lunes, 18 de agosto de 2014

Magisterio: sobre la evangelización (XIX)

El complejo mundo en que vivimos, sin lugar a dudas, nos plantea nuevos retos y, por tanto, la búsqueda de respuestas evangelizadoras.

Las raíces de la situación de descristianización o de secularización son raíces ya muy hondas, que vienen de lejos. Conozcámoslas. A veces los análisis de esta secularización son simplistas y las respuestas más simplistas aún con una pizca de ingenuidad. Se oye (o se lee) en ocasiones que el problema fue que el latín se abandonó en las iglesias y la gente huyó en masa de una liturgia que no era en latín y no la acercaba al Misterio; otras veces, igual de simplismo, se atribuye a que la doctrina debemos modernizarla, ponerla al día, porque ahora mismo resulta chocante para los oídos contemporáneos; respuesta ingenua es soñar con que cambiando el libro de catequesis, organizando algún teatro infantil y una convivencia, se evangeliza eficazmente y para siempre a los niños y a sus padres. Los ejemplos se podrían multiplicar.

Pero hemos de ir más lejos, porque las causas son muy hondas.

Europa fue un logro del cristianismo que fecundó este continente elevándola a altas cotas. El Evangelio, oriental y con lenguaje semita, halló con la primera generación cristiana su gran expansión en lo que hoy es Europa.


 “Europa tiene una particular importancia para la historia de la Iglesia y para su progresiva expansión, comenzando desde los tiempos apostólicos, del mensaje evangélico en el mundo. Las dificultades con las que hoy se debate el viejo continente debe llevar a los cristianos a concentrar sus fuerzas, redescubriendo sus orígenes y reavivando los valores auténticos que cimentaron su llama brillantísima de una civilización en la que se han inspirado tantas otras naciones de la tierra” (Juan Pablo II, Llamamiento a los Presidentes de las Conferencias episcopales europeas, 2-enero-1986).

La modernidad, en el siglo XVIII, supuso el racionalismo, la emancipación de la razón al arbitrio de sí misma, encerrada al final en sus propios límites, y una mirada al hombre nueva. Dios se convierte o simplemente en un Motor que pone en marcha el mundo -teísmo-, en el garante necesario de la ley y la moral, o en el adversario y enemigo del hombre (nihilismo). La razón exaltada sólo en sí misma genera el ateísmo en sus distintas variedades que logra una gran difusión.

Europa quiere llegar a "la mayoría de edad" relegando a Dios a la superstición que debe ser salvada por la ciencia y el humanismo antropocéntrico (sólo el hombre y nada más que el hombre)... pero de ahí a las nuevas ideologías sólo hubo un paso, dramático y cruel: nazismo, fascismo, comunismo, las ideologías totalitarias (paganas) que arrasan y destruyen.

“Hay que afrontar las consecuencias de los esfuerzos que, especialmente en los últimos siglos, se han realizado, en varias partes y en varios niveles, para erradicar del espíritu de los europeos las convicciones cristianas e incluso el mismo sentimiento religioso. El ateísmo ha conocido en el continente una difusión impresionante, sobre todo en las formas del ateísmo científico y del ateísmo humanista, remitiéndose ambos a la autoridad de la razón humano, y en lo que concierne al primero, de la razón iluminada por los descubrimientos que la ciencia poco a poco fa haciendo.

Un fenómeno de proporciones tan amplias, que se propone con características parecidas en las diversas naciones del continente, no se afrontaría de modo adecuado, si las energías de cada iglesia particular no se coordinaran entre sí en el plano de una acción común. Es cuestión aquí de una nueva evangelización de la cultura, en la que tienen que calar nuevamente las “semillas” del cristianismo que en el pasado produjo una maravillosa germinación de flores y de frutos” (ibíd.).

Muchas buenas semillas del cristianismo están plantadas en Europa: hay que revitalizarlas, regalarlas con la nueva evangelización para que haya un florecimiento nuevo. Pero, para ello, hay que mirar bien dónde regar y dónde volver a sembrar, sabiendo los influjos que la cultura actual ha recibido de tiempo atrás. Las respuestas evangelizadoras no pueden ser simplistas. Los problemas son hondos y debemos conocerlos para ofrecer respuestas suficientes y adecuadas.

La Iglesia toda está llamada a afrontar una nueva evangelización de calidad:

"A las profundas y complejas transformaciones culturales, políticas, ético-espirituales que han terminado por dar una nueva configuración al tejido de la sociedad europea, debe corresponder una nueva calidad de evangelización, que sepa volver a proponer en términos convincentes al hombre de hoy el perenne mensaje de la salvación. Es necesario infundir un alma a la Europa de hoy y forjar su conciencia" (ibíd.).

La nueva evangelización será un gran bien para Europa, revitalizando este continente que se agota en sí mismo.

6 comentarios:

  1. Querido amigo:

    Como bien apunta, cosas como el abandono del latín fue ciertamente un síntoma de que algo iba mal, no la causa, sino un efecto. Un efecto que desencadenó otros, porque sin duda abandonar el latín fue malo.

    Pero es verdad lo que dice el post, las causas son hondas. El racionalismo nominalista de Descartes causó un gran daño. Ya en la última Edad Media lo encontramos, con Ockham.

    Como bien dice vd en el post: "La razón exaltada sólo en sí misma genera el ateísmo en sus distintas variedades que logra una gran difusión."

    Un abrazo

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    1. Alonso:

      En primer lugar, me alegro de verle por aquí; su mutismo durante meses en este blog es empobrecimiento.

