgan de la liturgia transformados para vivir santamente.
Por
tanto, a la hora de fomentar e incrementar la “participación” o “una Misa
participativa”, hemos de tener en mente la verdadera participación interior,
que busca entrar en el Misterio, y su prolongación en la vida, y no reducir la
participación a las intervenciones y la creatividad del grupo inventando
ofrendas, moniciones, manifiestos y acción de gracias.
La participación exterior en la Liturgia debe favorecer la participación interior, es decir, profundizar en la palabra de Dios y en el misterio que se celebra.
ResponderEliminarTú que quisiste acampar entre nosotros,haz que seamos dignos de morar contigo en tu reino (de las Preces de Laudes).