domingo, 14 de octubre de 2018

La fuerza del laicado

Que el laicado católico debe crecer en consistencia, lo tenemos claro todos.

Las líneas siempre serán la de la formación y la oración (sólida espiritualidad litúrgica, plegaria personal) para un renovado compromiso apostólico en la Iglesia y en el mundo.

Estas, y no otras, pueden ser las claves de trabajo con el laicado y el camino imprescindible para generar esas minorías creativas (término acuñado por Benedicto XVI) para la regeneración del mundo y la vitalidad de la Iglesia misma.

¿Cómo hacerlo? Y, ¿cuál es la misión que la Iglesia asigna al laicado?

Benedicto XVI, en un Mensaje al Foro Internacional de la Acción Católica, celebrado a finales de agosto de 2012, marcaba, en primer lugar, la corresponsabilidad del laico. Habrá, pues, que despertar la conciencia alertegada (o incluso "consumista" de sacramentos) para pasar a algo más: ser corresponsable de la vida y misión de la Iglesia:

"La corresponsabilidad exige un cambio de mentalidad especialmente respecto al papel de los laicos en la Iglesia, que no se han de considerar como «colaboradores» del clero, sino como personas realmente «corresponsables» del ser y del actuar de la Iglesia. Es importante, por tanto, que se consolide un laicado maduro y comprometido, capaz de dar su contribución específica a la misión eclesial, en el respeto de los ministerios y de las tareas que cada uno tiene en la vida de la Iglesia y siempre en comunión cordial con los obispos.

Al respecto, la constitución dogmática Lumen gentium define el estilo de las relaciones entre laicos y pastores con el adjetivo «familiar»: «De este trato familiar entre los laicos y los pastores se pueden esperar muchos bienes para la Iglesia; actuando así, en los laicos se desarrolla el sentido de la propia responsabilidad, se favorece el entusiasmo, y las fuerzas de los laicos se unen más fácilmente a la tarea de los pastores. Estos, ayudados por laicos competentes, pueden juzgar con mayor precisión y capacidad tanto las realidades espirituales como las temporales, de manera que toda la Iglesia, fortalecida por todos sus miembros, realice con mayor eficacia su misión para la vida del mundo» (n. 37)".


El camino que lleva a esa corresponsabilidad clara y eclesial es el de la formación y la piedad, la vida interior, y no es una mera suplencia por falta de sacerdotes, ni tampoco una forma igualitaria de vivir en la Iglesia considerándola una democracia, una sociedad que se rija según las formas mundanas. Sería falsa esa concepción del laicado y de su reivindicación. 

Por eso el camino trazado es un camino realmente cristiano:

"Queridos amigos, es importante ahondar y vivir este espíritu de comunión profunda en la Iglesia, característica de los inicios de la comunidad cristiana, como lo atestigua el libro de los Hechos de los Apóstoles: «El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma» (4, 32). Sentid como vuestro el compromiso de trabajar para la misión de la Iglesia: con la oración, con el estudio, con la participación en la vida eclesial, con una mirada atenta y positiva al mundo, en la búsqueda continua de los signos de los tiempos. No os canséis de afinar cada vez más, con un serio y diario esfuerzo formativo, los aspectos de vuestra peculiar vocación de fieles laicos, llamados a ser testigos valientes y creíbles en todos los ámbitos de la sociedad, para que el Evangelio sea luz que lleve esperanza a las situaciones problemáticas, de dificultad, de oscuridad, que los hombres de hoy encuentran a menudo en el camino de la vida.

Guiar al encuentro con Cristo, anunciando su mensaje de salvación con lenguajes y modos comprensibles a nuestro tiempo, caracterizado por procesos sociales y culturales en rápida transformación, es el gran desafío de la nueva evangelización. Os animo a proseguir con generosidad vuestro servicio a la Iglesia, viviendo plenamente vuestro carisma, que tiene como rasgo fundamental asumir el fin apostólico de la Iglesia en su globalidad, en equilibrio fecundo entre Iglesia universal e Iglesia local, y en espíritu de íntima unión con el Sucesor de Pedro y de activa corresponsabilidad con los pastores (cf. Apostolicam actuositatem, 20). En esta fase de la historia, a la luz del Magisterio social de la Iglesia, trabajad también para ser cada vez más un laboratorio de «globalización de la solidaridad y de la caridad», para crecer, con toda la Iglesia, en la corresponsabilidad de ofrecer un futuro de esperanza a la humanidad, teniendo también la valentía de formular propuestas exigentes".

El marco general en que todo esto se puede desarrollar es la llamada a la santidad de todo bautizado, es decir, el desarrollo pleno de la gracia bautismal y que, por tanto, siente la Iglesia en su alma, la ama, se da a ella, y vive su vocación a la santidad:

"Vuestras asociaciones de Acción Católica se glorían de una larga y fecunda historia, escrita por valientes testigos de Cristo y del Evangelio, algunos de los cuales han sido reconocidos por la Iglesia como beatos y santos. Siguiendo su ejemplo, estáis llamados hoy a renovar el compromiso de caminar por la senda de la santidad, manteniendo una intensa vida de oración, favoreciendo y respetando itinerarios personales de fe y valorizando las riquezas de cada uno, con el acompañamiento de sacerdotes consiliarios y de responsables capaces de educar en la corresponsabilidad eclesial y social. Que vuestra vida sea «transparente», guiada por el Evangelio e iluminada por el encuentro con Cristo, amado y seguido sin temor. Asumid y compartid los programas pastorales de las diócesis y de las parroquias, favoreciendo ocasiones de encuentro y de sincera colaboración con los demás componentes de la comunidad eclesial, creando relaciones de estima y de comunión con los sacerdotes, con vistas a una comunidad viva, ministerial y misionera. Cultivad relaciones personales auténticas con todos, comenzando por la familia, y ofreced vuestra disponibilidad a la participación, en todos los niveles de la vida social, cultural y política, buscando siempre el bien común".


Este camino por tanto debe ser recorrido y transitado. Pensemos en las parroquias como lugares formativos y de vida espiritual, escuelas y palestras del apostolado: ¿Qué inversión realizan para ofrecer itinerarios formativos, catequéticos, de adultos? Pensemos en otras asociaciones y grupos y comunidades: ¿tienen claras estas líneas?

En este blog, que nació con esa conciencia, ofrecemos lo que podemos para la formación del laicado. Hoy, Internet, es una poderosa herramienta de formación católica, si la sabemos usar.


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