domingo, 16 de junio de 2013

La fe que vence al mundo

Una homilía de Pablo VI en aquel año de la Fe de 1968 nos da pie para poder profundizar, y cuestionarnos, el valor sobrenatural de la fe, su incidencia y su relación con el mundo.


¿Pero la fe tiene incidencia real o es mero sentimiento? El sentimiento es una vaga expresión afectiva que la reducimos a la trascendencia, al intimismo. No puede ser la fe un sentimiento. Siendo un don de Dios, una virtud teologal que viene de Dios y nos conduce a Dios, la fe transforma la existencia e ilumina todo lo que el hombre vive, orientándolo en todo.

La fe se vive allí donde estamos, sin relegarla a la privacidad del domicilio y del templo: se vive en la tienda, en la oficina, en la escuela, en la Universidad, en la política, en la fiesta... La fe se seculariza cuando consentimos que nos la privaticen, pero se robustece si vivimos la fe en todo. Una fe débil se esconde en la sacristía; una fe fuerte, robustecida, es convincente y se presenta tal cual ante el mundo.

"¿No os parece que la festividad de hoy [la Cátedra de San Pedro] nos ofrece una obvia ligazón con la profesión de nuestra fe, que precisamente la memoria centenaria del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo nos ha inducido este año a renovar, a profundizar, a proclamar? Y el Evangelio, cuya lectura acabamos de escuchar, ¿no nos obliga a hacer nuestra, personal y colectivamente, la confesión de Pedro en la mesianidad  divina de Nuestro Señor Jesucristo: "Tú eres Cristo hijo de Dios vivo"? (Mt 16,16). Circunstancia ésta también digna de notarse por la importancia espiritual e histórica, por la belleza trascendente que adquiere una expresión de fe católica genuina, consciente y colectiva de todo el episcopado italiano, a una con el laicado católico aquí representado, rodeados por los alumnos de los seminarios romanos de lengua italiana, el lateranense con el seminario de Roma, el colegio Capranica, el seminario Lombardo y los demás colegios eclesiásticos italianos de Roma.

Circunstancia digna de notarse, también por la frase crítica en que se encuentra la fe, bien por la psicología del acto en que se expresa o bien por el contenido doctrinal que la define en la actual evolución de la cultura, en la problemática radical con que es considerada por algunos críticos, en el esfuerzo de renovación teológica realizado en todas partes y la estimula, en el diálogo ecuménico, en el pluralismo ideológico que favorece la libertad religiosa, en el abandono del racionalismo tradicional de nuestro pensamiento especulativo y en otras muchas dificultades, crisis y tentaciones que turban y exaltan el espíritu moderno, fuera y dentro de la Iglesia.

Irrompible armonía de las virtudes teologales


Por ello la profesión de fe que brota hoy de esta asamblea toma el aspecto de una afirmación decisiva: nosotros creemos en Dios, creemos en Cristo, creemos, o mejor, en cierto sentido, sentimos al Espíritu santo, que nos hace audaces y dichosos al pronunciar nuestro acto de fe, que llegando unánime a los pies de este altar, termina en el abandono confiado en esa Santa Iglesia, que tiene su fundamento aquí en la piedra apostólica; y sin sombra de triunfalismo, pero con la sinceridad de un testimonio vivido, experimenta la verdad de las palabras del evangelista Juan: "Nuestra fe es la victoria que ha vencido al mundo" (1Jn 5,4).

Si se nos permite dedicar unos instantes al sentido de plenitud de este acto de fe, que parece sugerido por el mismo Pedro, que hoy veneramos, cuando escribe "permaneced fuertes en la fe" (1P 5,9), os exhortaremos, venerados hermanos y queridos hijos, a secundar en el acto mismo su movimiento teologal, es decir, a traducirlo en la plenitud de la esperanza, hermana fiel de esa fe que ha recibido la última revelación del mundo divino: "Dios es caridad" (1Jn 4,16); "y nosotros hemos creído en la caridad" (ibíd.). Sí, "Dios es amor. La esperanza es la respuesta espontánea del alma a esta certeza cuando se acepta y calibra. Salta en el momento preciso, en el instante preciso en que la fe en Dios nos revela como una fe en la caridad" (Cardenal Garrone, "Que faut-il croire?", pág. 284). Por lo demás, ninguno de nosotros ha olvidado la definición bíblica de la fe, coesencial con la esperanza: "La fe es el núcleo de las cosas que se han de esperar" (Hb 11,1); "la fe es el contenido de las cosas esperadas" (Dante, par. 24,64).


