domingo, 30 de junio de 2013

Salmo 70: Me instruiste desde mi juventud

Una cita de S. Bernardo, santo abad cisterciense resulta iluminadora para la tarea de comentar los salmos en estas catequesis. Escribe o predica S. Bernardo, en el sermón nº 7 sobre el Cantar de los Cantares:

“Salmodiad sabiamente. Como un manjar para la boca así de sabroso es el salmo para el corazón. Sólo se requiere una cosa: que el alma fiel y sensata los mastique bien con los dientes de la inteligencia”.
    Salmodiar sabiamente es pronunciar no sólo con los labios, sino con el corazón, el salmo, porque es sabroso el salmo para el corazón, pero con la única condición de que los dientes de la inteligencia mastiquen, trituren el salmo. La inteligencia hay que nutrirla, hay que formarla: para eso están estas catequesis de los salmos, para empezar, como dice S. Pablo, a dar alimento de leche a los niños y luego que los niños puedan empezar a digerir, ellos solos, alimentos más sólidos. Que los dientes de la inteligencia mastiquen, no sólo durante la lectura del artículo, sino prolongando luego esta catequesis con la lectura del salmo y la oración, y podamos ir aprendiendo a masticar el salmo y saborear la dulzura que encierra.

    El salmo de hoy es el salmo 70. Refleja una situación humana, al menos lo que es la letra del salmo: la situación de una persona anciana o muy enferma que pide el auxilio de Dios. 

Si nos fijamos, vemos que todos los salmos  van reflejando las distintas circunstancias de nuestra vida: hay salmos para darle gracias a Dios, salmos para alabarle, salmos para la enfermedad, salmos para la muerte, salmos para confesar nuestros pecados... Toda nuestra vida está condensada y reflejada en los salmos. 

En éste hay una situación muy concreta, la enfermedad, la ancianidad o la persecución. “Mi boca contará tu auxilio”. Hagamos en primer lugar, como siempre, la lectura cristológica. Cristo reza los salmos, Cristo está escondido en los salmos. Dice Cristo en el salmo: “A ti Señor me acojo, no quede yo derrotado para siempre”. Es el grito, si no con los labios, sí con el corazón, que Cristo hace en la cruz: “que no quede yo derrotado para siempre, que no me quede yo en la muerte, que tú me resucites según tu promesa”. “Tú que eres justo, líbrame, y ponme a salvo. Inclina a mí tu oído, y sálvame”.
 

viernes, 28 de junio de 2013

Elementos del culto: el silencio (y III)

Hace ya muchos años, allá por 1945, Guardini destacaba el valor de los momentos de silencio tanto en la Misa rezada como en la Misa solemne, siguiendo la terminología entonces vigente.

Este silencio, que propiciaba Guardini, no es el silencio del mutismo durante la acción litúrgica, donde el pueblo cristiano ni cantase ni respondiese al sacerdote sino que se atuviese mudo a su pequeño misalito; no es eso silencio sagrado. Es el silencio de los distintos momentos de la liturgia para la oración íntima y recogida, combinado con otros momentos de escucha, de canto, de respuestas al sacerdote.

Recomendaba este autor:

“Ante todo, debería guardarse silencio, al comenzar la misa, en el momento en que el celebrante se inclina ante el altar y lo besa, y cuando, en ciertas ocasiones, lo inciensa. Un verdadero silencio debería producirse en el breve lapso que media siempre entre la invitación del Oremos y la oración solemne de toda la Iglesia llamada colecta; ese momento debería ser realmente una pausa, en la que todos los fieles presentan sus peticiones a Dios, luego de lo cual el sacerdote las recoge en la oración. En estricto silencio, debería transcurrir también el ofertorio, que, al ser en esencia, acción preparatoria del banquete sagrado, no tiene que resaltar en particular. Esto último se conseguirá si se logra que el silencio prevalezca desde el ofertorio hasta el Prefacio. Lo mismo vale para el momento posterior al Cordero de Dios y durante la comunión.

jueves, 27 de junio de 2013

Educar, tarea noble

Educar es un oficio nobilísimo: se trata de dar forma al alma, de moldear el espíritu y ensanchar el intelecto, permitiendo sacar (educere: sacar) de cada educando lo mejor de uno mismo.

Sin duda, educar es algo noble, santo. ¡Dios mismo es el gran educador y Cristo el único Maestro! Quienes por vocación y misión son educadores, prolongan la acción de Dios.

