lunes, 30 de marzo de 2015

Pregón pascual, Aleluya... ¡lo propio de la Vigilia pascual!

De venerable antigüedad, resuena en nuestras iglesias la noche santísima de la Vigilia pascual el Pregón pascual cantado por un diácono o, en su defecto, por un cantor.

Su letra es invariable -no, no son admisibles paráfrasis, ni cantos parecidos-, resume la gran teología de la Pascua, canta la noche de la resurrección, glorifica a Cristo... y eleva las almas de los fieles.


Una vez al año solamente resuena: ¡qué deseo tan gran de volverlo a oír, de que se nos anuncia líricamente el objeto central de nuestra fe y nos introduzca a vivirlo!

La Iglesia aguarda impaciente ese momento tras una Cuaresma rigurosa y penitente. El templo ha sido encendido por completo al tercer "Luz de Cristo - Demos gracias a Dios", los fieles sostienen en sus manos las velas encendidas de la llama del cirio pascual; entonces el diácono, después de pedir la bendición al sacerdote, inciensa en el ambón -sí, el Pregón, excepcionalmente, es en el ambón- el texto del Pregón pascual y lo entona.

Es teología y poesía; es espiritualidad y lírica; es mística y exaltación. ¡¡Por fin resuena el Pregón pascual de la Iglesia!!


Exulten por fin los coros de los ángeles,
exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de Rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra,
inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo con las aclamaciones del pueblo...

Porque éstas son las fiestas de Pascua,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Ésta es la noche
en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche
en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Ésta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos...

¡Ésta es la noche! ¡La Noche!, aquella que es tiempo de gracia y salvación donde Dios actúa y despliega su poder salvador.


            "Quien ha seguido el canto del Exsultet, que es quizás el más lírico, el más bello de los cantos de la liturgia cristiana, habrá sentido resonar las palabras y las enseñanzas de la primerísima teología, la de san Pablo, que ha encontrado en las fórmulas de san Agustín y de san Ambrosio sus expresiones más altas y más paradójicas: O felix culpa! ¡Era necesario que el hombre cayese para tener tal Redentor! De nada habría servido tener la vida natural si luego generosamente no se nos diese la vida sobrenatural. El dualismo, entonces, entre tinieblas y luz, entre la vida y la muerte, entre la historia de Cristo que sufre y da la vida por nosotros y luego la recupera para abrirnos el camino hacia la eternidad. Todo esto debe ofrecer a nuestras almas argumento de reflexión y ciertamente debe colmar nuestros espíritus de una multitud de pensamientos, que retoman su orden destacando precisamente el dualismo del bien y del mal, de la gracia y del pecado, de la vida y de la muerte.

            Y ésta es la conclusión de estas premisas: nosotros reconocemos con alegría y gratitud haber sido salvados. Es decir: toda nuestra historia, nuestra salvación, ha sido guiada por un único prodigio: la misericordia de Dios, la cual gratuitamente nos redime para infundir en nosotros la revelación suprema de lo que Él es: Bondad infinita. Con indecible amor ha querido salvar a la humanidad concediéndose sin ningún límite, también después de que el hombre habría merecido algo bien distinto; es decir, la condena, la ira y la muerte perpetua.
 
            Nuestro himno a la bondad divina no quita, sino más bien pone de relieve, lo que debemos realizar para merecer la gracia del Señor. Hace poco hemos renovado las promesas bautismales, es decir, hemos proclamado el querer poner a disposición de Dios nuestra persona, para que Él actué en nosotros, realice en nosotros la salvación. Y también aquí san Agustín, Nos parece, tiene la palabra atrevida, sintética y sublime, que resume todo el excelso poema, si bien en nosotros es con frecuencia un drama continuo. Enuncia los dos polos, dos palabras inmensas: una referida a Dios y que se llama misericordia; la otra referida al hombre y que se llama miseria. En el encuentro de estas dos entidades, es decir, de la infinidad de Dios que salva, y de nuestra pobreza que tiene necesidad de ser salvada, está la Pascua, la resurrección, la alegría nuestra; y de ahí deriva nuestro empeño. Será el que llevemos en el corazón precisamente como recuerdo de esta santa celebración" (Pablo VI, Hom. en la Vigilia pascual, 9-abril-1966).

El tono pascual se inaugura con esta solemnísima celebración. El propio Pregón pascual, merecedor de una lectura personal, meditativa, ayuda a una sintonía espiritual e interior.

Luego, con el paso de las lecturas del Antiguo al Nuevo Testamento, se entonará el himno "Gloria a Dios en el cielo", encendiéndose los cirios del altar y repicando las campanas. El mundo entero se contagia en la noche del gozo de la Iglesia.

Tras la Epístola paulina, por fin, el "Aleluya", mudo desde el inicio de la Cuaresma", va a alabar a Cristo resucitado y nos dispondrá al canto del Evangelio.

Lo propio de la Vigilia pascual es una sucesión constante de elementos teológicos y espirituales. La Pascua va a llegar y renovará a todos.

2 comentarios:

  1. El Pregón pascual o "exultet" es un bellísimo himno de alabanza. Anuncia a todos la alegría de la Pascua, alegría del cielo, de la tierra, de la Iglesia, de la asamblea de los cristianos. Esta alegría procede de la victoria de Cristo sobre las tinieblas. Luego, entona la gran Acción de Gracias. Su tema es la historia de la salvación resumida por el poema.

    Al comenzar la vigilia con la fiesta del fuego, tan simbólico y significativo, algo nuevo ha acontecido en medio del pueblo. La llama ha surgido en la oscuridad. Al prenderse el cirio Pascual del fuego nuevo, se ha intuido el esplendor de la Pascua de Cristo resucitado. Cristo es la Luz. De él se enciende toda luz y por él se ilumina el templo vivo de la Iglesia, convocada para el pregón pascual. Por eso cantamos con todo el fervor de nuestras voces: ¡Oh noche realmente dichosa, que cambia la tiniebla en claridad y la muerte en vida! Es noche de Pascua. Noche de liberación.

    Ahora viene el juicio de este mundo; ahora el señor de este mundo va a ser arrojado fuera (de las antífonas de Laudes)


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  2. Julia María:

    ¡¡Qué bien lo ha dicho y explicado!!

    El lucernario de la Vigilia pascual, así como la consagración del agua bautismal, o en la Misa crismal la confección y santificación del crisma... es algo cósmico. Todo está implicado. Y a mí esa faceta me entusiasma, y de hecho forma parte de mis estudios o de mi futurísima, lejanísima, tesis doctoral.

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