Concluidas las siete peticiones del Padrenuestro, la catequesis pronunciada por San Agustín retoma el vuelo y lanza una mirada final al conjunto.
Recapitulemos la enseñanza sobre la Oración dominical, sentados junto a los "competentes" y sus padrinos, y actualicemos la doctrina de la Iglesia.
"n. 12. Las tres primeras peticiones: Santificado sea tu nombre, Venga tu reino y Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, son eternas. Las cuatro siguientes corresponden a la vida presente.
Danos hoy nuestro pan de cada día: ¿acaso, una vez que hayamos llegado a aquella saciedad, hemos de pedir diariamente el pan de cada día?
Perdónanos nuestras deudas: ¿acaso hemos de decir esto en aquel reino en que no tendremos deuda alguna?
No nos dejes caer en la tentación: ¿podremos decirlo cuando ya no exista tentación alguna?
Líbranos del mal: ¿lo diremos cuando no haya mal de que ser liberados?
Estas cuatro peticiones nos son necesarias para la presente vida diaria; las otras tres, para la vida eterna. Hagamos todas las peticiones para llegar a ella y hagámoslas aquí para no hallarnos separados de ella. Una vez bautizados, tenéis que decir diariamente la oración. En la iglesia se dice todos los días ante el altar de Dios y los fieles la escuchan. No tenemos miedo a que no la retengáis bien de memoria, pues si a alguno le resultara difícil, la aprenderá de sólo oírla todos los días.
n. 13. Por esto el sábado, en la vigilia que hemos de celebrar, si Dios quiere, recitaréis en público no la oración, sino el Símbolo. Si no lo aprendéis ahora, luego no lo vais a oír a diario en la iglesia de boca del pueblo. Una vez que lo hayáis aprendido, repetidlo todos los días para que no se os olvide: cuando os levantéis de la cama, cuando os entreguéis al sueño, recitad vuestro Símbolo, recitádselo al Señor, recordáoslo a vosotros mismos, sin avergonzaros de repetirlo. Buena cosa es repetir para no olvidar. No digáis: "Ya lo dije ayer, lo dije hoy, lo digo todos los días, lo sé perfectamente". Tu Símbolo sea para ti como un espejo, que te recuerde tu fe y en el que puedas mirarte. Mírate en él, ve si crees todas las cosas que confiesas creer y regocíjate a diario en tu fe.
Sean ellas tus riquezas; sean, por decirlo así, el vestido diario de tu mente. ¿No te vistes, acaso, cuando te levantas de la cama? Viste igualmente tu alma con el recuerdo de tu Símbolo, no sea que el olvido la desnude y, una vez desnuda, se cumpla en ti -Dios no lo quiera- lo que dice el Apóstol: Aunque despojados, no seamos hallados desnudos.
Nuestra fe será como nuestro vestido; será también nuestra túnica y nuestra coraza: túnica contra la vergüenza, coraza contra la adversidad. Cuando hayamos llegado al lugar en que reinaremos, no será necesario recitar el Símbolo. Veremos a Dios; el mismo Dios será para nosotros objeto de contemplación; la contemplación de Dios será la recompensa de nuestra fe".
(S. Agustín, Serm. 58, 12-13).
Don Javier ¿Cuándo se refiere al "Símbolo" sigue hablando Agustín del Padrenuestro o se está refiriéndose al Credo?
ResponderEliminarSi permanecéis en mi palabra seréis en verdad discípulos míos -dice el Señor- y llegaréis al conocimiento de la verdad y la verdad os librará de la esclavitud (de las antífonas de Laudes).
Julia María:
ResponderEliminarSímbolo siempre igual al Credo. Está haciendo una síntesis de la enseñanza a los catecúmenos. Primero se les entregó el Símbolo (en la III semana de Cuaresma) y se les explicó, y luego en la V semana el Padrenuestro. Al terminar el Sermón sobre el Padrenuestro realiza una síntesis de las dos catequesis.
Como en los azulejos, en España nos falta el AMÉN. Hemos de mantenernos firmes y luchar contra las hordas de la oscuridad y la mentira, llevemos la F,e pero antes, aprendamos a luchar leyendo este magnífico blog. Abrazos agradecidos.
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