Sólo que ahora, en plena crisis cultural, con un vacío de referencias y de Verdad, la educación se ha vuelto pobre, la transmisión de la Tradición se omite, y la educación se limita a forjar unos contenidos técnico-científicos, unas ideas a veces sin razonar e inconexas entre sí. Hay una parcialización en los saberes, tremendas lagunas de ignorancia, y el ser personal nunca queda afectado, sino que se le deja "crecer" espontáneamente, salvajemente. Sumemos -de pasada- otro problema: en general, los padres han abdicado de la educación de sus hijos limitándose a llevarnos a la escuela para que sean los maestros y profesores quienes eduquen a sus hijos.

Ya Benedicto XVI acuñó -en 2008- el concepto "emergencia educativa".

La situación es ésta y la educación hay que comprenderla así:
 

martes, 25 de junio de 2013

Magisterio: sobre la evangelización (VII)

El tesoro de nuesta esperanza es inagotable; de ella hemos de sacar nuevas energías para el impulso de la evangelización. Ésta entendida sin reducciones de ningún tipo.


El mundo de la cultura -de la razón, del pensamiento, del arte, de los medios de comunicación, de los estilos de vida y costumbres- pide una verdadera evangelización.

"El proceso histórico de inculturación del Evangelio y de evangelización de las culturas está aún muy lejos de haber agotado todas sus energías latentes. La novedad eterna del Evangelio encuentra los surgimientos de las culturas en génesis o en proceso de renovación. La aparición de nuevas culturas constituye con toda evidencia una llamada a la valentía y a la inteligencia de todos los creyentes y de los hombres de buena voluntad. Transformaciones sociales y culturales, cambios políticos, fermentaciones ideológicas, inquietudes religiosas, investigaciones éticas: es todo un mundo en gestación que aspira a encontrar forma y orientación, síntesis orgánica y renovación profética. Sepamos sacar respuestas nuevas del tesoro de nuestra esperanza.
...Los pueblos nuevos provocan a las viejas sociedades, como para despertarlas de su hastío. Los jóvenes en búsqueda del ideal aspiran a ofrecer un sentido que imprima valor a la aventura humana. Ni la droga ni la violencia, ni la permisividad ni el nihilismo pueden colmar el vacío de la existencia. Las inteligencias y los corazones buscan luz que ilumine y amor que reanime. Nuestra época nos revela descarnadamente el hambre espiritual y la inmensa esperanza de las conciencias" (Juan Pablo II, Discurso al Pontificio Consejo de la Cultura, 3-enero-1986).

La evangelización hará a la cultura realmente humana, a la medida del hombre, sin manipulaciones ideológicas y, por tanto, facilitando la búsqueda y el acceso del hombre a la Verdad, a Dios mismo.

domingo, 23 de junio de 2013

Los modos pedagógicos divinos

Es éste un tema muy querido para mí: la pedagogía divina.

Lo descubrí hace ya mucho leyendo a san Ireneo y completándolo con la "condescendencia" de la que habla san Juan Crisóstomo.


Dios tiene una manera propia de actuar, una pedagogía, mediante la cual ha ido educando a la humanidad hasta ser capaz de recibir a su Hijo. Más aún, san Ireneo señalaba que esta pedagogía divina incluía que el hombre se fuera acostumbrando al obrar divino y a las costumbres divinas, y que Dios se encarna también para acostumbrarse a los modos humanos.

La pedagogía es un arte que va en función de la educación, guiando a alguien en su crecimiento interior completo hasta llegar a la Verdad. Y Dios es sumo Pedagogo.

Una de las notas de esta pedagogía divina es la "discreción". 

viernes, 21 de junio de 2013

La fe genera un gran sentido eclesial

Como tantas veces nos han explicado y hasta razonado, la fe nunca es un sentimiento subjetivo, o una experiencia peculiar de trascendencia. La fe, en Cristo Hijo de Dios, en el Padre y en el Espíritu, se nos da en la Iglesia, se vive en la Iglesia, es eclesial... y genera un sentido hondo de pertenencia a la Iglesia.


Sí, así, tal cual. La fe es fe eclesial, renovando en la persona el gozoso sentido de la Iglesia, reforzando los vínculos de adhesión y pertenencia a la Iglesia. Por eso la fe no se vive por libre ni es subjetiva: es la fe de todo un pueblo, el pueblo santo cristiano, que pertenece al Señor.

En un Año de la Fe, el sentido de pertenencia a la Iglesia, aquel ignaciano "sentire cum Ecclesia", debe ser reforzado dejando la visión secularizada que sueña con que la Iglesia es el obstáculo de la fe, la institución que cohibe la vivencia de la fe. Al contrario, la Iglesia posibilita la fe, la refuerza, la celebra, la santifica, la testimonia, la envía.

