domingo, 29 de marzo de 2015

Jueves Santo, Misa en la Cena del Señor



El Triduo pascual comienza con un hermoso prólogo: la Misa en la Cena del Señor. En la tarde del Jueves Santo se celebra la Eucaristía como Cristo, en aquella tarde, celebró la Cena Pascual judía con sus discípulos. Allí cambia el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre, y lo que era una Cena pascual recordando la Pascua de Egipto, la liberación, ahora es el Sacramento pascual de su Muerte y Resurrección. 



En esa primera Eucaristía, en el cenáculo, les encarga a los apóstoles: “Haced esto en conmemoración mía”. Serán sus sacerdotes, será Cristo mismo por boca de sus sacerdotes en el que en cada Misa transforme el pan en su Cuerpo, verdadera, real y sustancialmente presente. 

Además, nos explicó la síntesis de la perfección, el resumen de lo que es su vida y el misterio de la Pascua, el amor, y por ese amor nos indica: “amaos unos a otros como yo os he amado”. La medida del amor va a ser el amor sin medida. El amor va a dejar de ser un mero sentimiento superficial para ser una realidad consistente que se pone por obra: amar pero amar como Cristo, entregándose y desgastándose, aunque no haya sentimientos ni gustos. Obrar por amor, vivir como Cristo hasta la cruz por amor del prójimo.

La liturgia de esta Misa en la Cena del Señor es sencilla. Se canta el Gloria tocando las campanas como un preanuncio y ya no sonarán las campanas ni se cantará el Gloria hasta la gran solemnidad de la Vigilia pascual. 

 
Tras la homilía, se realiza el lavatorio de los pies, haciendo mímesis, una representación de lo que el mismo Señor hizo con sus Apóstoles. Se trata de lavarlos, es decir, de adelantarles visualmente la Redención de la Cruz que sí los va a purificar por entero.

Después de la comunión se lleva solemnemente el Sacramento a la reserva eucarística, “sobriamente adornada” como dicen textualmente los documentos de la Iglesia. La reserva eucarística, que no es un Monumento, sino una capilla sacramental, debe ser un ámbito y espacio de oración recogida y amorosa. Allí se está con Cristo.

¡No dejemos solo al Señor en la reserva eucarística! 
¡Que el Jueves Santo no sea un Sagrario abandonado por nuestro amor! 

Allí se le adora dando gracias por los dos sacramentos que nos edifican y ayudan a todo el pueblo cristiano en la santidad: la Eucaristía y el sacerdocio. Se está con Cristo, y de modo especial nos ayudará a esto la Hora santa, en común, en adoración. Es día donde hemos de sacar tiempo para hacer nuestra adoración y acción de gracias ante la reserva eucarística. Con sencillez para que invite al recogimiento. A partir de la medianoche “se hace sin solemnidad”, con pocas velas y pocas luces porque ya empieza el Viernes Santo.

            “La celebración eucarística más importante en este tiempo de Semana Santa... no es la del Jueves Santo, que más bien tiene carácter “anecdóctico”, sino la de la noche de Pascua, cumbre de todas las celebraciones de la Semana y hacia la cual deberían converger en progresión la totalidad de las celebraciones que la preceden”[1]

            Sin Eucaristía no podemos vivir. También es momento para dar gracias a Dios por los sacerdotes, por tantos sacerdotes como nos han ayudado y nos han acercado a Dios. Entramos en la Pascua. Hagamos silencio de adoración.




[1] NOCENT, A., El año litúrgico. IV, Semana Santa y Tiempo pascual, p. 34.

3 comentarios:

  1. Estoy totalmente de acuerdo: sin Eucaristía no podemos vivir, sin sacerdotes tampoco, y debemos dar gracias a Dios por estos hombres que se entregan a Dios y a la Iglesia en cuerpo y alma y rezar por ellos.

    No estoy de acuerdo con la opinión del autor que cita, Nocent. Calificar de anecdótica la conmemoración de la Eucaristía me parece un error. Para dar su valor propio a la Vigilia Pascual no es necesario rebajar el resto de las celebraciones del Triduo Pascual.

    Santifica, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre (de las preces de Vísperas)

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  2. Julia María:

    Es verdad que esa opinión de Nocent, tal cual, sería errónea a mi gusto; yo la matizaría así: la Eucaristía del Jueves Santo conmemora la institución del Sacramento... pero la Gran Eucaristía, en solemnidad y belleza, como culmen, es la de la Vigilia pascual.

    Normalmente, lo sabemos, el pueblo cristiano lo vive al revés. Toda la importancia la ofrece al Jueves Santo y olvida la Vigilia pascual...

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  3. Celebramos la institución de la Eucaristía, nuestra Vida.

    Damos gracias a Dios y le encomendamos a las personas y misión de los sacerdotes, a través de quienes recibimos los Dones de Dios y la ayuda humana.

    Que Dios les bendiga.

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