Todos los ritos de la Iglesia en su liturgia no son ceremonias sin más, a las que se asisten sin saber qué tienen que ver con uno mismo ni con su vida.
La liturgia de la Iglesia provoca una respuesta en el hombre que la vive y está en sus celebraciones, expectantes, receptivo, orante. Y es así porque la liturgia es actuación de Dios, el desplegar de la gracia de Dios en sus ritos, oraciones, sacramentos, signos sacramentales, etc... y es la liturgia actuación de Dios porque Él mismo hace presente, aquí y ahora, la gracia de los Misterios salvadores.
En cierto modo, cada uno de los asistentes a la liturgia es como si estuviese presente en ese mismo momento único de la salvación; porque no son acontecimientos del pasado que evocamos, sino acontecimientos divinos que de nuevo se hacen presente aquí y ahora, por gracia, por el Espíritu, para bien de la Iglesia.
Cada rito de la Vigilia pascual afecta a la relación entre el Señor y el hombre, lo toca en su fibra más íntima en la medida en que estemos receptivos, atentos.
Con el hombre tiene que ver el Lucernario, la bendición del fuego y la signación del Cirio, señalando a Cristo como único Señor de la historia, su Principio y su Fin, que engloba por tanto la vida concreta de cada hombre, de cada persona, en su pequeña existencia.
Con el hombre tiene que ver ese precioso culmen del rito de la Luz que es el canto del Pregón pascual, que inunda de gozo las almas y hace renacer la esperanza por el anuncio de la Resurrección del Señor, sabiendo que el Señor sigue obrando maravillas.
Con el hombre tiene que ver toda la Liturgia de la Palabra, en la abundancia de lecturas y salmos de esa noche y su perla preciosa, el canto del Evangelio, porque Dios se está revelando como Salvador en su Hijo, como Vida.
Con el hombre tiene que ver el rito bautismal de los nuevos hijos de la Iglesia y la renovación de las promesas bautismales, actualizando la gracia del Bautismo, el deseo de una vida santa, la adhesión cordial a Cristo y el seguimiento fiel.
"Es el punto de la meditación propuesta durante la Santa Noche, la cual tiene su reflejo principal también sobre cómo el hombre, con todas sus vivencias y alternativas, con todas sus derrotas y victorias; con sus momentos de plenitud y otros de depresión; de fidelidad o infidelidad, haya participado en el diálogo propuesto por el Señor. Es la historia espiritual del mundo, que tiene después su respuesta, se puede decir subjetivamente, en la pequeña, pero para nosotros única, interesante, historia de nuestra alma. También cada uno de nosotros ha recibido graduales revelaciones.
El Señor ha usado una pedagogía progresiva para nosotros y nos ha amado, nos ha instruido; y finalmente he aquí la Pascua en la que aún Él se da, nos viene al encuentro, y nos quiere idóneos para recordar dignamente las preparaciones celestiales y para exaltar los grandes Misterios vitales. Podemos mirar en qué se reasume tal celebración en su significado final. Hace poco hemos encendido el Cirio pascual, hemos bendecido el agua del bautismo, y renovadas las promesas bautismales; por último, prorrumpe el Aleluya… Vemos el contraste nocturno entre las tinieblas exteriores y la luz, entre la muerte y la vida, entre el pecado y la gracia, entre la felicidad de quien está en contacto con la vida misma, Dios, y la oscuridad de quien no lo está. Ahora este dualismo, en una palabra, es el gran tema de la Vigilia pascual" (Pablo VI, Hom. en la Vigilia pascual, 9-abril-1966).
El esplendor y la solemnidad de esta liturgia corresponden, entonces, a la gran actuación de Dios, a su Poder, a cantar su grandeza, festejando la resurrección de nuestro muy Amado Señor Jesucristo.
Es un espectáculo de Gracia salvadora, un derroche de amor de la Iglesia con su Señor. ¡Cuántos elementos y cuánta riqueza!, y todos confluyen en la santísima Vigilia pascual.
Cristo está presente en su Iglesia, especialmente, en la acción litúrgica. Entramos en el misterio, en el ámbito de lo divino. Cristo es quien realiza el culto ante Dios en nombre de toda la humanidad. La celebración litúrgica es lo más sagrado que puede realizarse porque es obra de Cristo mismo. Esta espiritualidad se acentúa en la Vigilia Pascual, tránsito, momento clave, crucial, en que termina la espera ansiosa y atormentada por la dramática desaparición del Señor, "arrebatado por la muerte", y comienza la gran fiesta de la celebración de su Resurrección.
ResponderEliminarAlmas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor (de la salmodia de Laudes).