Al crecer y ahondar en la fe, sin lugar a dudas, crecemos en el sentido íntimo y místico de la misma Iglesia, y nos gozamos de pertenecer a ella.


"Y traslademos esta pregunta, que aquí se presenta con mayor claridad que en otra parte, a la Iglesia en general, a la sociedad religiosa de los creyentes y orantes que precisamente llamamos Iglesia: ¿Cómo os sentís en relación a ella? Si estáis bautizados, si sois católicos -ya lo sabéis- pertenecéis a la Iglesia, sois miembros de esta sociedad religiosa, visible y espiritual a la vez, que forma el "cuerpo místico" de Cristo. Pues bien, dejadnos insistir en nuestra pregunta: ¿Cuál es vuestra conciencia respecto a la Iglesia?

jueves, 20 de junio de 2013

Himno a la Iglesia

En un libro encontré algunos himnos a la Iglesia, o alabanzas breves, pero sólo dicen el autor sin indicar en qué obra. Aún así, para una catequesis, creo que es suficiente.

Y es que el objetivo no es otro que amar la Iglesia, amarla como hijos, entender su Misterio y gozar de nuestra pertenencia a ella, cuando la norma común es hoy cierta indiferencia, y sobre todo una crítica constante desde dentro mismo de la Iglesia pensando que es la Iglesia la que se tiene que adaptar a la postmodernidad, cambiando la doctrina y remozando sus instituciones y formas plagiando las formas "(pseudo) democráticas" de la sociedad.


Amemos a la Iglesia y descubramos su Misterio.

"He aquí la mujer, madre de todos los vivientes.
He aquí la casa espiritual.
He aquí la ciudad que permanece eternamente
porque se ha librado de la muerte" (S. Ambrosio).



"Disponiendo
plasmando,
tú nos formas como un artista,
con belleza variopinta...

tú robusteces la vida humana que es como un vaso de arcilla" (Gottschalk de Limburgo).


miércoles, 19 de junio de 2013

Materia creada

Todo lo creado es bueno, porque salió de las manos del Dios bueno, Creador y providente.

Y todo lo creado, que es bueno, ni se pierde ni se destruye, sino que redime en el orden nuevo inaugurado por la Pascua del Señor.

Son radicales, y esperanzadoras, las palabras bíblicas que hablan de "cielos nuevos y tierra nueva". Dios no destruye nada de lo que ha creado, sino que lo salva y redime.

"Los supuestos antropológicos y cristológicos de la nueva creación... postulan una identidad básica entre nuestro mundo y los cielos y tierra nuevos. El hombre, en efecto, es solidario de este mundo, no de otro; Cristo es creador, salvador y cabeza de este mundo, no de otro. Su humanidad gloriosa, principio renovador de toda la materia, está (incluso biológicamente) emparentada con este mundo, no con otro" (RUIZ DE LA PEÑA, J.L., La Pascua de la creación. Escatología, BAC Sapientia fidei 16, Madrid 1998, 2ª ed., p. 188).

lunes, 17 de junio de 2013

La avaricia (Exht. a un hijo espiritual - VIII)

"Y no te sometas a la codicia:

desvía tu corazón de toda avaricia, para que no se te condene como a un adúltero o a un adorador de ídolos. No ames las riquezas para no ofender a Aquel a quien consagraste por igual tus miembros y tu espíritu. No bsuques lo que te distrae y te aleja del Señor. No quieras los bienes terrenales, no sea que pierdas los celestiales. A muchos, por codiciar lo ajeno, se les privó de lo suyo. Ajenas son para nosotros las propiedades de este mundo, que nuestra posesión es la del reino de los cielos.

No apetezcas lo ajeno para no quedar fuera de lo tuyo. Date por satisfecho con el sustento cotidiano: todo lo superfluo arrójalo lejos de ti como un obstáculo para tu propósito. No desees hacerte rico para no caer en las tentaciones y las trampas del diablo. ¡Cuidado con la avaricia, porque el Apóstol la llama "raíz de todos los males"! El codicioso ya tiene su alma en venta: si encuentra la ocasión, por lo más mínimo cometerá un asesinato, y como el que derrama agua en la tierra, así es para él derramar la sangre de su prójimo.

Muchísimos por la fiebre de la avaricia cayeron en peligro de muerte. 

