De sobra sabemos que una de las claves, pudiéramos llamar "pastorales" del papa Benedicto XVI es la "emergencia educativa". Con este concepto entiende el Papa la urgente necesidad de fortalecer un vínculo que se ha debilitado: el de la transmisión.
Educar es transmitir de tal manera que el educando saque de sí los mejores recursos humanos, morales, espirituales, en contacto con lo transmitido. La verdadera educación no es simple instrucción, conocimientos racionales o técnicos, sino la forja de toda la personalidad. Una vez forjado uno se inserta en una cultura, en una sociedad, consciente de su pasado y su riqueza, viviendo el presente de manera constructiva.
Pero la educación ha sufrido un retroceso y ha pasado a ser mera instrucción. La educación se ha visto además relegada al ámbito escolar y éste sólo para transmitir nociones, pocas, rebajando el nivel cultural y olvidando la dimensión básica de formación integral de la persona.
Algo más grave, fruto en el fondo del relativismo, ha sucedido: la abdicación de los padres -en general- de la tarea educativa delegándola en la televisión, en Internet y en la escuela, con el pretexto generalizado de que el niño se puede traumatizar si se le corrige o se le castiga. Jamás hemos tenido tantos medios para poder educar y, en general, muchísimas más personas y familias han tenido acceso a estudios superiores, universitarios, y sin embargo, pocas veces la educación ha sufrido semejante crisis.
Los jóvenes han perdido sus raíces, no han asimilado la tradición, difícilmente el patrimonio cultural, intelectual y cristiano puede llegar a ellos. La sociedad, con esta crisis, se convierte en una sociedad humanamente pobre y fácilmente manipulable por cualquier viento de ideología. El relativismo se afinca: ¿para qué educar y cómo educar si no hay verdades válidas y ciertas, sino sólo las opiniones de cada cual?
A esta situación responde una carta del papa Benedicto a la Iglesia de Nápoles, sugerente, interpelante:
Esta comunidad diocesana tiene un patrimonio religioso precioso, que exige la coherencia de la fidelidad y el valor del testimonio. En la estela de esta rica tradición ha florecido abundante la santidad cristiana, expresándose en figuras célebres que han dejado una huella profunda en la Iglesia y en la sociedad. De estos resplandecientes ejemplos deriva la llamada a continuar en esta tierra vuestra esta historia de fe y de caridad, trabajando con igual valor y empuje apostólico. Ciertamente, el contexto sociocultural es hoy bien distinto respecto al pasado, y, si bien se debe alegrar en el Señor por la fe genuina y perseverante de tantos cristianos, es doloroso constatar la difusión de una visión secularista de la vida y la intensidad de males que afligen la convivencia civil, amenazada por el individualismo.
En esta atmósfera se verifica también la influencia de modelos negativos y desviados que inciden fuertemente en la vida familiar y social, en particular en las nuevas generaciones. Deseo reafirmar, por tanto, la urgencia de la formación humana y cristiana de los niños y de los jóvenes, porque estos están gravemente expuestos a los riesgos de la desviación. Es necesario formar a hombres y mujeres de personalidad fuerte, de fe sólida y de vida cristiana coherente. Exhorto a los padres a dar a conocer a Jesús y su mensaje a los hijos, desde pequeños, con los signos y las palabras que la comunidad cristiana ha sugerido y practicado desde siempre. El futuro depende en gran parte del éxito de este compromiso formativo integral.
¡Con razón el Papa habla de la emergencia educativa!En los diversos ambientes de la vida, los cristianos están llamados a ser agentes de verdad y testigos valientes del Evangelio; cada uno debe y puede trabajar para que los valores espirituales y éticos, traducidos en estilos de vida, ofrezcan una contribución determinante a la edificación de una sociedad más justa y fraterna. Habrá entonces que empeñarse en asegurar, con la inspiración y la fuerza que vienen de Dios, relaciones de auténtica caridad, que se expresen en formas concretas de solidaridad y de servicio, de forma que se muestren ejemplos de vida alternativos accesibles a todos y, al mismo tiempo, emblemáticos. Así se podrá reforzar la conciencia de que también hoy, como siempre, la semilla del Reino de Dios está presente y activa: una simiente llena de futuro, capaz, si es acogida de modo personal y generoso, de transformar incluso las situaciones más difíciles y de renovar el corazón y el rostro de Nápoles" (Benedicto XVI, Carta en el año Jubilar de la diócesis de Nápoles, 14-diciembre-2010).