Dar buenas esperanzas a los hombres

Por ello nos parece que vuestra profesión de fe, solemne por las circunstancias que hemos mencionado, si quiere permanecer fija en las verdades que ella nos otorga como don infalible e inefable, debe dejarse llevar a los horizontes escatológicos, que son la realidad de ese reino de Dios que degustamos en el tiempo, que predicamos en nuestro vivir histórico, que ambicionamos mediante toda la disciplina de la vida cristiana, que preferimos al reino de orden temporal, del que también somos ciudadanos, pero peregrinos hacia esos "nuevos cielos, y esa nueva tierra, que esperamos, según las promesas de Cristo" (Cf. 2P 3,13).

No se puede decir que, orientados de esta suerte y libres de aspiraciones temporales, somos forasteros en esta tierra en que la Providencia nos ha hecho vivir, ni tampoco que somos incapaces de dialogar con el mundo profano, completamente empeñado en las realidades terrenas, que en nuestro tiempo son en extremo fecundas y seductoras. La constitución conciliar "Gaudium et Spes" está ahí para demostrar lo contrario y para resolver el problema de las relaciones del cristianismo con el humanismo. Y concluimos que nuestra misión, precisamente en este momento inquieto y confuso, es infundir esperanzas buenas, verdaderas y nuevas a los hombres a quienes se dirige este ministerio; y esto -lo decimos con las cautelas del caso- también en la vida temporal de nuestros hermanos (pues hermanos nuestros son los hombres que la vida pone a nuestro lado).

Nos corresponde, a nosotros, que creemos, esperamos y amamos, llevar, de acuerdo con nuestras posibilidades, continuamente al hombre ciego la luz, al hombre hambriento el pan, al hombre airado la paz, al hombre cansado el sostén, al hombre enfermo el consuelo, al hombre desesperado la esperanza, al niño la alegría de la bondad, al joven la energía del bien. Si hay crisis en el mundo de hoy, es crisis de esperanza, de ignorancia del fin por el que vale la pena emplear la enorme riqueza de medios con que la civilización moderna ha enriquecido, pero también ha recargado, la vida humana. Nosotros somos los guías. Nosotros tenemos la ciencia del fin. Debemos ser maestros de la esperanza. Y esto lo decimos por vosotros, pastores, que tenéis como misión conducir la grey humana a los pastos de la verdadera vida; por vosotros, seglares católicos, que con los pastores traéis a la Iglesia y al mundo el pensamiento y la obra de la salvación cristiana".

(Pablo VI, Hom. en la fiesta de la Cátedra de san Pedro, 22-febrero-1968).

4 comentarios:

  1. La Gracia de DIOS actúa. Es implacable, porque grita con estruendo, aún en el silencio. Se hace notar. Unos la rechazan, otros se alegran, otros se anonadan. Pero si es GRACIA actúa. Si es Gracia ni es ensimismada, ni descerebrada, actúa. Alabado sea DIOS.
    Sigo rezando. DIOS les bendiga

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  2. La fe es sentimiento, conocimiento y voluntad. ¿Cómo no va a tener incidencia la fe en nuestra vida real?

    Sólo si creemos, actuaremos de forma coherente con la naturaleza, el amor al prójimo y a Dios. De otra forma dejaremos de lado el bien común y nos concentraremos en los bienes particulares de cada uno de nosotros.

    Estupendo texto D. Javier Muchas gracias :D

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  3. Veo pocos comentarios para un texto tan amplio...

    ¿Por qué no os animáis a escribir más? ¿A compartir y entre todos sacar punta a los textos formativos?

    Un blog no es una comunicación lineal (autor-lectores), sino interactiva (también entre todos).

    Saludos. Pax.

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  4. Padre Javier, tiene Usted mucha razón. Este texto tiene mucha miga. Ya con solo la pregunta "¿Pero la fe tiene incidencia real o es mero sentimiento?" habría mucha tela que cortar. Yo personalmente no creo mucho en el sentimiento. Así como no creo que el "sentir amor", también soy muy escéptico en eso de sentir la Fe. Mi consideración de la Fe, como también de la Caridad, no es algo que se siente, sino algo que actúa inexorablemente, algo implacable. La FE y la CARIDAD es una decisión, un "Si, quiero constante". A partir de ahí la Gracia actúa. Uno no es mejor ni peor, no puede ser más, ni menos santo. Me da por pensar que la santidad no es algo que uno es, sino la Gracia de DIOS que actúa en uno. Esas son algunas reflexiones que me sugieren tan solo esa pregunta. Y probablemente, como siempre, me estaré yendo por las ramas. Si siguiera escribiendo sobre lo que me sugiere el resto del texto, posiblemente, nuestros hermanos huirían del blog presa del aburrimiento. No me tengo por muy ameno. Leer lo que Usted tan primorosamente escribe aquí, me hace reflexionar, en general. Algunas veces me deja meditabundo, y otras veces me produce cierta incontinencia digital, pero nunca me deja indiferente. También le agradezco a Usted, que me llame al orden cuando lo crea pertinente y sobre todo que me corrija cuando estoy equivocado, según la sana doctrina. Una vez más, muchas gracias. DIOS le bendiga. Sigo rezando.

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