miércoles, 15 de marzo de 2023

La luz, la Gloria del Señor



         Un lenguaje de la gloria más estilístico y poético es la luz, como reflejo de la majestad del Señor. Se relaciona con conceptos tales como oriente, Sol, aurora, que matizan cómo el Señor es el Sol que va creciendo hasta el mediodía, el que lo ilumina todo y lleva todo a su plenitud. Es un teologúmeno muy usado que se expresa por medio de la figura "luz". Luz "es símbolo de la salvación... de la curación y de la iluminación que irradia el rostro de Dios"[1].



         La luz es la gloria del Señor que brilla en su plenitud para el pueblo elegido: "hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación llamee como antorcha" (Is 62,1b) mostrando la salvación que Dios ofrece. El culmen de esta gloria será para los profetas, el retorno a la Jerusalén santa, donde brillará la luz de la gloria: "¡Levántate Jerusalén que ha llegado tu luz, la gloria de Yahvé amanece sobre ti! Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece" (Is 60,1-2).

         Para Isaías, en particular, la luz se asociará a la gloria que conocerá el siervo de Yahvé, una vez que haya sido triturado por nuestros crímenes, y que, a su vez, se convertirá en luz para las gentes. "Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra" (Is 50,6b), ya que "por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará" (Is 53,11). Yahvé manifestará su gloria en el Siervo sufriente, entregado por los pecados de los hombres.


         Contemplar la luz del Señor es entrar en su gloria, participar del mismo Dios; Rafael es enviado en el libro de Tobías para curar: "fue oída en aquel instante en la Gloria de Dios, la plegaria de ambos y fue enviado Rafael a curar a los dos... para que se le quitaran las manchas de los ojos y pudiera con sus mismos ojos ver la luz de Dios" (Tb 3,17); la oración sálmica recogerá este tema de forma insistente, suplicando ver la luz del Señor ("haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro" Sal 4,7), porque "tu luz nos hace ver la luz" (Sal 35,10). Por eso el creyente camina a la luz del Señor (cfr. Is 2,5) y así "tendrás a Yahvé por luz eterna y a tu Dios por hermosura" (Is 60,19).

         El Señor muestra su gloria mediante la luz, su poder es luminoso, y así se describirán muchas teofanías "su majestad cubre los cielos, de su gloria llena la tierra. Su fulgor es como la luz, rayos tiene que saltan de su mano" (Hab 3,3s).

         Es éste un lenguaje que usa con mucha frecuencia el NT aplicándolo directamente a Jesús, expresando así su misión salvífica. Canta Zacarías que "por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el Sol que nace de lo alto"[2] (Lc 1,78), "profecía" que se cumple en el nacimiento del Hijo de Dios que, cuando es presentado para el rescate de los primogénitos, es alabado como "Luz para alumbrar las naciones y Gloria de tu Pueblo Israel" (Lc 2,32). Luz que se aparece a los pastores, la noche de la Navidad, con los ángeles cantando la gloria del Señor. Esta noche santa es la luz que nos salva, porque brilló la gloria de Dios en favor de los hombres:

Porque gracias al misterio de la Palabra hecha carne, la luz de tu gloria brilló ante nuestros ojos con nuevo resplandor, para que conociendo a Dios visiblemente, Él nos lleve al amor de lo invisible[3]

         Jesús mismo usará esta expresión para describir su ser: "Yo soy la luz del mundo" (Jn 8,12), denunciando así las tinieblas del mundo, estableciendo un juicio y una causa de condenación: "El juicio está en que vino la luz del mundo" (Jn 3,19): Dios mismo es Luz (cfr. 1Jn 1,5). Él destruye las tinieblas, el poder del pecado y de la muerte. Seguir a Jesús será ser hijos de la luz ("sois hijos de la luz" 1Tes 5,5) y luchar contra los hijos de las tinieblas.



    [1] Luz en NDTB, pág. 1079.
    [2] Otras traducciones dirá "una luz de la altura".
    [3] P I de Navidad.

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