viernes, 30 de septiembre de 2022

La Gloria del Señor: teología en Ez 43



         Queremos destacar aquí unos puntos breves que se deducen de la lectura del texto de Ez 43,1-12.


         a) La gloria del Señor es presencia de Dios en medio de su Pueblo. Constantemente presenta el profeta la gloria de Yahvé como sinónimo de Dios mismo, esbozando así su presencia en medio de su pueblo: "habitaré en medio de ellos para siempre". La gloria será para Israel la señal segura de que Dios está con ellos, de que Dios no los abandona, sino que cumple su Palabra estando con su Pueblo, y estableciendo su morada en Jerusalén, en el templo santo.



         b) El Señor viene de oriente, del sitio de los desterrados. Es impresionante comprobar la visión de Ezequiel en términos de consolación, i.e., el Señor abandona el templo por la puerta oriental en una de las primeras visiones, marchando hacia oriente, el sitio donde está su pueblo desterrado a causa de sus infidelidades. Por oriente vuelve la gloria, estableciéndose en el templo, al mismo tiempo que los desterrados vuelven a su patria a inaugurar un reino nuevo, un período nuevo de la alianza. 

Así pues, el Señor nunca ha abandonado a su pueblo, sino que también ha estado con ellos en el destierro, incluso en los momentos de amargura, aunque ellos no lo viesen y se lamentasen: "Junto a los canales de Babilonia..." (Sal 136). El Señor es misericordioso y nunca ha olvidado a su pueblo y siempre ha recordado[1] a su pueblo, escuchando sus gritos. Dios es sensible al dolor de su pueblo: "¿Puede una madre olvidarse de su hijo...?" (Is 49,15).



         c) El templo es signo de la presencia de Dios. La gloria de Dios no cabe en el templo, no es su morada porque nada puede contener al Señor de cielos y tierra, y el profeta lo expresa de forma bellísima: sólo cabe la planta de sus pies. La gloria del Señor toma aquí un significado más amplio; es la majestad y presencia de Dios todopoderoso, es su poder que desborda todos los planes humanos, todo templo que el hombre le pueda construir. Dios sobrepasa todo esto. Desde esta clave podemos entender correctamente la teología del templo para el pueblo de Israel. Dios sigue existiendo aunque no haya templo, pero existiendo éste, tienen la certeza de que Dios camina con ellos, que sigue estando con ellos y de que nunca los abandonará.


         Esta teología del templo es muy del gusto de la escuela sacerdotal, a cuya cabeza hemos de situar al profeta Ezequiel. Es un concepto nuevo del templo si lo comparamos con el que tienen otras religiones; no es un santuario de oración privada, ni tampoco el templo que alberga la divinidad: ¡Dios sobrepasa todo esquema humano!


         d) La gloria de Dios se asocia, primeramente, a la santidad. Una santidad propia y única, que marca distancias con todo lo que es profano, separado el templo del palacio real, alejado de todo crimen, prostitución o abominación. El templo es un ámbito de santidad propio y no puede ser invadido por nada. Es una forma de respeto y adoración de lo trascendente: Dios tiene un ámbito propio, que es santo, y que no puede ser invadido por nada humano que sea "pecaminoso"[2].


         Por tanto, para Ezequiel, sólo podrá acercarse a Dios, al templo, a su gloria, el que esté limpio, puro, no aquel que esté contaminado, manchado por el pecado. Una santidad de corte legal y ritualista (y por ello, pedagógica, educativa) que respeta y pone de relieve cómo Dios es el Santo de los santos, el Señor y Salvador, totalmente distinto de los hombres.


         e) En un segundo momento, la gloria de Dios se asocia a su majestad, a su poder. Todas las visiones de Ezequiel referidas a la gloria del Señor son narraciones en las que se muestra patente la majestad de Dios. Se refleja su poder en la admiración que siente el profeta cuando ve venir la gloria de Yahvé, envuelta en luz. Así se revela Dios como poderoso y señor  de todo. Con razón cantará el salmista: "Yahvé es rey, vestido de majestad, Yahvé se ha vestido de poder" (Sal 92). En esta línea se expresan muchos textos de las Escrituras, cuando presentan a Yahvé como Señor ("¡Poderoso es el Señor!"), como clemente y todopoderoso.






    [1] Con toda la carga bíblica del "recordar"...
    [2] Dentro de este esquema cultual caben, p.e., las leyes del Éxodo, del Levítico, etc... relativas a la pureza y la impureza. Sacándolas fuera de contexto, estas leyes serán absurdas para muchos.

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