Por avaricia Acán fue lapidado con todos los suyos. 
Por avaricia Saúl se hizo extraño al Señor y al final fue expulsado del trono real y muerto por obra de sus enemigos. 
Y Ajab por avaricia entró en la viña de Nabot y por esta razón fue herido en combate y falleció. 
Nuestro Señor y Salvador quería sacar del corazón de los fariseos el amor al dinero, pero como eran muy codiciosos, se reían de sus saludables consejos: sí, a aquel rico, a quien el Señor invitó a entrar en el reino de los cielos tras haberle mandado vender sus bienes, su avaricia no se lo permitió. 
Y el pecho de Judas ardió con la fiebre de la avaricia hasta el punto de entregar en manos de los impíos al Señor, que era quien le dispensaba todo lo bueno. 

Y es que un hombre avaro es semejante al infierno: que el infierno, por muchos que sean los que haya devorado, nunca dice: "¡basta!"; y así también el avaro, aunque le hayan llovido todos los tesoros de la tierra, nunca estará satisfecho"

(S. Basilio Magno, Exh. a un hijo espiritual, n. 9).

domingo, 16 de junio de 2013

La fe que vence al mundo

Una homilía de Pablo VI en aquel año de la Fe de 1968 nos da pie para poder profundizar, y cuestionarnos, el valor sobrenatural de la fe, su incidencia y su relación con el mundo.


¿Pero la fe tiene incidencia real o es mero sentimiento? El sentimiento es una vaga expresión afectiva que la reducimos a la trascendencia, al intimismo. No puede ser la fe un sentimiento. Siendo un don de Dios, una virtud teologal que viene de Dios y nos conduce a Dios, la fe transforma la existencia e ilumina todo lo que el hombre vive, orientándolo en todo.

La fe se vive allí donde estamos, sin relegarla a la privacidad del domicilio y del templo: se vive en la tienda, en la oficina, en la escuela, en la Universidad, en la política, en la fiesta... La fe se seculariza cuando consentimos que nos la privaticen, pero se robustece si vivimos la fe en todo. Una fe débil se esconde en la sacristía; una fe fuerte, robustecida, es convincente y se presenta tal cual ante el mundo.

"¿No os parece que la festividad de hoy [la Cátedra de San Pedro] nos ofrece una obvia ligazón con la profesión de nuestra fe, que precisamente la memoria centenaria del martirio de los apóstoles Pedro y Pablo nos ha inducido este año a renovar, a profundizar, a proclamar? Y el Evangelio, cuya lectura acabamos de escuchar, ¿no nos obliga a hacer nuestra, personal y colectivamente, la confesión de Pedro en la mesianidad  divina de Nuestro Señor Jesucristo: "Tú eres Cristo hijo de Dios vivo"? (Mt 16,16). Circunstancia ésta también digna de notarse por la importancia espiritual e histórica, por la belleza trascendente que adquiere una expresión de fe católica genuina, consciente y colectiva de todo el episcopado italiano, a una con el laicado católico aquí representado, rodeados por los alumnos de los seminarios romanos de lengua italiana, el lateranense con el seminario de Roma, el colegio Capranica, el seminario Lombardo y los demás colegios eclesiásticos italianos de Roma.

Circunstancia digna de notarse, también por la frase crítica en que se encuentra la fe, bien por la psicología del acto en que se expresa o bien por el contenido doctrinal que la define en la actual evolución de la cultura, en la problemática radical con que es considerada por algunos críticos, en el esfuerzo de renovación teológica realizado en todas partes y la estimula, en el diálogo ecuménico, en el pluralismo ideológico que favorece la libertad religiosa, en el abandono del racionalismo tradicional de nuestro pensamiento especulativo y en otras muchas dificultades, crisis y tentaciones que turban y exaltan el espíritu moderno, fuera y dentro de la Iglesia.

sábado, 15 de junio de 2013

Elementos del culto: el silencio (II)

La condición para pronunciar una palabra válida es que nazca del silencio, así estará llena de verdad, de contenido y de presencia.

La condición para mantener un diálogo -que no un parloteo- es el silencio que permite acoger y reposar con todos los sentidos la palabra del otro.

La condición para ordenar el pensamiento y razonar, para discernir y juzgar la realidad, es el silencio que evita la improvisación y el apresuramiento, siempre tendentes a la impulsividad y por tanto a errores, a fallos de razonamiento.


Callar para hablar, callar para escuchar, y que el silencio sea la premisa única para la fecundidad de lo pronunciado y lo escuchado. Un hombre vale lo que valen sus silencios y su palabra tiene peso específico si se pronuncia desde el silencio reposado.

