jueves, 30 de marzo de 2023

La devoción, virtud cristiana (II)



2. La verdadera devoción al participar en la liturgia es, pues, un hábito interior, del alma, muy necesario para la celebración de los misterios que se comunican a la Iglesia. 

¿Cómo estar ante el Señor? 
¿Cómo estar en su presencia? 


La devoción es un saber estar ante el Señor, un darle el corazón y entregárselo, un ofrecerse como hostia viva, santa, racional. La devoción es ofrecer al Señor como sacrificio un corazón humilde y quebrantado.

La devoción al celebrar la liturgia genera y crea comportamientos y modos de estar, de ser, de participar. Así, de lo interior nace lo exterior, “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12,34). De una devoción ardiente, brota un comportamiento, un modo de estar en la celebración litúrgica, una especial finura de espíritu, una sincera sensibilidad litúrgica. 

Se expresa en el modo de santiguarse, de recibir la comunión con respeto o distribuirla sin prisas, mostrando el Pan y realizando el diálogo ritual; se expresa en la forma de hacer la genuflexión pausadamente, mirando la Eucaristía que es adorada; amor por la Palabra proclamada y por la Palabra orada, que se expresa en la forma de proclamar las lecturas, el modo de colocarse el lector en el ambón; la Palabra orada, recitada por el presidente con unción, no repitiendo mecánica e ininteligiblemente de memoria, sino saboreando y siendo consciente de aquello que se recita... 

martes, 28 de marzo de 2023

La cruz (Elementos materiales - I)




Origen y desarrollo de la cruz en la liturgia


            La cruz es el signo del cristiano, del hombre que ha sido redimido por la muerte y la resurrección del Señor. Es además uno de los grandes signos de todas las Iglesias cristianas.

            En el 450, ya Narsai de Nísibe (rito siríaco) habla de una cruz puesta sobre el altar para la Misa, pero aún parece ser una práctica de la Iglesia siro-caldea, desconocida para griegos y latinos.


           La cruz comenzó a usarse en las procesiones litúrgicas. En la Misa estacional, en el siglo VII, acudían a la basílica para la Misa papal de las siete regiones de Roma en siete procesiones, cada una con una cruz procesional de plata a la cabeza (Jungmann, p. 105). Poco a poco, la cruz se incorpora para la misma procesión del Papa.

            La cruz procesional se podía quitar del asta y colocarla sobre el altar, como se refleja en el OR XI de mitad del siglo XII.

            La primera representación de la cruz sobre el altar (en el centro y con dos velas) es de una miniatura del siglo XI; también aparece en un fresco de la basílica de San Lorenzo (Roma) en la segunda mitad del siglo XIII. Esto era ya práctica común; el papa Inocencio III, a principios del siglo XIII, advierte: “Entre dos candelabros se coloca en medio del altar la Cruz”.

domingo, 19 de marzo de 2023

Mística del silencio: Edith Stein - II (Silencio - XVIII)



Edith Stein, tanto por su bagaje filosófico como por su experiencia posterior como carmelita descalza, sabe bien el valor del silencio como acceso a lo interior del ser y para el encuentro personal con el Salvador. Por ello explica la grandeza y necesidad de la oración silenciosa, sea personal, sea en el Oficio divino, y esto como camino para todos:



            “Todos necesitamos de esas horas en las que escuchamos en silencio y dejamos que la Palabra divina obre en nosotros hasta el momento en que ella nos conduce a ser fructíferos en la ofrenda de alabanza y en la ofrenda de las obras concretas. Todos nosotros necesitamos de las formas que nos han sido transmitidas y de la participación en el culto divino público, para que de esa manera nuestra vida interior sea motivada y conducida por rectos caminos y para que allí encuentre sus modos de expresión más convenientes. La solemne alabanza divina tiene que tener también un lugar en este mundo, donde ha de alcanzar la más grande perfección de la que los hombres son capaces.

            Sólo desde aquí puede elevarse al cielo por el bien de toda la Iglesia, y transformar a sus miembros, despertar la vida interior y animarla a la coherencia exterior. La oración pública, a su vez, tiene que ser vivificada por dentro en tanto que deja espacio a las moradas interiores del alma para una profundización silenciosa y recogida. De no ser así se convertiría en una charlatanería estéril y falta de vida. Las moradas de la vida interior ofrecen un refugio contra ese peligro, ellas son los lugares donde las almas están en presencia de Dios en silencio y soledad, para convertirse en amor vivificante en el corazón de la Iglesia” (La oración de la Iglesia, OC V, 120).

viernes, 17 de marzo de 2023

Principios innegociables para la liturgia (y II)



 2. Los rudimentos los podríamos encontrar, por ejemplo, en la constitución  Sacrosanctum concilium del Concilio Vaticano II, que dedica un apartado, en el capítulo I, a la “naturaleza de la sagrada liturgia y su importancia en la vida de la Iglesia”. 



