En varias ocasiones se ha mostrado aquí el rito de la paz en la liturgia romana (por ejemplo catequesis I, II y III); una vez más ha de hacerse, para que, a base de repetir, queden fijados los conceptos.
Mil veces lo hemos escuchado y,
otro año más, ensanchando el corazón, volveremos a escuchar lo mismo: las
profecías se han cumplido. El “Príncipe de la paz” (Is 9,1s) nos nace en
Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado. Su reino extenderá una paz sin límites:
en sus días florece la justicia y la paz abunda eternamente (cf. Sal 71). Los
ángeles mismos, tan atareados en Navidad, se aparecen a aquellos pastores que
velan al raso cantando: “y paz a los hombres de buena voluntad”, “paz a los
hombres a los que Dios ama”.
Con
el nacimiento de Jesucristo, comienza el Reino de paz de Dios. “Él es nuestra
paz”, declarará san Pablo (Ef 2,14), porque la enemistad entre Dios y el
hombre, y entre los hombres entre sí, por el pecado, ha sido destruida. La
fuente de la verdadera paz, la paz misma, es Jesucristo. Cuando Él, ya
resucitado después de su Sacrificio, salude a los apóstoles, les dirá: “La paz
con vosotros” (cf. Jn 20,1ss.).
“¿Cómo se alcanza la paz? ¿La verdadera paz, repetimos, la que resulta del orden verdadero? Porque puede existir un orden falso; ¡y cómo!, un orden impuesto con la fuerza, la prepotencia, el miedo, la amenaza, el chantaje, el abuso de la debilidad de los otros, la costumbre difundida de mantener situaciones donde la gente sufre, donde ni siquiera puede levantarse y mejorar la propia existencia… ¿es orden verdadero? La esclavitud, ¿es orden verdadero? La miseria social, ¿es orden verdadero? La pobreza sin remedio y sin asistencia, ¿es orden verdadero? La ignorancia querida del pueblo para tenerlo más fácilmente sometido, ¿es orden verdadero? El dominio y la explotación de los fuertes sobre los débiles, de los ricos sobre los pobres, ¿es orden verdadero? La imposición pesada de la ideas de algunos sobre la de los otros, penada con daños y represiones y castigos, ¿es orden verdadero? Y la incuria de los responsables hacia la inobservancia de los derechos de los demás, de la inmoralidad escandalosa, o de la tolerancia de la licencia nociva al bien de la sociedad, ¿es orden verdadero? Donde no existe, o no es respetada una ley razonable y eficaz, ¿existe un orden verdadero? Etcétera. Queremos decir: existen órdenes aparentes, falsos, contrarios al bien común, a la legítima libertad, a la promoción de las categorías necesitadas, etc., las cuales no pueden merecer el nombre auténtico y hermoso de paz” (Pablo VI, Hom. 1-enero-1972).
La
paz de Cristo es algo más hermoso, verdadero y pleno.
En
el rito eucarístico acontece un signo elocuente: el intercambio de la paz, el
beso de la paz. Éste no es un mundano, sino un recuerdo y un deseo al mismo
tiempo, de esa paz nueva y verdadera que brota de Jesucristo. No es saludo
protocolario, no es gesto afectivo de igualitarismo, no es una sonrisa humana
de unos a otros casi como un descanso o recreo en medio de la celebración de la
Santa Misa, no es explosión emotiva. ¡Es la
paz que nos viene de Cristo!
Con
ese sentido tan hondo, habrá que realizar y vivir el rito de la paz en la
Misa. Está situado después del Padrenuestro
y antes de la Fracción
del Pan consagrado desde san Gregorio Magno (s. VI), señalando la necesidad de
estar en comunión fraterna con la
Iglesia antes de recibir la comunión del Cuerpo de Cristo.
Hace
unos meses (en junio de 2014) salió publicada una Carta de la Congregación para el
Culto divino sobre el rito de la paz. Después de explicar la verdadera paz de
Cristo, la auténtica naturaleza y origen de la paz, pide que haya una “oportuna
catequesis” (n. 6) sobre el rito de la paz… aunque habría que añadir y ampliar:
es necesaria más catequesis de adultos, retiros, homilías, etc., donde se
explique cada parte y cada momento de la Misa.
Desciende luego
a recordar de manera obligatoria cómo hay que realizar este signo de la paz en
la santa Misa. Y lo primero que hace es recordar que el rito de la paz no es
obligatorio sino que depende del criterio del sacerdote que celebre la Misa (cf. n. 6a). Hay ocasiones
en las que se ve muy claro que es mejor omitirlo, y así lo recuerda esta Carta.
Asimismo,
con un elenco de directrices ya fijadas en el Misal, pero que parece que se
desconocen o se olvidan, hay una permanente llamada a la discreción, a la
moderación, en este rito: sólo a los más cercanos, sin desplazarse ni tener que
recorrer varios bancos dando la paz a todos.
No
calla la Carta
los abusos que se comenten; los deja bien claros (cf. n. 6c): La introducción
de un “canto para la paz”, inexistente en el Rito romano; no existe ese “canto
de paz” sino que se da en silencio y luego se entona el Agnus Dei; es también
abuso los desplazamientos de los fieles para intercambiarse la paz, que altera
el orden de la liturgia y su decoro; también es un abuso que el que el
sacerdote abandone el altar para dar la paz a algunos fieles; como lo es
también que en algunas circunstancias, como la solemnidad de Pascua o de
Navidad, o durante las celebraciones rituales, como el Bautismo, la Primera Comunión,
la Confirmación,
el Matrimonio, las sagradas Órdenes, las Profesiones religiosas o las Exequias,
el darse la paz sea ocasión para felicitar o expresar condolencias entre los
presentes.
