Es mi Cuerpo,
quebrantado
y roto,
entregado
por amor,
sacrificado
hasta el extremo.
Es mi cuerpo,
comedlo,
saciaos de él: ¡tenéis la vida con vosotros!
Esto es mi Cuerpo.
Nos dejaste a Ti mismo, te diste a Ti mismo,
Señor Jesucristo.
Entregaste
tu Cuerpo a la Iglesia,
hecho Eucaristía,
oblación,
sacramento,
hecho
alimento, Presencia entregada.
Dejaste este gran Don a tu Iglesia,
para
que se nutra de Ti,
y
se edifique y crezca cimentada en la Eucaristía.
Tu
Iglesia, desde entonces, celebra y vive la Eucaristía como el gran
Sacramento, el gran regalo, el gran Don.
Es mi Cuerpo entregado,
quebrantado
y roto,
partido,
repartido, compartido.
Tu Iglesia, Señor, te adora en este
Sacramento permanente,
Misterio
de fe,
y
reconoce tu Presencia real en la
Eucaristía.
Señor Jesucristo, ¡estás aquí, en medio de
nosotros!
Señor Jesucristo, Eucaristía perfecta:
te
vemos y adoramos en el sacramento,
oramos
ante Ti,
en
una contemplación amorosa y gratuita de tu Misterio.
Sí, Tú estás aquí, Señor Jesús, en el altar la Eucaristía adorada;
en
el altar del corazón, la
Eucaristía vivida día a día,
haciéndonos
Eucaristía,
transformando
nuestra existencia en sacrificio eucarístico,
uniendo
nuestros corazones con tu corazón eucarístico.
Comulgamos contigo, Señor Jesucristo,
nos
unimos a Ti,
nos
hacemos uno en la fe y en el amor.
Nuestro
corazón quiere transformarse a semejanza del tuyo, teniendo tus mismos
sentimientos.
Brotan sentimientos de amor y gratitud:
Eucaristía
adorada, celebrada,
Pan
partido y repartido.
Amor
hecho carne, Amor hecho Eucaristía.
Señor Jesucristo, ¡haznos uno contigo!
Presencia Eucarística, amor y entrega.
Unidad. Amén.
"Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros" (Lc 22,15) nos dice Jesús.
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