miércoles, 29 de junio de 2016

Jesús y Pedro

Ésta es la relación más importante en la vida de Pedro, la que más le marcó, la que más le hizo sufrir en su debilidad y miedos y sin embargo la que le dio el gozo y la alegría mayor. Pedro reconoció en Jesús a su Salvador, a su Maestro y Señor, al que es "Camino, verdad y vida" (Jn 14,6), al único que "tiene palabras de vida eterna" (Jn 6,68c).

A la hora de ver la relación de Pedro con Jesús en el evangelio de Juan, lo tenemos que hacer viendo una relación de amsitad y cariño de Jesús hacia Pedro, que se manifiesta claramente en muchos pasajes.

El encuentro con Jesús marcó, de manera positiva y total, a muchos personajes que aparecen en las páginas evangélicas. Uno de ellos fue Pedro. Andrés lo lleva a Jesús y es Jesús el que toma la iniciativa: "(Jesús) fijando su mirada en él" (Jn 1,42b). Hay dos gestos de Jesús que impactan a los evangelistas: su manera de partir el pan y su mirada. La mriada que tuvo que dirigirle a Pedro hubo de ser tierna, y a la vez, profunda.

Y ya en el primer momento se establece algo especial: Jesús le cambia el nombre por el de Cefas (Piedra), en Jn 1,42c, con toda la carga simbólica del nombre y del cambio de éste en el mundo bíblico.

Pedro es el primero en hacer una confesión de fe. Pedro no sólo sigue a Jesús; ya tiene alguna certeza en su débil fe y lo proclama como el "Santo de Dios", ya que Jesús es el único que tiene palabras de vida eterna (Jn 6,68-69), llamándole, en una confesión de fe importante, "Señor". Pedro en la pequeñez y en la incertidumbre de su fe, reconoce a Jesús como Señor, cree en Él, le ama y le sigue.

Esta fe en Jesús como Señor hace que Pedro en la última Cena pascual celebrada por Jesús protagonice un curioso incidente, cargado de simbolismo.

Jesús, sorprendentemente, se pone a lavar los pies a sus discípulos, oficio que no le estaba permitido hacer ni a los esclavos judíos, sólo a los esclavos paganos. Pedro no concibe esto y se niega: "Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" (Jn 13,6b). Pero, cuando Jesús afirma que si no lo lava no tiene nada que ver con Él, Pedro le responde: "Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza" (Jn 13,9). Él no quiere separarse, quiere estar unido a su Maestro y de ahí esta respuesta.

Pedro ama tanto a Jesús que afirma que es capaz de seguirle y dar su vida por Él. Jesús entonces le anuncia su traición. Pedro está inquieto y turbado ante el anuncio de que Jesús se va. También él irá por el mismo camino más tarde (cf. Jn 13,36); se lo ratifica también cuando en la aparición de la oracilla del lago Tiberíades dice que "cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá, y te llevará adonde tú no quieras" (Jn 21,18b). E indica el evangelista: "Con esto indica la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios" (Jn 21,19).

Jesús asocia a Pedro en todo, en su ministerio pastoral y también en su pasión y muerte. Es la unión íntima, personal, inmutable, entre Jesús, el Señor, y Pedro, el discípulo constituido como Piedra.

Pero sobre todo, el ministerio pastoral de Pedro a la luz de la resurrección: "Apacienta mis ovejas". Pedro está encargado de servir a la Iglesia apacentando las ovejas-corderos de Jesús. Tres preguntas para contrarrestar y reparar tres negaciones. Tres preguntas de amor y amistad frente a las tres negaciones de cobardía y miedo que Pedro había realizado. Era una forma de restituirlo en su ministerio y de recuperar su autoridad moral que había, sin duda, quedado debilitada frente al grupo de los apóstoles. Se le rehabilita y se la confía la prolongación de la misión pastoral de Jesús.

Pedro es constituido como pastor supremo del rebaño de Jesús, de la Iglesia que está naciendo a la luz del Misterio pascual. Jesús destaca en tres preguntas (Jn 21,15-17) la palabra "corderos" y "ovejas". Esta distinción la comentan algunos autores significando el pastoreo sobre los fieles de la Iglesia y sobre los mismos pastores; por ejemplo, san Roberto Belarmino:

"Sólo a Pedro dijo Jesús: apacienta mis ovejas, como le había dicho a él solo: yo le daré las llaves del Reino... Él recibió las llaves del Reino... solamente cuando oyó: apacienta mis ovejas; en ese momento le fue confiado el cuidado de sus hermanos, los Apóstoles" (Controversia III, de Summo Pontifice).

Es impresionante la escena. Jesús es capaz de olvidarse de las negaciones de Pedro, del abandono que sufrió durante su pasión, para volver a confiar en Pedro. El ministerio pastoral es indudable y claro: Pedro, en nombre de Cristo, apacentará el rebaño, tanto a los fieles como a los mismos apóstoles. Es la misión encargada por Jesús a la luz de la resurrección.


1 comentario:

  1. Debemos rezar por todos los Papas para que el cambio de nombre que realizan al ser elegidos no sea algo meramente simbólico. En la Iglesia, por desgracia, tenemos ejemplos de ello.

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