En la liturgia, imprescindiblemente, el silencio es la condición y la capacidad de escuchar a Dios plenamente y acoger su Palabra y es el requisito para que las palabras pronunciadas en las oraciones litúrgicas sean nuestras realmente. Además, sólo en el silencio se adora.


viernes, 14 de junio de 2013

Tentación de incapacidad del apóstol (III)

Ante el apostolado, o ante un encargo que se nos haga, la tentación del demonio es sugerir: "Yo no sirvo". 

¿Cuántas y cuántas veces el corazón dice "yo no sirvo, yo no valgo"? ¿Por qué no? "La humildad es la verdad": en el reconocimiento de los que uno es y de lo que uno vale, conocedor asimismo de su flaqueza, debilidad y miseria, se esconde el tesoro de la gracia, en vaso de barro. Cada cristiano es, pues, un vaso de barro. Y, en su fragilidad, es llamado por el Señor. 

La excusa de la incapacidad proviene del espíritu de soberbia, como si el apostolado debiese sus frutos o logros a los grandes talentos del cristiano; es creer que el "éxito" depende de nuestros tesoros, de nuestros grandes méritos o cualidades. Sin embargo, Dios, en su misericordia, llama a cada uno desde su propia fragilidad: cuenta con cada uno como él es. Nada proviene de nosotros: el apóstol es instrumento y receptáculo de la gracia que comunica a los demás. De ahí proviene su grandeza, del reconocimiento humilde del propio ser y dejar a Dios ser Dios.

    El Maligno nos dirá que somos incapaces, y, de fondo, crecerá el espíritu de soberbia. Tan sólo nos resta confiar en que el Señor actuará por medio nuestro, poniendo nosotros lo mejor de nosotros mismos.

    Una tentación constante es la desconfianza de pensar que Dios puede realmente, verdaderamente, eficazmente, usar nuestra pobre carne (nuestra humanidad) para que brille su Gloria y su Gracia actúe. Contamos, más que con Él con el éxito personal basado en lo que nosotros aportemos... y que la Gracia venga, a posteriori, en todo caso, a coronar lo que uno ha hecho.  Pero es que Dios se sirve de nuestras debilidades para ser Él el protagonista real y absoluto de todo apostolado y que nadie se detenga en nosotros mismos, sino que a través de nosotros le vea a Él. El Señor de la gracia no necesita instrumentos "superdotados", sino seguidores que reconocen humildemente su propia pequeñez, y que confían en el poder de Dios que se revela en ella.

miércoles, 12 de junio de 2013

Para alcanzar la humildad... ¡del Corazón de Jesús!

¡Jesús!



"Jesús, cuando eras peregrino en nuestra tierra, tú nos dijiste: ‘aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y vuestra alma encontrará descanso’. Sí, poderoso Monarca de los cielos, mi alma encuentra en ti su descanso al ver cómo, revestido de la forma y de la naturaleza de esclavo, te rebajas hasta lavar los pies a tus apóstoles. Entonces me acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste para enseñarme a practicar la humildad: ‘Os he dado ejemplo para que lo que he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis. El discípulo no es más que su maestro… Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica’. Yo comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu corazón manso y humilde, y quiero practicarlas con la ayuda de tu gracia.

lunes, 10 de junio de 2013

Salmo 49: Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza

En nuestra catequesis sobre los salmos encontramos un salmo un tanto desconocido, el salmo 49. Es una reflexión, una meditación, que hace el salmista, sobre lo que es el verdadero culto a Dios. 


“El Dios de los dioses, el Señor habla: convoca la tierra de Oriente a Occidente”. Dios es el único Dios, está por encima de cualquier otro ídolo, ídolo que puede ser religioso o ídolo en nuestro corazón, ya sea el poder, el dinero, el acaparar a los demás, sea el ídolo que sea. “El Dios de los dioses, el Señor habla”. ¿Para quién habla? Habla y “convoca la tierra de Oriente a Occidente”. Dios es el único Dios, pero no sólo es Dios de Israel, es Dios de todos los pueblos, de todas las naciones, de todos los hombres.

“Desde Sión la hermosa, Dios resplandece”, desde Jerusalén, que es imagen y tipo de la Iglesia, hermosa y embellecida por Jesucristo que está en todos los pueblos proclamando la salvación. En la Iglesia, Dios resplandece y habla y convoca a todos los hombres, constituyendo así a la Iglesia como instrumento de salvación universal.