Como
la liturgia es el ámbito de lo sagrado, de la actuación de Dios, habremos de ir
desterrando todas esas formas y elementos que la han secularizado convirtiendo
la liturgia en una fiesta humana, en una reunión grupal sin más. Depende de los
sacerdotes, y mucho, que todo esto se viva bien…, pero también depende los
fieles si saben lo que cada elemento de la liturgia significa y lo realizan
correctamente. Aquí no cabe el subjetivismo: ¡que cada cual haga lo que
quiera!, porque la liturgia no es de cada cual a su capricho o inventiva sino
de la Iglesia.
Buenos días a todos:
ResponderEliminarEn primer lugar gracias por la paciencia Padre de repetir las cosas ya que creo que para todos es conveniente repetir auqello que es importante a fin de que nadie lo olvide.
En cuanto a Pablo VI me parece que no solo es un papa desconocido sino injustamente eclipsado por dos colosos como San Juan XXIII y San Juan Pablo II. Por ejemplo la homilia que transcribe hoy es profundamente rompedora incluso en pleno siglo XXI y es nada menos que de 1972. Gracias por tanto por traer tan a menudo a Pablo VI que sin duda merece ser conocido y valorado.
En cuanto al rito de la paz es logica y necesaria la advertencia vaticana porque por menos de nada se convierte en un circo, en uno de los momentos claves de la Misa, y luego no es facil recuperar "el hilo" de la celebración.
En cuanto a la paz esperemos que poco a poco podamos ir disfrutando de una paz verdadera y duradera en tanto lugares del mundo que la necesitan, por ejemplo en Tierra Santa.
Perdon por el largo texto un abrazo para todos y Feliz 2015
Álvaro:
Eliminar¿Paciencia? ¡No es mi fuerte precisamente! Pero formar es repetir una y otra vez, con distintos argumentos y tonos, y sé que debo hacerlo, aunque me siento como predicador en el desierto.
Pablo VI fue un grande, absolutamente grande, con un magisterio hermosísimo, luminoso. A mí me cautivó hace años e intento asumirlo yo personalmente y mostrarlo a los demás. Aunque creo que eclipsado más que por san Juan XXIII, por san Juan Pablo II y por Benedicto XVI (éste otro coloso del magisterio, luminoso y razonable, amable...).
En todo lo demás, de acuerdo, claro.
No se preocupe por la extensión del comentario. A nadie cohibo mientras sea razonable lo que escribe y no sea un ataque al Magisterio o ad hominem. Únicamente, por humor, por broma entre amigos, me meto con Julia María, pero es humor de amigos, simplemente.
Feliz año 2015, Álvaro.
Dos preguntas un poco maliciosas que me permito por ser hoy el último día del año civil: esa Carta de la que nos habla la entrada ¿es leída por todos los sacerdotes, obispos y arzobispos? ¿Porqué no se lee desde el ambón para enseñar a los fieles?
ResponderEliminarUniendo al Papa Pablo VI con el Papa Benedicto XVI: 'Sólo puede existir paz en la Verdad'; lo demás es paz entendida como ausencia de conflictos, es decir "paz" producto de la tan cacareada tolerancia.
Esta noche no tiene mucho significado para mí; finaliza el año civil 2014, nada más. A pesar de ello, como el tiempo debe ser santificado, les deseo a todos un santo y feliz año 2015 y les invito a un propósito: rezar fervientemente por la Iglesia.
Concede, Señor, tu paz a los hombres (de las preces de las I Vísperas)
Si me lo permite añadiré a su intención de oración por la iglesia otra por el Papa. Me encanta ver como lo pide siempre me parece que así nos recuerda a todos que debemos orar siempre y sin desfallecer. Además, al menos en mi caso, se me hace mas fácil orar por cosas concretas. Un abrazo.
EliminarJulia María:
Eliminar¿termina el año con maldad hacia mí? ¿Con preguntas capciosas como los fariseos y saduceos al Señor? ¡No tenéis enmienda!
La Carta se envió a cada obispo; y éste la remitió a su Delegación de Liturgia para difundirla. Así me llegó a mí. También, como es pública, se le dio difusión por Internet. ¿Le hace alguien caso? Uff... creo que no.
Desde el "ambón" no se debe leer esta carta, entre otras cosas, porque desde el ambón sólo la Palabra de Dios. Yo suelo introducir contenidos litúrgicos de vez en cuando en mi homilía, es decir, cosas prácticas y simples. También estaría la difusión de hacer un folleto y repartirla en Misas, en catequesis de adultos, etc...
Sí, la paz con la Verdad, no con el relativismo "pseudo-tolerante". Pero, ya sabemos que eso es soñar dentro de la cultura post-moderna.
Coincido, Julia María, con vos en que esta noche me es indiferente, más bien me causa tedio. Encomiendo, doy gracias y pido perdón al Señor por el año 2014, y hago lo consiguiente con el 2015: darle gracias por dejarme un tiempo más y encomendar todo lo que venga y los trabajos varios.
A todos, feliz y santo año 2015, lleno de Gracia y santidad de vida.
Álvaro, concreto más el propósito: rezar fervientemente para que el Papa y toda la Iglesia sea fiel a Cristo.
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