jueves, 18 de diciembre de 2014

El prefacio II de Adviento (para las ferias mayores)



Llegadas las ferias mayores, el Adviento dispone a los hijos de la Iglesia a prepararse con intensidad para el tiempo de Navidad. Es una semana que mira y celebra los momentos previos al nacimiento de Jesucristo, su primera, humilde y salvadora venida. La Virgen María cobra especial relieve en los textos litúrgicos de estas ferias mayores.



            El prefacio II de Adviento, que se emplea sólo en estas ferias mayores, se titula “la doble expectación de Cristo”. Posee el sabor clásico, tradicional, escueto, de la liturgia romana.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación…
por Cristo, Señor nuestro.

A quien todos los profetas anunciaron,
la Virgen esperó con inefable amor de Madre,
Juan lo proclamó ya próximo
y señaló después entre los hombres.

            Es un compendio de todos los temas bíblicos del Adviento que se van sucediendo día tras día.

            Los profetas sostuvieron la esperanza de Israel anunciando la venida del Mesías, del Salvador, del Señor. Anunciaban el reino mesiánico. “La pondrá por nombre Emmanuel que significa: Dios-con-nosotros” (Is 7,9), “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado… Príncipe de la paz” (Is 9). Los salmos cantaban la venida del Salvador y los rezaremos en este tiempo con anhelo y fervor: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve” (Sal 79), “que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente… Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector… Él será la bendición de todos los pueblos” (Sal 71), “el Señor llega para regir la tierra” (Sal 95).


            Ésta es la clave para entender todo el Antiguo Testamento: leerlo a la luz de Cristo, descubrir el sentido oculto de todo que es Cristo en los versículos, en los personajes, en los acontecimientos, en las figuras (el Cordero, el Templo, etc.).

            “La Virgen esperó con inefable amor de madre”: si cualquier madre aguarda con gozo y ternura el nacimiento del hijo durante la gestación, ¡cuánto más la Virgen! Porque ella sí sabe del Misterio: nadie ha intervenido, sólo el Espíritu; es un niño y al mismo tiempo es el Hijo del Altísimo. El amor inefable de madre y la fe viva de creyente se entrelazan en la Virgen María: así sea nuestro modo de esperar ahora a Cristo, con inefable amor, con fe clara.

            “Juan lo proclamó ya próximo y señaló después entre los hombres”. Los domingos II y III de Adviento están centrados en Juan Bautista. Anunció que venía ya el Mesías, exhortó a la conversión y a la justicia, sin contemplaciones, sin ser correcto, ni agradable, ni intentar caer simpático. Luego, más tarde, lo señaló para que sus discípulos no se quedasen con él, sino siguiesen a Cristo: “Éste es el Cordero de Dios”. Juan no retenía a nadie para sí, no quiere ser líder, ni protagonista, ni que le sigan a él o tener detrás un grupo de palmeros y aduladores, sino que únicamente busca que todos sigan al Señor y lo dejen a él. Es honrado y es libre: ¡Juan, el mayor de los nacidos de mujer, el último profeta del Antiguo Testamento!

El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría
al misterio de su nacimiento,
para encontrarnos así, cuando llegue,
velando en oración y cantando su alabanza.

            La preparación es necesaria para reconocer a Cristo, acogerlo y adorarlo. Israel tuvo una preparación de siglos con la voz de los profetas; la Virgen María se preparó todo el tiempo de la gestación, considerando el Misterio en su corazón y meditándolo; Juan se preparó en la soledad del desierto aguardando a que se manifestara el Salvador y, como voz que grita en el desierto, fue preparando a otros muchos, “preparando al Señor un pueblo bien dispuesto”. Todas esas esperas para nosotros se concretan en cada Adviento: es la oportunidad que Dios nos da para prepararnos a recibir a su Hijo y acogerlo con la misma intensidad y deseo que los profetas, que Juan el Bautista, que la Virgen María.

            Cuando llegue, en la próxima Navidad, debe encontrarnos en actitud cristiana: “velando en oración y cantando su alabanza”. Es tiempo de velar y vigilar en oración, acrecentando nuestra esperanza y fervor, y cantando su alabanza.