      En segundo lugar: sí el abandono del latín no fue la causa sino un efecto. Pero no tengo tan claro que haya sido malo abandonarlo (y sé de un amigo que ahora saltará en su sillón cuando lea mi comentario y me llamará "modernista").

      Hay una cita de san Agustín que citó el card. Montini en la I sesión del Concilio Vaticano II que decía algo así como que prefería que los gramáticos lo atacasen antes que el pueblo no se enterase de nada... Y hay que recordar que la Iglesia abandonó el griego litúrgico en tiempos de San Dámaso porque los fieles no lo entendían sino que entendían sólo latín. Ahora, que nadie entiende latín, se pasa a la lengua vernácula.

      Inconvenientes tiene, claro que sí: se presta a la improvisación del primer cura creativo de turno o del equipo de liturgia que se cree que sabe y cambia lo que quiere. Pero también tiene sus ventajas.

      En cuanto a lo de la razón-logos...: ¡es algo que me apasiona!, como bien sabe. Benedicto XVI -grande como él solo, grande, grandísimo- fue el gran Papa de la razón verdadera.

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  2. Mucho más atrás me retrotraería yo para señalar las causas que han dado origen a nuestra sociedad. Si Constantino, con el Edicto de Milán, y Teodosio, convirtiendo la religión cristiana en religión del imperio, propiciaron la expansión del cristianismo, si los pueblos bárbaros se convirtieron en masa al convertirse su rey, no podemos ser ingenuos y pensar que todas esas conversiones eran profundas.

    Después, la amenaza de los árabes y del imperio otomano hizo que se cerraran filas pero tampoco seamos ingenuos ¿alrededor de qué o de quién se cerraron filas? Y, mientras tanto, guerras entre reyes cristianos, herejías y cismas.

    Y todo ello con fieles y pastores que no habían sufrido una conversión profunda y carecían de formación suficiente. También grandes santos, por supuesto.

    Cuando surge la Ilustración, cuando estalla la Revolución francesa, nos encontró sin recursos para enfrentarla, tal y como nos ha encontrado sin recursos la filosofía moderna, la del siglo XX y la que se dado en llamar filosofía de la postmodernidad. Faltos de recursos, excepto algunos Papas y obispos así como algún sacerdote, y desunidos. Faltos de recursos por falta de conversión y por falta de formación; la razón no es mala en sí misma pues es un don de Dios, la razón es mala si se utiliza mal.

    En cuanto al latín, diría dos cosas. Primero que a veces la Iglesia parece dotada del don de la inoportunidad: cuando se exaltan los idiomas de poblaciones muy pequeñas como señal de identidad de un número escaso de hablantes, vamos nosotros (alrededor de mil doscientos millones) y suprimimos nuestro lenguaje propio alegando que los fieles no lo entienden ¿No hubiese sido mejor enseñárselo? Y además, lo hacemos en un siglo en el cual se pone de manifiesto la necesidad de dominar varios idiomas. Como poco se puede calificar de escasa visión. Y que conste que a mí me gusta el latín y el castellano, y participo con normalidad en ambas formas del rito de la Santa Misa. Más me ‘molesta’ la Misa versus populum porque, a mi juicio, resalta de manera excesiva la horizontalidad.

    Es importantísimo terminar con la división dentro de la Iglesia Católica; yo creo que nos está “matando”. Me adhiero a las palabras del Papa Juan Pablo II: las energías de cada iglesia particular deben coordinarse entre sí en el plano de una acción común, pero que esta acción común sea la del Evangelio y no la última ocurrencia que nos haga quedar bien con el mundo.

    Danos, Señor, la firme voluntad, compañera y sostén de la virtud, que sabe en la fatiga hallar quietud y en medio de las sombras claridad (del himno de Nona).

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    1. Julia María:

      Me encantan sus largas y razonadas explicaciones.

      Casi al 100 % de acuerdo; dejémoslo en un 95 %.

      Referente a las causas y al proceso histórico, estoy muy conforme. Nada que aportar por mi parte, nada que discutir (¡uf, qué pena!).

      Me gusta mucho su defensa de la razón, y sí, claro, evidentemente, el problema es usar mal la razón, que es muy distinto. Me enerva cuando escucho a católicos decir que "hay que crucificar la razón": de ahí al fideísmo y al fanatismo hay un paso muy corto.

      Lo del latín, como escribía más arriba a Alonso Gracián, disiento y por las mismas razones.


      Pero sirvan estas palabras para vd., para Alonso y para los demás miembros del blog:

      Si se relee el párrafo en que cito de pasada el tema del "latín", se ve que lo único que afirmo es la exageración, o las pocas luces, de quienes afirman rotundamente que como se quitó el latín de la Iglesia, las masas huyeron despavoridas y entonces la solución es volver al latín, para que las masas retornen enfervorecidas.

      Esto no es una exageración mía: he leído eso. Sí, tal cual. Y evidentemente ni esa es la causa ni volver al latín en la liturgia o introducir más latín en la liturgia va a cristianizar más.

      Espero haberme explicado con más claridad.

      Un gran abrazo

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    2. ¡Ahora le he entendido!. Tiene razón: el latín ha sido un efecto ocasionado por otras causas. La solución no es volver al latín pero, como dijo mi querido Benedicto XVI, ambas formas del rito deberían enriquecerse entre sí y, como digo yo si autoridad alguna, es una bella lengua que es signo de identidad y unidad.

      Estoy "a punto" de terminar su libro y puedo anticiparle que me ha sorprendido (gratamente). Ya hablaremos.

      Un abrazo

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    3. fe de erratas. Debe decir: 'sin autoridad alguna'

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