¿Se estudia esta constitución y se leen sus principios? 

¿O todo el mundo habla del “espíritu del Concilio”, de lo que “el Concilio dijo que la liturgia fuera así o así”, sin haberla leído e inventándolo todo? 

Parece, nos tememos, que lo que ha pasado es la segunda opción.

Para una buena formación en materia litúrgica, sea como asignatura, sea como estudio en catequesis, hay que asumir las directrices que esta Constitución marca y se verá con nuevos ojos, y con más respeto y unción, la realidad de la liturgia.

El documento que venimos tomando como base, “La formación litúrgica en los seminarios” (: FLS) señala cómo hay que exponer e ilustrar la doctrina de la constitución Sacrosanctum concilium[1]; y cuando esto se hace, muchos lo oyen y lo ven por vez primera, ¡aunque nunca se les cae el Vaticano II de la boca!, pero es que no lo han leído…

miércoles, 15 de marzo de 2023

La luz, la Gloria del Señor



         Un lenguaje de la gloria más estilístico y poético es la luz, como reflejo de la majestad del Señor. Se relaciona con conceptos tales como oriente, Sol, aurora, que matizan cómo el Señor es el Sol que va creciendo hasta el mediodía, el que lo ilumina todo y lleva todo a su plenitud. Es un teologúmeno muy usado que se expresa por medio de la figura "luz". Luz "es símbolo de la salvación... de la curación y de la iluminación que irradia el rostro de Dios"[1].



         La luz es la gloria del Señor que brilla en su plenitud para el pueblo elegido: "hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación llamee como antorcha" (Is 62,1b) mostrando la salvación que Dios ofrece. El culmen de esta gloria será para los profetas, el retorno a la Jerusalén santa, donde brillará la luz de la gloria: "¡Levántate Jerusalén que ha llegado tu luz, la gloria de Yahvé amanece sobre ti! Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece" (Is 60,1-2).

         Para Isaías, en particular, la luz se asociará a la gloria que conocerá el siervo de Yahvé, una vez que haya sido triturado por nuestros crímenes, y que, a su vez, se convertirá en luz para las gentes. "Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra" (Is 50,6b), ya que "por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará" (Is 53,11). Yahvé manifestará su gloria en el Siervo sufriente, entregado por los pecados de los hombres.

lunes, 13 de marzo de 2023

La alabanza de la Iglesia (SC - XXIII)



Además de la evangelización y la misión, siempre necesarias; además de la catequesis que educa y transmite orgánicamente el depósito de la fe; además de la caridad y la misericordia con los pobres, necesitados, enfermos y ancianos; además de la enseñanza religiosa escolar y la educación católica en colegios; además de la liturgia y los sacramentos que santifican… además de todo esto, que se ha de dar para ser la Iglesia de Cristo, la alabanza y la oración forman parte de la naturaleza y de la vida de la Iglesia.



            1. El activismo es una parálisis del alma que la debilita y una Iglesia activista, devorada por lo inmediato, atosigada de acciones pastorales, trabajos y reuniones, muy pronto perdería su alma, se diluiría su identidad eclesial. Esa es la gran tentación y, en ocasiones, ya el gran pecado, de la Iglesia contemporánea.

            También la alabanza a Dios es misión de la Iglesia, glorificarle y cantar sus maravillas. Alabar al Señor no es perder el tiempo o quitar energías para otros empeños pastorales.

            Ya los salmos exhortan y animan constantemente: “Cantad al Señor un cántico nuevo” (Sal 97), “alabad al Señor” (Sal 116), “resuene su alabanza en la asamblea de los fieles” (Sal 149), “alaba, alma mía, al Señor” (Sal 145), “cantaré al Señor por el bien que me ha hecho” (Sal 12). Esa misma alabanza, acción de gracias y glorificación, es recomendada por las cartas apostólicas del NT (cf. Ef 5,19-20; Col 3,15-17; 1Ts 5,18; 1Tm 2,1).

viernes, 10 de marzo de 2023

"Señor, no soy digno de que entres..." - y II (Respuestas - XLVI)



3. El rito romano empleó una fórmula distinta a la del resto de familias litúrgicas (“lo Santo para los santos”) suscitando la humildad de todos antes de acercarse a recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor. Dice el sacerdote: “Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor”, y todos a una con el sacerdote, responden: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Todo esto se realiza sosteniendo el sacerdote un fragmento del Pan consagrado, ya fraccionado, sobre la patena o sobre el cáliz (cf. IGMR 84) invitando “al banquete de Cristo” (ibid.)