Es un reto: para los padres, pues, por la gracia del sacramento del Matrimonio, son los primeros y principalísimos educadores de sus hijos, y no el Estado, que sólo ayuda de manera subsidiaria; reto para profesores y maestros, reto para catequistas y sacerdotes. ¡Vamos a irlo asumiendo!
Suscribo todo lo que indica BXVI. Cuando la familia delega totalmente en el colegio y otras instancias, la educación de sus hijos... empezamos a ir mal. La educación es también alimento y debe darse en todos los ámbitos de nuestra vida, pero la familia es el lugar privilegiado. Allí donde aprendemos el abc de vivir y entender la vida, con lo que conlleva para el proceso de adquisición y madurado de la fe.
ResponderEliminarAdemás, los hijos que son educados por sus padres, crean un vínculo especial que va dando frutos con el tiempo. Las familias que delegan totalmente la educación generan en los hijos un sentimiento de falta de cercanía y amor. ¿Qué mayor tesoro podemos dar a nuestros hijos que la educación?
Que Dios le bendiga D. Javier y demás lectores ;)
Néstor:
EliminarTotalmente de acuerdo.
Pero no sé en qué momento -años 70 tal vez o después- todo se ha ido delegando, abdicando; los planes de estudios son currículum académico de nociones, nada más, y las futuras generaciones son cada vez más manipulables, aunque se creen soberbiamente independientes.
Un abrazo
Totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarHoy una felicitación especial para todos, por el CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESÚS.
¡Qué buen lugar de encuentro y oportunidad de abrazarnos con El y entre nosotros!
Paz para todos.
SIL:
EliminarCon días de retraso, un gran abrazo, en el Corazón de Cristo.
¡¡¡Es urgente!!! A vuela pluma, da la impresión de que se ha perdido la capacidad de pensar. Sin trasmisión familiar, en dos generaciones puede desaparecer en cualquier país la fe católica (que es saber-sabor y vida) o ser sustituida por un sucedáneo.
ResponderEliminarParece que se olvida o desconoce en que consiste educar en el sentido expresado en la entrada. En mi experiencia, de cara al futuro de nuestros hijos existen dos opciones: educarlos en familia contra corriente o permitir que se conviertan en personas fácilmente manipulables. El colegio de mis hijos, pertenece a una orden religiosa y ha repetido hasta la saciedad: “formación integral de la persona”, “ideario del colegio”. Meras palabras.
Pero no echo la culpa a los colegios pues somos los padres los que no debemos olvidar que nos encontramos en una sociedad que, a diferencia de la de otras épocas, tiene sistemas educativos estatales y obligatorios así como medios de comunicación agresivos, con una decidida pretensión de conformar las mentes en una determinada cosmovisión.
La mera instrucción es mala cuando sólo se comunican conocimientos o habilidades para la obtención de títulos académicos, sin inculcar el amor a la búsqueda de la verdad y al esfuerzo que conlleva.
Hoy celebra la Iglesia el Sagrado Corazón de Jesús. Hijo mío, entrégame el corazón y acepta de buena gana mi camino (Laudes).
Julia María:
EliminarDa vd. en la clave que yo apuntaba antes -¡¡estamos llamados a coincidir!!-. Si abdica la familia, los hijos son fácilmente manipulables, y de hecho da igual la edad, tenemos ahora una masa fácilmente manipulable, con mucho máster incluso, pero maledecuda, sin virtudes recias ni personalidad, expuestas al mejor postor demagogo.
Jamás despreciaré la instrucción, el conocimiento, las ideas, pero todo eso debe ir acompañado de educación, de sacar de la persona lo mejor de sí misma moldeándola.