Dice el Señor: “Congregadme a mis fieles que sellaron mi pacto con un sacrificio”, la ley santa en el Horeb; “proclame el cielo su justicia, Dios en persona va a hablar”. Convoca a los que el Señor ha llamado, a los que ha elegido como pueblo suyo; y sigue llamando y convocando a la Iglesia para que viva según el culto, un culto nuevo inaugurado por la Pascua del Señor. 

“Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Señor”. Sacrificio de alabanza que es la Liturgia de las Horas (Laudes y Vísperas), sacrificio de alabanza y acción de gracias (Eucaristía), pero también el sacrificio de alabanza de la propia vida. No seguimos un rito, un ritual, algo que nos pille de lejos, que  no nos llegue a calar en lo hondo de la persona; el verdadero culto es la vida misma en Cristo Jesús. Por tanto, “ya comáis, ya bebáis, ya durmáis, hacedlo todo para gloria de Dios”, “ofreced vuestro cuerpo”, vuestra vida, ofrecedlo todo “como un culto espiritual agradable a Dios”. “Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo e invócame el día del peligro: yo te libraré y tú me darás gloria”.  Caminarás en mi presencia.

sábado, 8 de junio de 2013

La amistad, método de apostolado

Como la fe modela a la persona en todo lo que ella es y vive, un cristiano es un hombre que rezuma la fe en todo y en todas sus relaciones. No se es cristiano en unos momentos pero no en otros, o se es cristiano en unas relaciones y en otras no. La persona creyente crece en unidad, sin fragmentación.

Por eso la amistad también viene iluminada por la fe en su modo de relación, de compartir, de vivencia, y la amistad es el mejor método de apostolado. A nadie se le conquista para Cristo con meras razones dirigidas al intelecto, sino con la amistad del testigo, con la presencia cálida, afectuosa, amable, que convence siempre más que las disquisiciones racionales. Mi amigo, ¿por qué vive así? ¿Por qué ama así? ¿Por qué experimenta la realidad así? ¿Cuál es el secreto de la esperanza de mi amigo?

Sabiendo esto, tan elemental, llegaremos a que la amistad es el mejor método de apostolado, como el mismo Cristo hizo con sus discípulos. Ningún método es neutro, todos llevan una carga de profundidad, un tamiz, una particular visión; el método cristiano siempre es amable, el método cristiano es la amistad.

"Una de las luces que el Concilio proyecta sobre la Iglesia -ya lo hemos repetido- es la vocación de todo fiel de la Iglesia misma a esa expansión de fe y de vitalidad cristiana, a esa efusión de la plenitud interior que su inserción en el Cuerpo Místico de Cristo lleva consigo, a ese amor del Reino de Dios, a ese testimonio religioso y moral que trasciende la propia individualidad, a esa necesidad de comunicar a otros el tesoro de verdad y de gracia que posee, lo cual, con expresión ya común, llamamos apostolado.

También el laico, sea cual fuere su condición, está llamado a esta conciencia, a esta actividad. Esto vale para el obrero y para el estudiante, para el rico y para el pobre. En cualquier situación social, todos los fieles están obligados a irradiar en torno de sí algún apostolado para el bien de los demás. Habrá que insistir en este principio porque de él, en gran parte, nace esta renovación, este progreso que el Concilio ha querido traer a la Iglesia. La Iglesia llama a los laicos; les dice: venid a reanimar el cristianismo que está amenazado por todas partes y haced ver, vosotros, laicos, que no tenéis ninguna especial investidura jerárquica, ni una especial vocación religiosa, que también vosotros sois capaces de iluminar con la luz de Cristo la sociedad moderna.

El apostolado no es sólo un hecho externo, sociológico; es una exigencia espiritual interna que toma su razón de ser del mismo misterio de la Iglesia, a la que pertenece el cristiano. Mas, ¿cómo se expresa y realiza esta exigencia? En otra ocasión, siguiendo las huellas del Concilio, decíamos que de dos formas fundamentales: una, individual; otra, asociativa (cf. Apostolicam actuositatem, 15 ss).

viernes, 7 de junio de 2013

La emergencia educativa

De sobra sabemos que una de las claves, pudiéramos llamar "pastorales" del papa Benedicto XVI es la "emergencia educativa". Con este concepto entiende el Papa la urgente necesidad de fortalecer un vínculo que se ha debilitado: el de la transmisión.

