martes, 20 de marzo de 2018

La Pascua que libera (textos)

El Misterio pascual es la acción salvadora de Cristo a través de su cruz, muerte, descenso a los infiernos y santísima resurrección. En el Misterio Pascual se cifra y se contiene nuestra vida.

Una vez al año el Misterio pascual es celebrado de forma solemne, convocando a todo el pueblo cristiano, a las liturgias solemnísimas del Triduo pascual (viernes santo, sábado santo, vigilia pascual y domingo de resurrección). Es la fiesta de las fiestas, tan importante y decisiva para nuestra vida que la prolongamos durante cincuenta días.


En el Misterio pascual, Jesucristo ha realizado una obra perfecta: a través del Sacrificio en la cruz y de su santísima resurrección nos salva, nos libera y nos reconcilia con el Padre abriéndonos las puertas del cielo que Adán cerró con su pecado.

La liturgia actualiza ese Misterio pascual y nos lo da mediante el velo de los ritos y oraciones. No todo termina con la Cuaresma, ni siquiera termina en el Viernes santo, sino que desemboca en la última parte del Misterio pascual, su resurrección, vivida en la noche en vela en honor del Señor que es la vigilia pascual, la fiesta más amada y preciosa.

Necesitamos, para vivir la santísima Pascua, una teología clara y una espiritualidad bien fundamentada, que nos ayude a penetrar en el Misterio pascual del Señor. 

¿Qué hace Cristo en su Pascua? ¿Cómo nos beneficia Cristo con su Pascua?

"Él es el que nos ha hecho pasar
de la esclavitud a la libertad,
de las tinieblas a la luz,
de la muerte a la vida,
de la tiranía al reino eterno" (Melitón de Sardes, Peri Pascha, 68).

Y en el mismo sentido, vemos la acción de Cristo en su Pascua:

"¿Qué es la venida de Cristo?
liberación de la esclavitud,
liberación de la antigua fatalidad,
inicio de la libertad,
honor de la adopción,
fuente de la remisión de los pecados,
verdadera vida inmortal para todos" (Pseudo-Hipólito, Hom. sobre Pascua, 44).


La Pascua del Señor no nos hace olvidar su Cruz, ni su Pasión alcanzaría todo el valor salvífico sin la resurrección. No hay Pascua sin Cruz, ni Cruz sin Resurrección. Son dos caras del mismo díptico, de la misma moneda. Una no puede acentuarse más que la otra, sino ambas a la vez. El cristianismo no es un dolorismo que sólo mire la Pasión, pero tampoco puede ser jamás un espiritualismo que exalte su emotividad con la resurrección y el Aleluya olvidando el camino de la cruz.

La Pascua del Señor incluye su padecer.

"Ésta es la Pascua que Jesús deseaba padecer por nosotros. Con la pasión nos ha liberado a nosotros de la pasión; con la muerte ha vencido a la muerte y por medio del alimento visible nos ha dado a nosotros la vida inmortal. Este era el deseo salvador de Jesús, este su amor espiritual: mostrar las figuras como figuras y dar, en cambio, a sus discípulos, en su lugar, su sagrado cuerpo... Por ello, no es tanto 'comer' [la Pascua] lo que deseaba, sino más bien 'padecerla', librándonos así a nosotros de la pasión en la que incurrió al comer" (Pseudo-Hipólito, Hom. sobre la pascua, 49,1-2).

El cordero pascual en la mesa era no mero alimento en una fiesta (o "una comida de amigos"), sino el cordero de la salvación que era inmolado. Ahora, en la Pascua, ese cordero es sustituido por Cristo y también Él ha de ser inmolado, sacrificado, para traer vida.

"En los años anteriores, el Señor, para celebrar la pascua, comió el cordero inmolado por los judíos. Pero, después de haber predicado el evangelio, siendo él mismo la pascua, el cordero de Dios, conducido como oveja al matadero, el día 13 explicó a los discípulos el misterio de la prefiguración... Por eso, el Señor murió al día siguiente, ya que él mismo era la Pascua inmolada por los judíos" (S. Clemente de Alejandría, Sobre la Pascua, 28).

Ha cesado el viejo rito. Ha llegado la verdad de lo que anunciaba aquella comida pascual judía. Todo ha pasado: Cristo cumple esa figura, Él realiza lo que esta profetizado.

Su Pascua nos libera, y su Pascua es el paso de la muerte a la vida por medio de su pasión y su cruz.

2 comentarios:

  1. Néstor (Miserere mei Domine)20 marzo, 2018 19:13

    Necesitamos que la Pascua nos libere, D. Javier. Cada día andamos más anquilosados y cabizbajos. En muy profundo lo que San Clemente de Alejandría indica: "él mismo era la Pascua inmolada por los judíos". La Pascua es sentido para todo el pueblo de Dios y este sentido se realza y se hace más evidente, cuando se inmola a sí misma. Precioso... Saludos!!! Néstor

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  2. Es cierto, no hay resurrección sin cruz ni cruz sin resurrección. La sensibilidad de cada uno de nosotros no nos puede conducir a exaltar una y relativizar la otra; no es esa nuestra fe en Jesucristo.

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