¿No le parece?
Si, realmente es urgente. Armemos nuestras ramas con CARIDAD, y disparemos por doquier. Alabado sea DIOS.
ResponderEliminarSigo rezando. Muchas gracias. DIOS les bendiga.
Antonio Sebastián:
EliminarCon caridad, sí, pero siempre, siempre, siempre, con fe y razón. Que lo de la caridad solo sin fe y razón, puede acabar muy mal.
Padre Javier:
ResponderEliminarSus puntualizaciones sobre la CARIDAD, me dejan un poco perplejo. ¿DIOS no es CARIDAD? Pues como armarse de CARIDAD, sin tener FE en DIOS. ¿DIOS no es LOGOS? ¿La FE es contraria a la RAZÓN? DEUS CARITAS EST. Me resulta rara esa CARIDAD que no quiere saber nada ni de la RAZÓN, ni de la FE, como si cada una de ellas pudiera ir por libre campando por sus respetos. La verdad, Padre, no concibo, no me entra una CARIDAD que vaya por ahí descerebrada y atea. Me refiero a dentro del cristianismo. Si acaso la podría concebir en una ong progre. Pero es que yo a eso no le llamo CARIDAD, si acaso, y como mucho me aventuraría a llamarla solidaridad o algo parecido. Y osaría a ello, porque para mi, y subrayo, para mi, más que una palabra es un palabro. Pues sigo, esa palabra de solidaridad, tiene connotaciones harto negativas.
Sigo rezando. Muchas gracias, Padre, por sus explicaciones, aunque en este caso me descoloquen "una miajita". DIOS le bendiga.
BXVI como siempre con su gran talante reflexivo y lleno de objetividad, lastima el comentario inicial del post con aquello de "Los jóvenes han perdido sus raíces, no han asimilado la tradición...": bastante generalizado y temerario teniendo presente que buena parte de la población adulta es ejemplo para los mismos jovenes, poseedores de caracteristicas semejantes. Y ya que hablamos de tradiciones porque no preguntarse qué medidas tomar para que los padres recuerden esas formas correctas de educar, aun mas quienes los educan a ellos?. Como decia algun santo: todos somos educandos, educadores y mal-educadores. Evangelium Vitae!
ResponderEliminarEn este salón parroquial que don Javier pone generosamente a nuestra disposición:
EliminarTiene vd razón: los jóvenes de hoy no son producto de una casualidad sino de lo hecho y omitido por varias generaciones, si consideramos generación un espacio de 15 años.
Tiene razón: debemos hacernos preguntas, aunque su comentario no concreta si la pregunta ¿quiénes educan a los padres? se refiere a personas o instituciones, a la responsabilidad de éstas, si es una queja o si señala la responsabilidad de cada adulto en su educación-formación.
Mi reflexión como mujer-católica-madre me ha llevado a concluir que un adulto responsable de "seres humanos pequeñitos" no puede apelar o refugiarse en "la mala educación" que recibe o ha recibido o en la ausencia de ella, sino que debe afanarse en buscar para sí y, por trasmisión, para los pequeños, la mejor educación-formación. Y salir a la palestra social para educar-formar a la sociedad.
La Iglesia tiene para ello enormes tesoros aún por descubrir por muchos católicos que esperan que todo se les de hecho.
La experiencia que dio un vuelco a mi vida fue mirar, cuando apenas había dejado yo los calcetines, a mi primer hijo en el "moisés" (¡qué hermosa palabra!). Era un ser humano, pequeñito, indefenso y sus ingenuos padres, que creían comerse el mundo y no tenían "ni idea", eramos los responsables de ese increible ser humano. No puedo recordarlo sin que la emoción me embargue. No fue mala mi educación gracias a los que estuvieron en mi vida, que hicieron lo que pudieron en sus circunstancias, pero a partir del momento en el que miré a mi primer hijo, estaba claro: urgía construirse como persona, como católico, para poder educar-formar a los que venían detrás.
Un saludo.