"Y no te sometas a la codicia:
desvía tu corazón de toda avaricia, para que no se te condene como a un adúltero o a un adorador de ídolos. No ames las riquezas para no ofender a Aquel a quien consagraste por igual tus miembros y tu espíritu. No bsuques lo que te distrae y te aleja del Señor. No quieras los bienes terrenales, no sea que pierdas los celestiales. A muchos, por codiciar lo ajeno, se les privó de lo suyo. Ajenas son para nosotros las propiedades de este mundo, que nuestra posesión es la del reino de los cielos.
No apetezcas lo ajeno para no quedar fuera de lo tuyo. Date por satisfecho con el sustento cotidiano: todo lo superfluo arrójalo lejos de ti como un obstáculo para tu propósito. No desees hacerte rico para no caer en las tentaciones y las trampas del diablo. ¡Cuidado con la avaricia, porque el Apóstol la llama "raíz de todos los males"! El codicioso ya tiene su alma en venta: si encuentra la ocasión, por lo más mínimo cometerá un asesinato, y como el que derrama agua en la tierra, así es para él derramar la sangre de su prójimo.
Muchísimos por la fiebre de la avaricia cayeron en peligro de muerte.
Por avaricia Acán fue lapidado con todos los suyos.
Por avaricia Saúl se hizo extraño al Señor y al final fue expulsado del trono real y muerto por obra de sus enemigos.
Y Ajab por avaricia entró en la viña de Nabot y por esta razón fue herido en combate y falleció.
Nuestro Señor y Salvador quería sacar del corazón de los fariseos el amor al dinero, pero como eran muy codiciosos, se reían de sus saludables consejos: sí, a aquel rico, a quien el Señor invitó a entrar en el reino de los cielos tras haberle mandado vender sus bienes, su avaricia no se lo permitió.
Y el pecho de Judas ardió con la fiebre de la avaricia hasta el punto de entregar en manos de los impíos al Señor, que era quien le dispensaba todo lo bueno.
Y es que un hombre avaro es semejante al infierno: que el infierno, por muchos que sean los que haya devorado, nunca dice: "¡basta!"; y así también el avaro, aunque le hayan llovido todos los tesoros de la tierra, nunca estará satisfecho"
(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 9).
“El dinero no da la felicidad, pero calma los nervios”, dice un refrán. A decir de los psicoanalistas, hoy tenemos muchísimas opciones y, por tanto, más desequilibrio entre aspiraciones y oportunidades.
ResponderEliminar¿Han practicado lo que hacía Sócrates? Paseaba por el mercado diciéndose a sí mismo: esto no lo necesito, eso tampoco, aquello menos... Es un buen sistema para curar esta pasión idolátrica. Limpiar el polvo del montón de cachivaches que atesoramos también es una buena medida.
No nos equivoquemos, no es cosa sólo de políticos y demás especímenes, recordemos el antiquísimo timo del toco-mocho, los particulares que participan en inversiones que “ofrecen” altísimos rendimientos y demás sucesos presentes en nuestra sociedad. Y no olvidemos, sobre todo, al rey David, Betsabé, Urías el hitita y al profeta Natán.
"Nuestra posesión es la del reino de los cielos". ¡Qué Dios les bendiga!
Julia María:
EliminarReconozco que no he practicado lo que aconsejaba Sócrates y además, en mi ignorancia, no había leído jamás tal consejo. Pero es muy sabio, ciertamente.
El dinero es un medio, un instrumento; la avaricia lo convierte en un fin. No seamos nunca ciegos confundiéndonos.
La avaricia se cura como el ansia de agua... metiéndose en una piscina. Lo malo es que a veces esto no es nada sencillo y uno se pasa toda la vida ansiando algo que desconoce o que cree conocer.
ResponderEliminarQuerer lo que los demás tienen conlleva despreciar los dones que Dios nos ha dado a cada uno, lo que es por si mismo un desprecio al amor de Dios. Pero, además, quien asía el bien ajeno enlaza la avaricia con la envidia y la envidia con el odio a su hermano. ¿Puede haber una carrera más falta de sentido? :S
Que Dios le bendiga D. Javier :D
Néstor:
EliminarEnlaza avaricia con envidia, y en muchos casos, es verdad. La envidia de bienes materiales es hija de la avaricia. ¡Qué malas compañeras son para vivir!
Me da por pensar, que la avaricia, como cualquier pecado, como cualquier ensimismamiento, responde a ese ansia de infinito, a ese anhelo humano de llenarse. Y solo la CARIDAD puede llenar. Solo el AMOR de DIOS sacia. La avaricia siempre pide más, porque ni sacia, ni llena. Solo hay una FUENTE de AGUA VIVA, nuestro CREADOR UNO y TRINO. Lo demás es un abrasarse de sed constante.
ResponderEliminarMuchas gracias, Padre por esta exhortación. Sigo rezando. DIOS les bendiga.
Antonio Sebastián:
EliminarTodo pecado es un atentar contra la caridad. Únicamente si no anteponemos nada al amor de Cristo -que dicen los Padres y recoge san Benito en su Regla-, únicamente entregándonos al amor de Cristo, pueden caer la avaricia, la envidia, la ambición...
Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición;
ResponderEliminarPorque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.
Timoteo 6:9-10
PD: perdone mi ausencia, don Javier. No es que me haya olvidado de usted, es que tenía unos asuntos pendientes en la Riviera Maya...y sí, unas fotos espectaculares.
La colmena:
Eliminargracias por el texto bíblico.
Pero, vosotros, en vuestra línea: desatar mi pasión de mala, malísima envidia, hablándome de fotos. Que sí, que ya sé, que soy muy torpe haciendo fotos... pero, chicos, no os paséis conmigo jejejejeje