13 comentarios:

  1. Dios quiso preparar pedagógicamente a su pueblo por medio de los jueces y profetas a través de varios siglos para la llegada del Mesías, pero ellos quisieron un rey como el resto de los pueblos. Dios se lo concedió a través del profeta Samuel ("no te rechazan a ti, me rechazan a Mí)" pero excepto David y algún otro rey, cuyo nombre no recuerdo ahora, los demás reyes son señalados en la Escritura diciendo de ellos “hizo lo que Dios reprueba” (Salomón, a pesar de su sabiduría, dio entrada a la idolatría en Israel a través de sus numerosísimas alianzas matrimoniales para asegurar la paz pues sus mujeres venían acompañadas de sus religiones idolátricas).

    Tuvo el pueblo que llegar el dolor del destierro para que un resto de Israel se preparase para reconocer al Mesías: el anciano Simeón y la viuda Ana, los pastores y unos forasteros (extranjeros, "los magos") como años después lo harán dos centuriones romanos (uno en el milagro de la curación de su criado, otro ante la forma en la que muere Jesús). Y cómo no: Juan Bautista, María, su esposo José y su prima santa Isabel. Indudablemente no fueron estos los únicos personajes del pueblo hebreo que se prepararon para la llegada del Mesías, pero ellos, los que aparecen en las Escrituras, representan al resto.

    Y ¿nosotros? La respuesta la encontramos en la entrada: “La preparación es necesaria para reconocer a Cristo, acogerlo y adorarlo”. Y esto sirve no sólo para Navidad.

    Vuélvete, Señor, a nosotros y no tardes más en venir (de las antífonas de Laudes)

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  2. Así es, amiga mía.

    La preparación de la que venimos hablando no es sólo para Navidad, es para cada día por si viene el Señor de pronto en gloria.

    La Iglesia debe ser siempre un pueblo expectante, aguardando la gloriosa Aparición del gran Dios nuestro y Señor Jesucristo.

    Si todo termina en organizar belenes y festivales de villancicos, si todo se reduce a un sentimental y subjetivo "Jesús nace en nuestros corazones", si todo se reduce al exorno navideño del templo parroquial... ¡no hemos entendido nada del Adviento!

    Si toda la Navidad se centra en el sentimentalismo, si toda la Navidad se queda en fiestas con pretexto del Nacimiento de Cristo, si toda la Navidad acaba con los valores, la solidaridad, (¡fraternidad, igualdad, libertad!), ¡¡no habremos entendido nada del Misterio, de la Revelación, de la Redención!!, porque éstas se inician en la santa Natividad.

    ¡¡Ay!!, ¡¡cuánto despiste hay difundido y extendido por nuestras comunidades y parroquias!! ¿Alguien se habrá parado a mirar los textos bíblicos y litúrgicos del Adviento y de la Navidad para captar su sublime Verdad?

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    1. ¡¡¡Así me gusta oírle!!! Ha enardecido mi corazón, y va en serio.

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    2. Gracias entonces, amiga mía... Sabe que lo que he escrito son mis convicciones bien profundas.

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    3. ¡¡¡Claro que lo sé!!! Y me gusta oírlo.

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  3. Desde mi rinconcito estoy con ustedes, D. Javier y Julia María. Bueno, y alguno más que hay por ahí.

    Dios les bendiga.

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    1. Es un placer volver a "oírla" por aquí.

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    2. Es un placer volver a "oírla" por aquí

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    3. SIL:

      ¡¡Qué bien que vuelve a escribir!!

      Aquí está también su comunidad católica virtual.

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  4. Si yo estoy por aquí también, tratando de vivir este Adviento.Paso por aquí para ayudarme a sintonizar con la liturgia. Un abrazo a todos

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    1. Se la echa de menos.

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    2. Igualmente Julia Maria. A veces paso... silenciosamente.

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    3. María Auxiliadora:

      Igual que le he dicho a SIL... ¡¡¡me alegro de volver a verla por aquí!!! Esta es su comunidad católica virtual, a muchos km. de sus lugares de residencia, pero igualmente comunidad.

      Un gran abrazo

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