Educar es transmitir de tal manera que el educando saque de sí los mejores recursos humanos, morales, espirituales, en contacto con lo transmitido. La verdadera educación no es simple instrucción, conocimientos racionales o técnicos, sino la forja de toda la personalidad. Una vez forjado uno se inserta en una cultura, en una sociedad, consciente de su pasado y su riqueza, viviendo el presente de manera constructiva.

Pero la educación ha sufrido un retroceso y ha pasado a ser mera instrucción. La educación se ha visto además relegada al ámbito escolar y éste sólo para transmitir nociones, pocas, rebajando el nivel cultural y olvidando la dimensión básica de formación integral de la persona.

Algo más grave, fruto en el fondo del relativismo, ha sucedido: la abdicación de los padres -en general- de la tarea educativa delegándola en la televisión, en Internet y en la escuela, con el pretexto generalizado de que el niño se puede traumatizar si se le corrige o se le castiga. Jamás hemos tenido tantos medios para poder educar y, en general, muchísimas más personas y familias han tenido acceso a estudios superiores, universitarios, y sin embargo, pocas veces la educación ha sufrido semejante crisis.

Los jóvenes han perdido sus raíces, no han asimilado la tradición, difícilmente el patrimonio cultural, intelectual y cristiano puede llegar a ellos. La sociedad, con esta crisis, se convierte en una sociedad humanamente pobre y fácilmente manipulable por cualquier viento de ideología. El relativismo se afinca: ¿para qué educar y cómo educar si no hay verdades válidas y ciertas, sino sólo las opiniones de cada cual? 

A esta situación responde una carta del papa Benedicto a la Iglesia de Nápoles, sugerente, interpelante:

Esta comunidad diocesana tiene un patrimonio religioso precioso, que exige la coherencia de la fidelidad y el valor del testimonio. En la estela de esta rica tradición ha florecido abundante la santidad cristiana, expresándose en figuras célebres que han dejado una huella profunda en la Iglesia y en la sociedad. De estos resplandecientes ejemplos deriva la llamada a continuar en esta tierra vuestra esta historia de fe y de caridad, trabajando con igual valor y empuje apostólico. Ciertamente, el contexto sociocultural es hoy bien distinto respecto al pasado, y, si bien se debe alegrar en el Señor por la fe genuina y perseverante de tantos cristianos, es doloroso constatar la difusión de una visión secularista de la vida y la intensidad de males que afligen la convivencia civil, amenazada por el individualismo.
 

jueves, 6 de junio de 2013

Dios, una presencia interior

Dios es más íntimo a nosotros que nosotros mismos.

Dios, en lo interior de la conciencia, habla, se manifiesta y nos encamina a la Verdad.


Dios, a quien hemos de buscar en lo interior, habita en el corazón.

"Así pues, se puede definir a un verdadero cristiano como un hombre que tiene un sentido predominante d ela presencia de Dios en él... Un verdadero cristiano... es el que, en ese sentido, tiene fe en Dios, de manera que vive pensando que Dios está presente en él -presente no de una manera externa ni simplemente natural o providencial, sino en el fondo de su corazón o en su conciencia" (Newman, Sermones parroquiales V 16,225.226).

Un cristiano es consciente de esa Presencia de Dios: la interioridad se hace el método conveniente para el acceso constante a Dios desechando un volcarse fuera por medio de los sentidos. ¡Entrar en lo interior!

Esa Presencia de Dios regala la paz; esa Presencia de Dios es el regalo mayor.

miércoles, 5 de junio de 2013

Elevaciones eucarísticas (San Juan de Ávila)

Acostumbrándonos a orar como oraban los santos, conseguimos en primer lugar conocer mejor el alma de cada santo: cómo se abría a Dios, qué le decía y cómo, etc., pero también estas plegarias nos educan para saber nosotros orar a Dios.

San Juan de Ávila, doctor de la Iglesia, es místico y orante, con un trato cotidiano e intenso con el Señor. Era fácil que esa misma oración brotase en voz alta en sus sermones, inflamando con pasión las almas de los oyentes.


Conozcamos así a san Juan de Ávila, en su expresión orante, y aprendamos nosotros mismos a dirigirnos a Dios con los conceptos, ideas, ternura y devoción de este santo Doctor.



            ¡Bendita sea tu misericordia, Señor, que estás en los cielos adorado, temido, acatado y reverenciado de ángeles,
            y tienes por bien de estar acá en la tierra tan humillado y tan callado, tan chiquito, que pareces tan pobrecito, estando tu majestad inmensa encubierta debajo de esas especies![1]

martes, 4 de junio de 2013

Vocación (así, sin más)

La vocación es una llamada gratuita del Señor; gratuita porque no corresponde a nuestros méritos y deméritos, sino a un Don del Señor que pensó en cada uno de nosotros y nos llamó.

