martes, 10 de mayo de 2016

La atención personal: san Juan de Ávila



            El Señor en el evangelio usaba una pedagogía particular, especial, según las diferentes personas. Correspondía así a las distintas situaciones de acercamiento y proximidad a su Persona y la disposición correspondiente a su seguimiento.

            Predicaba el Señor a las multitudes; predicaba luego a grupos más reducidos y los preparaba, como los 72, y luego, más extensamente y en privado, todo a los Doce. Son distintos niveles de seguimiento y exigencia, plasmaciones distintas de la santidad.

            San Juan de Ávila también practica, por así decir, esa pedagogía divina y es modelo para nuestra práctica sacerdotal. Lo mismo predica a inmensas multitudes, que enseña a grupos concretos (de discípulos, de sacerdotes) o que dirige y orienta a personas concretas. Ese método hemos también de cuidarlo. Igual que san Juan de Ávila sabe pasar de muchedumbres o de grupos a personas concretas, dedicándoles tiempo, escritos, cartas e incluso tratados, los sacerdotes en la parroquia debemos prestar tiempo y acompañamiento a personas que, con mayores interrogantes, buscan una mayor exigencia de vida: ya sea en el confesionario o dirección espiritual, ya sea un pequeño cenáculo de catequesis de adultos o grupos de espiritualidad.

            San Juan de Ávila dedica muchas horas, por ejemplo, a componer el Audi filia en atención a una seglar conversa, Dña. Sancha Carrillo. A sus ojos tiene tanto valor el avance cristiano de esta persona como las muchedumbres que pueden reconocer su valía oratoria y sacerdotal. También, igualmente, dedicaba tiempo para sus discípulos, en grupo y uno a uno, formándolos y discerniendo su vocación.



            El tiempo sacerdotal debe incluir también a las personas concretas, la escucha y acompañamiento, el presentar constantemente la vocación a la santidad, al alto nivel de la vida cristiana ordinaria[1]. A quien vemos que tiene ‘materia’, capacidad, para darse más al Señor, se lo hemos de proponer y ayudar.

             Sólo y exclusivamente una pastoral “de masas”, amplia, no puede servir ni resultar eficaz a la larga. Así como es necesaria una pastoral de “primera evangelización” para quienes empiezan, y otra pastoral de “formación”, para quienes necesitan poner sólidos cimientos, también hace falta un ejercicio pastoral de discernimiento, acompañamiento, para ser maestros de vida espiritual a quienes el Espíritu haya suscitado un deseo mayor y más intenso de Cristo.

            ¡No en vano fue llamado “Maestro de santos”!



[1] Cf. Juan Pablo II, Carta Novo millennio ineunte, 30-31.

1 comentario:

  1. Ayer no pude comentar pero como "todos los santos tienen octava", hoy repito lo que hice en la Santa Misa: encomendar a todos los sacerdotes diocesanos a san Juan de Ávila.

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