            Se suscita de este modo humildad y un profundo espíritu de fe para acercarse dignamente a la sagrada comunión: “pronuncia un acto de humildad, usando las palabras evangélicas prescritas” (IGMR 84).

            Lo que recibimos en la comunión ni es algo ni es un símbolo de nada ni es una construcción humana ni es un alimento común. Recibimos a Alguien, al mismo Cristo Señor en el Sacramento: de ahí el rito de preparación, y por eso, también, el cuidado al comulgar, la reverencia y la solemnidad de ese momento –sin canalizaciones, ni saludos, ni conversaciones, ni distribuir la comunión apresuradamente-:

            “Lo que se nos entrega en la comunión no es un trozo de cuerpo, no es una casa, sino Cristo mismo, el Resucitado, la persona que se nos comunica en su amor que ha pasado por la Cruz. Esto significa que comulgar es siempre una relación personal. No es un simple rito comunitario, que podamos despachar como cualquier otro asunto comunitario. En el acto de comulgar, soy yo quien me presento ante el Señor, que se me comunica a mí. Por esta razón, la comunión sacramental ha de ser siempre, al mismo tiempo, comunión espiritual. Por esta razón, antes de la comunión, la liturgia pasa del nosotros al yo. En esos momentos soy yo quien es llamado en causa. Soy yo quien es invitado a salir fuera de mí mismo, a ir a su encuentro, a llamarlo”[1].

miércoles, 8 de marzo de 2023

Abandono (Palabras sobre la santidad - CVI)



            Supieron Quién los llamaba, Quién los guiaba, Quién los sostenía, y se aferraron a su mano, bien firmes, para caminar allí por donde el Señor los fuere llevando. No dudaron, no temblaron, tampoco preguntaron: la mano del Señor los iba conduciendo y eso les era garantía segura.


            Los santos han sido mirados por Dios con su mirada de amor y de misericordia (“el mirar de Dios es amar”, dice San Juan de la Cruz, CB 19,6), y los ha llamado, y los ha reconocido como hijos adoptivos suyos, y los ha ido haciendo semejantes a Él. Ellos, humildemente, han sido dóciles a tanta gracia, han respondido, y su respuesta ha estado llena de fidelidad y entrega con un “sí” irrevocable, con un “fiat” definitivo y total. Pero el primer paso no fue de ellos, la iniciativa no fue de ellos: el primer paso lo da Dios, su elección libre, gratuita y misteriosa… su mirada de amor.

            Este núcleo central, la elección de Dios, su libre disposición, hay que repetirlo a nuestro mundo, a nuestra Iglesia. Los santos, y nosotros, hemos sido mirados por Dios y Dios ha querido hacernos hijos suyos y conducirnos a que vivamos plenamente esa filiación. Lo que han hecho los santos, lo que ahora nos toca a nosotros, es responder a este amor gratuito de Dios.

lunes, 6 de marzo de 2023

Cantar (Acciones sacramentales - y IV)



            Cantar ha sido una de las acciones más antiguas de la liturgia, expresando la alegría y la devoción. Cantar es propio de quien ama afirmaba S. Agustín, tajantemente. 



            Cantar tiene un valor propio en muchos momentos de la liturgia: el Gloria, el salmo responsorial, el Aleluya, el Santo... son cantos con entidad por sí mismos, para que toda la asamblea vibre o medite aquello que canta. Hay que educar, pues, para cantar, sabiendo que es forma de participar plena y activamente en la liturgia.

            Atendamos lo que enseña el Catecismo:

jueves, 2 de marzo de 2023

La devoción, virtud cristiana (I)

Una virtud que se valora muy poco, tal vez porque se la desconozca, es la devoción, virtud de la religión y del modo de vivir nuestra relación con Dios. 

Según sea nuestra devoción así será nuestro trato íntimo con el Señor, lejos de confundir devoción con devociones (el mucho recitar sin que sepamos ni por dónde vamos).



La rutina mata el espíritu, el ritmo mecánico y febril nos habitúa a la repetición sin vida de costumbres, horarios, modos de vida. Todo esto vivido de forma anodina y gris es rutina, vacía el corazón y se pierde en gran medida hasta el sentido de lo que hacemos. 

La monotonía de la sucesión de los tiempos y las horas, provoca el hastío del espíritu. Además, el hombre contemporáneo ha perdido la capacidad de disfrutar del día a día, saborear lo que hacemos; mirar el mundo, las cosas, al otro con ojos de admiración, de novedad. Todo lejano de la monotonía y la rutina: capacidad de disfrutar, de admiración, de sorpresa. Por eso se buscan novedades casi como un estimulante, pero sin saber vivir en profundidad y con amor y con deleite  lo de cada día, nuestro propio trato con Cristo en la liturgia y en la oración.