Una llamada común, para todos, desde siempre, es la vocación a la santidad. Todos, sin exclusión, a ella estamos llamados.

Pero luego, a cada uno, una llamada particular, una vocación específica para un estado de vida cristiano que conforma todo lo que somos y nos sitúa ante el mundo y en el mismo seno de la Iglesia de una forma peculiar y única: vida sacerdotal, vida religiosa, vida laical y vida matrimonial.

Con el Papa, meditemos -retomemos- este sentido de la vocación, sabiéndonos llamados y amados por el Señor para algo concreto y dando gracias permanentemente.

"Ahora entramos en el centro de nuestra meditación, encontramos una palabra que nos afecta de modo particular: la palabra “llamada”, “vocación”. San Pablo escribe: “comportaos de una manera digna de la vocación, de la klesis, que habéis recibido” (Ef 4,13). Y la repetirá poco después, afirmando que "…una misma esperanza a la que habéis sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida" (v. 4). Aquí, en este caso, se trata de la vocación común a todos los cristianos, es decir, de la vocación bautismal: la llamada a ser de Cristo y a vivir en Él, en su cuerpo. Dentro de esta palabra está inscrita una experiencia, resuena el eco de la experiencia de los primeros discípulos, la que conocemos por los Evangelios: cuando Jesús pasó por la orilla del lago de Galilea, y llamó a Simón y Andrés, y después Santiago y Juan (cfr Mc 1,16-20). Y antes aún, junto al río Jordán, después del bautismo, cuando dándose cuenta de que Andrés y el otro discípulo lo seguían, les dijo: “Venid y veréis” (Jn 1,39). La vida cristiana comienza con una llamada y queda siempre una respuesta, hasta el final. Y esto tanto en la dimensión del creer como en la del actuar: tanto la fe como el comportamiento del cristiano son correspondencia a la gracia de la vocación.

domingo, 2 de junio de 2013

Elementos del culto: el silencio (I)

Dejémonos educar por los grandes; en este caso, Romano Guardini, con un libro en que recopila algunos artículos y conferencias suyas para vivir la Santa Misa y prepararnos a la acción litúrgica. Su última reedición es de 1965, aunque recoge conferencias desde 1945.


El silencio es una asignatura pendiente en la liturgia de hoy; más bien, una asignatura suspendida y que hay que recuperar costosamente. 

Pero, ¿por qué es tan importante el silencio?, ¿qué sentido tiene? ¿cómo adquirirlo?


“Antes de preguntarnos qué significan estos momentos de silencio y qué originan estos gestos nuestros, tenemos que considerar qué es el silencio.

sábado, 1 de junio de 2013

Paradoja y misterio de la Iglesia

¡Delicioso!

Típico lenguaje de De Lubac; perspectivas de Misterio. ¡Como para no amar más y mejor a nuestra Madre, la Iglesia!

"En efecto, ¡qué realidad tan paradójica es la Iglesia, con todos sus aspectos contrastantes! ¡Cuántas imágenes de ella, tan opuestas entre sí, nos ofrece la historia! En casi veinte siglos, ¡cuántos cambios se han producido en su comportamiento!, ¡cuántos desarrollos extraños!, ¡cuántos giros!, ¡cuántas metamorfosis! Pero también hoy día -y sin llegar a hablar de las separaciones derivadas de ciertas rupturas-, a pesar de las nuevas condiciones de un mundo que tiende a la uniformidad, ¡cuántas distancias, a veces qué abismos de mentalidad, en el modo de vivir y pensar la fe entre las comunidades cristianas de los distintos países!... La Iglesia... ¿Con qué rasgos podré componer su rostro? ¿Pueden todos estos elementos dispares -cada uno de los cuales sin embargo le pertenece por entero- componerse en un rostro? Sí, yo lo creo así, la Iglesia es complexio oppositorum; pero, a primera vista, ¿no me resulta quizá necesario reconocer que ese choque entre los opposita me oculta la unidad de la complexio?... Se me dice que es santa y la veo llena de pecadores. Se me dice que tiene como misión arrancar al hombre de sus preocupaciones terrenas, recordarle su vocación a la eternidad, y la veo incesantemente ocupada de las cosas de la tierra... Me aseguran que es universal, tan abierta como lo son la inteligencia y la caridad divinas, y yo constato muchas veces que sus miembros, por una especie de fatalidad, se repliegan tímidamente en grupos cerrados...